Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

¿Por qué vocaciones de especial consagración?

13 de abril de 2008


Publicado: BOA 2008, 104.


Pudiera parecer a muchos católicos, y a aquellos que entienden muy poco qué es la Iglesia, que las vocaciones de especial consagración entre los cristianos fueran únicamente carencia de cuadros dirigentes. Tal vez eso sea aplicable a partidos políticos, empresas y otro tipo de asociaciones. Entre nosotros hay algo más profundo, distinto, diferente, que afecta a la entraña misma de la fe cristiana: somos una familia, el nuevo Pueblo de Dios, y, mientras todos gozamos de igual dignidad y responsabilidad, la riqueza y la santidad de unos repercute siempre en los otros. No debe haber especulación en la entrega a Cristo Jesús.

La comunidad cristiana debería estar compuesta de hombres y mujeres que «han dedicado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo» (Hch 15,26). Este es el marco en el que emergen esas personas dedicadas totalmente al servicio del Evangelio, que reciben una llamada del Señor a tener un corazón indiviso, abiertos a “tiempo completo” a la misión de la Iglesia, la que recibió de Cristo: «Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo» (Mt 28,19), con esta hermosa garantía: «Y sabed que estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 29,20). Pero nadie que reciba una vocación de especial consagración la tiene para sí mismo, sino para el resto del Pueblo de Dios.

«Entre las personas dedicadas totalmente al servicio del Evangelio —afirma el Santo Padre— se encuentran de modo particular los sacerdotes llamados a proclamar la Palabra de Dios, administrar los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Reconciliación, entregados al servicio de los más pequeños, de los enfermos, de los que sufren, de los pobres y de cuantos pasan por momentos difíciles en regiones de la tierra donde hay tal vez multitudes que aún hoy no han tenido un verdadero encuentro con Jesucristo» (Mensaje para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones 2008, 5) . La Iglesia de Valladolid recibe precisamente este IV Domingo de Pascua el regalo de la ordenación de tres nuevos sacerdotes.

Hemos de expresar un agradecimiento a todos los sacerdotes que os sirven, hermanos fieles laicos y personas consagradas; igualmente «un agradecimiento especial a los presbíteros fidei donum —dice el Papa—, que con competencia (...), sin escatimar energías en el servicio a la misión de la Iglesia, edifican la comunidad anunciando la Palabra de Dios y partiendo el Pan de Vida» (ibíd.). Que haya los sacerdotes suficientes en nuestra Iglesia, para que pueda continuar y desarrollar la misión que Cristo le confió, depende de la oración de todos, pero también de que haya en las comunidades cristianas, en los hogares, una constante educación en la fe de los niños y adolescentes, para que la posible vocación al sacerdocio no sea considerada como algo exótico e innecesario.

Siempre ha habido, además, en la Iglesia muchos hombres y mujeres que, movidos por la acción del Espíritu Santo, han escogido vivir el Evangelio con radicalidad, haciendo profesión de los votos de castidad, pobreza y obediencia, en los innumerables Institutos de vida contemplativa y activa, que «han tenido hasta ahora y siguen teniendo gran participación en la evangelización del mundo» (Decreto conciliar Ad gentes, 40). Hay que orar y cambiar la cultura actual que no entiende la vida de estas personas, tan vitales para nuestra Iglesia. Os lo pido encarecidamente.