Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

Imprimir A4  A4x2  A5  

Carta semanal

Combatir la pobreza, construir la paz

4 de enero de 2009


Publicado: BOA 2009, 3.


Tras leer el mensaje de Benedicto XVI para la Jornada Mundial de la Paz 2009 , es preciso destacar una vez más las repercusiones negativas que la situación de pobreza de poblaciones enteras acaba teniendo sobre la paz. Es una lección que no queremos aprender los humanos, cuando es un factor clarísimo que favorece o agrava los conflictos, incluidas las contiendas humanas. En consecuencia, el Papa se propone reflexionar sobre este factor, pues se trata de un problema que se plantea a la conciencia de la humanidad. Para ello, apunta Benedicto XVI, hay que considerar atentamente el fenómeno de la globalización, ya que frecuentemente en él sólo se quiere tener en cuenta lo que investigan economistas y sociólogos.

¿Para cuándo la dimensión espiritual y moral de la globalización? ¿Seguiremos pensando únicamente en una “ciencia” que debe regirse en su funcionamiento de forma exclusiva por leyes propias de naturaleza científica, en la que no debe incidir ninguna instancia valorativa externa, ya sea ética o de cualquier otro signo? Esa es la concepción más netamente neoliberal. No parece ir por ahí el papa Benedicto, cuando dice que «en las sociedades ricas y desarrolladas existen fenómenos de pobreza relacional, moral y espiritual: se trata de personas desorientadas interiormente, aquejadas por formas diversas de malestar a pesar de su bienestar económico. Pienso, por una parte, en el llamado “subdesarrollo moral” y, por otra, en las consecuencias negativas del “superdesarrollo”». ¿Acaso en las sociedades pobres el crecimiento económico no se ve frecuentemente entorpecido por impedimentos culturales, que no permiten utilizar adecuadamente los recursos?

Cuando no se considera al ser humano en su vocación integral, se desencadenan también dinámicas perversas de pobreza. Ésta no se debe, como tantas veces se nos decía, exclusivamente al crecimiento demográfico, cuya solución es reducir la natalidad. Son otras realidades las que producen las enfermedades pandémicas, la pobreza de los niños. No aceptamos la relación de causa/efecto que se da entre desarme y desarrollo; por eso es preocupante, dice el Papa, la magnitud global del gasto militar en la actualidad. La actual crisis alimentaria, por otra parte, se caracteriza no tanto por la insuficiencia de alimentos, sino por las dificultades para obtenerlos, por la falta de un entramado de instituciones políticas y económicas capaces de afrontar las necesidades y emergencias.

Está al alcance de todos los católicos y personas interesadas poder leer este mensaje del Papa para el 1 de enero, presentado además en nuestra Diócesis días antes de la Navidad. Se precisa, pues, para construir la paz, una globalización que tienda a los intereses de la gran familia humana, una fuerte solidaridad global, tanto entre países ricos y pobres, como dentro de cada país, aunque sea rico. Es preciso un “código ético común”, cuyas normas no sean sólo fruto de acuerdos, sino que estén arraigadas en la ley natural inscrita por el Creador en la conciencia de todo ser humano (cf. Rm 2,14-15).

Impresiona la seriedad de las palabras de Benedicto XVI en su mensaje de Navidad: «Si cada uno piensa sólo en sus propios intereses, el mundo se encamina a la ruina». El Papa pidió que la Luz de la Navidad brille en los lugares más desesperados del planeta, «donde se atropella la dignidad y los derechos de la persona humana; donde los egoísmos personales prevalecen sobre el bien común; donde se corre el riesgo de habituarse al odio fratricida y a la explotación del hombre por el hombre (...); donde el terrorismo sigue golpeando; donde falta lo necesario para vivir, donde se mira con desconfianza un futuro que se está haciendo cada vez más incierto, incluso en las naciones del bienestar». Como el Papa, hagamos de todos estos problemas petición al Niño recién nacido.