Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

Momentos importantes

15 de junio de 2008


Publicado: BOA 2008, 227.


Estamos a mediados de un mes, el de junio, que encierra unas características peculiares. Muchos jóvenes estudian con fuerza para aprobar un curso académico que llega a su fin; otros, los que terminan el bachillerato, viven momentos de nerviosismo, o porque han de preparar bien la prueba de acceso a la Universidad, o porque han de orientar su vida en el inmediato futuro con otra clase de estudios o un trabajo primero. Los adolescentes y niños están también de fin de curso en apenas una semana. En el horizonte están, pues, alegrías y sorpresas.

Sin duda que son días de preocupación para los padres, porque el resultado del trabajo o no de sus hijos repercute lógicamente en ellos; han de estar atentos a notas, inscripciones del próximo curso, al verano que se acerca, con las vacaciones de los críos y las suyas propias, si es que pueden disfrutarlas; a otros muchos les inquieta la situación económica, que parece difícil; por fin, no faltan quienes sienten desazón por lo que va a pasar con sus hijos, pues han decidido hacer objeción de conciencia a la Educación para la Ciudadanía, tal y como la han diseñado los Reales Decretos del Gobierno socialista, y pesa sobre esos alumnos una amenaza real. También ellos piensan, como otros muchos, que en España hay una verdadera “emergencia educativa”.

Al enumerar todos estos factores, soy conciente de que no tengo casi ninguna solución que aportar a los padres católicos; son ellos quienes han de afrontar estos días con toda responsabilidad, que no pueden transferir a otros. Pero sí que podemos ayudarles de otro modo, sobre todo a vivir con paz y serenidad estos momentos decisivos de sus hijos. En primer lugar, una actitud fundamental es acompañarles, valorando ante todo sus personas, sean cuales fueren los resultados del curso. Eso no significa que dé lo mismo este o aquel resultado; pero, aún en el caso de fracaso escolar o de deficiente cosecha, es momento de saber aprovechar la circunstancia para que el futuro cambie y la vagancia o el poco aprovechamiento del hijo no sea sólo ocasión de reproche y nada tenga de estímulo y de nuevas posibilidades, sino a la vez oportunidad de examinar cuál ha sido la ayuda que los padres han dado a la educación de sus hijos.

Todo este mundo de final de curso tiene también un espacio para evaluar, en padres católicos, qué avances ha habido en la educación cristiana de los pequeños, adolescentes y jóvenes. En ocasiones, todo el esfuerzo que se ha hecho en el curso, asistiendo a clase de religión y a catequesis parroquial, se estropea en quince días de malas vacaciones, porque no se sigue acompañando a los niños, adolescentes y jóvenes. Pensad en los niños que acaban de celebrar su primera comunión, y los padres o la parroquia no les invitan a proseguir lo que había comenzado: integrarse en la comunidad cristiana que celebra la Eucaristía dominical, y hacer la segunda comunión y la tercera...

Lo mismo puede decirse de cómo los padres enfocan el tiempo de más juego y ocio de sus hijos en verano: han de aportar su granito de arena en las tareas de la casa, en estudiar de otra manera, en ver la forma de que aprovechen para salidas, campamentos, actividades de ayuda a los demás... ¡tantas cosas que sólo se pueden hacer en julio y agosto! Leer, aprender, escuchar y, por supuesto, jugar. Y tal vez sea ocasión de poder conocer más a los hijos, pues pueda ser que haya más tiempo para estar sencillamente con ellos. Os deseo que acertéis y tengáis ayuda para este periodo tan importante.