Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

Iglesia abierta a todos

18 de enero de 2009


Publicado: BOA 2009, 6.


El 18 de enero celebra la Iglesia universal la Jornada del Emigrante y el Refugiado. Quiere ser una exhortación a sentir en lo hondo la situación de dificultad que tantos emigrantes y refugiados tienen. Benedicto XVI escribe para esta Jornada un texto claro a los católicos , que nos impulsa a vivir este problema con el corazón abierto. Sabemos que los problemas que afectan a los emigrantes son, en primer lugar, responsabilidad de los poderes públicos, pues son ellos los que han aceptado que personas de otros países hayan venido al nuestro, en muchas ocasiones para resolver la falta de mano de obra en tareas que los españoles han abandonado. Así fue hasta la llegada de la crisis económica. La comunidad eclesial, sin embargo, queda afectada, pues es parte de esa sociedad española en la que viven estos emigrantes.

Pero no todo es asunto de trabajo, empleo, atención primaria, que también y en gran medida hace la Iglesia católica en Valladolid con sus organizaciones, como Cáritas, Red Íncola, ONG católicas, etc., junto a otras muchas instituciones humanitarias. Se trata de acoger a la persona en su totalidad y acercarse a la realidad de sus alegrías, sus tristezas y nostalgias, su dolor y su angustia, y también su esperanza de un futuro mejor. Es lo que desea la todavía joven Delegación diocesana de Migraciones, abierta a todos los emigrantes, pero sobre todo a los católicos venidos de otros países, algunos tan cercanos a nosotros como los hispanoamericanos. Esta Delegación diocesana, sin embargo, no está para hacer proselitismo católico; está para hacer un servicio integral a la persona, que en tantísimos casos, eso sí, es religiosa.

Para los que no sean católicos, pero sí cristianos, con todo respeto ofrece la comunión espiritual de la fe común en Cristo; para los que profesen una religión no cristiana, ha de crear vínculos basados en el único Dios verdadero. Para los católicos emigrantes es preciso hacer algo muy importante: que se sientan en su casa, la Iglesia católica, y se integren en las comunidades parroquiales con todos los derechos, aunque cueste un tanto no vivir con todo su calor las legítimas tradiciones religiosas que de un lugar a otros difieren. Todos tenemos que hacer un esfuerzo.

El Papa, en su mensaje para esta Jornada, aborda, por ello, un tema importante, fijándose en la figura de san Pablo, Apóstol de los pueblos, “emigrante por vocación”. Él, guiado por el Espíritu Santo, se prodigó sin reservas para que se anunciara a todos, sin distinción de nacionalidad ni de cultura, el Evangelio, que es «fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree: del judío primeramente y también del griego» (Rm 1,16). Recuerda el Papa cómo san Pablo, al escribir sus cartas, muestra un modelo de Iglesia no exclusiva, sino abierta a todos, formada por creyentes sin distinción de cultura y de raza, pues todo bautizado es miembro vivo del único cuerpo de Cristo. Ese mensaje hace bien incluso al que no es cristiano, y no tenemos por qué ocultarlo.

Desde el que es Padre, que nos tiene como hijos a todos, ¿cómo no hacernos cargo de las personas que se encuentran en penurias o en condiciones difíciles? ¿Cómo no salir al encuentro de las necesidades de quienes, de hecho, son más débiles e indefensos, marcados por la precariedad e inseguridad, marginados, a menudo excluidos de la sociedad? Son palabras de Benedicto XVI, que nos exhorta a que la Jornada del 18-1-2009 sea «para todos un estímulo a vivir en plenitud el amor fraterno sin distinciones de ningún tipo y sin discriminaciones, con la convicción de que nuestro prójimo es cualquiera que tiene necesidad de nosotros y a quien podemos ayudar» (cf. Deus caritas est, 15) .