Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

La cuestión de Dios

8 de junio de 2008


Publicado: BOA 2008, 226.


¿Se puede vivir sin pensar en Dios ni tenerle nunca en cuenta, como si no existiese? Me parece a mí que estrictamente no hay ateos como tal. Todo el mundo tiene su dios, con minúscula; también los que no piensan o piensan poco lanzados al vértigo de la existencia, dejando que pase la vida sin hacerse preguntas “tontas”. El famoso Friedrich Nietzsche, que negó tantas cosas, vino a afirmar que creía en sí mismo con firmeza. ¿No era su dios el superhombre que él inventó? Desde que hace ya tantos años, el hombre se ha convertido en su propio dios, ¿qué tal le va? Algunos piensan que bien, que se ha dejado la humanidad de zarandajas religiosas y filosóficas y que disfruta de la vida.

Pero cada uno de nosotros tiene su propio principio, nuestros cimientos, sobre los que edificamos el resto de nuestra realidad. Muchos de nosotros tomamos ese principio de otros, de esa minoría de personas que influyen en este momento en la sociedad. En cada época hay algún “pensamiento” influyente que domina. Es interesante comprobar qué domina en nuestra sociedad, que piensa poco, pero que tiene el peligro de hacer la historia contra nosotros mismos, o que nos la hagan otros o nos la impongan, pues hay mucho “ingeniero social” que, luchando contra lo que ellos denominan lo antiguo con sus dogmas, imponen otros mucho más asfixiantes.

¿Qué hacemos los cristianos ante esta avalancha de ateísmo práctico? Muchas veces callarnos y no atrevernos a pensar; otras nos volvemos contra la Iglesia y decimos que ella debe cambiar, que los otros tienen razón; y con mucha frecuencia nos lamentamos y mostramos nuestro complejo de inferioridad. Y me pregunto: ¿pero no sabemos ir a lo esencial con los ateos prácticos, siempre con todo respeto, pero anunciando al Dios vivo en quien creemos? ¿Por qué en la peripecia de la vida ellos van a tener un fundamento mayor que nosotros, cuando afirman que no existe nada ni nadie? Si Dios no existiera, no habría razón para la esperanza; pero existe Dios y tú y yo nos hemos encontrado con Él.

«No son los elementos del cosmos, las leyes de la materia, lo que en definitiva gobierna el mundo y al hombre, sino que es un Dios personal quien gobierna las estrellas, es decir, el universo; la última instancia no son las leyes de la evolución, sino la razón, la voluntad, el amor: una Persona» (Spe salvi, 5) . Son palabras de Benedicto XVI, y son muy razonables, pues el Papa viene sosteniendo con fuerza que el Dios que es Logos/razón nos garantiza la racionalidad del mundo, aun cuando su razón supere infinitamente la nuestra. Eso sí, Dios, principio de todo, no puede quedar recluido a una parcela de la mente humana, como si fuera un producto de nuestro intelecto.

Todos estos pensamientos acerca de Dios, ¿acaso son menos razonables que toda una serie de leyes de la pasada legislatura? Piensen en la Ley 13/2005 de 1-7-2005, de matrimonio entre personas del mismo sexo, mal llamada de matrimonio entre homosexuales, que vacía de contenido la institución matrimonial. O la Ley que regula el sistema educativo de 3-5-2006 (LOE), cuando lleva a cabo una imposición normativa de un sistema de educación moral de los alumnos, al margen y en contra del derecho fundamental que a los padres reconoce el art. 27.3 de la Constitución Española.