Comisión de las Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea (COMECE)

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Comunicado final

I Jornadas Sociales Católicas para Europa 2009

La solidaridad es el futuro de Europa

11 de octubre de 2009


Temas: Europa y solidaridad.

Publicado: Web http://85.118.245.124/social/documentos/doctrinasocial/polonia2009.html; BOA 2009, 369.


«La solidaridad es el futuro de Europa». «(...) y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones» (Jl 2,28).

1. Los disparos efectuados el 1-9-1939 en la Westerplatte significaron el principio del conflicto más sangriento de la historia, causando la pérdida de más de 60 millones de vidas humanas. De los esfuerzos de reconciliación que siguieron a la tragedia nació un proyecto de paz, de libertad y de progreso conocido hoy en día como Unión Europea.

Setenta años más tarde, las primeras Jornadas Sociales Católicas para Europa reunieron delegaciones de 29 países europeos en Gdansk. Esta es la ciudad donde la lucha mantenida por obreros e intelectuales para devolver al trabajo su dimensión humana y social abrió el camino hacia la caída del telón de acero y la reunificación europea.

Aquí, en Gdansk, durante lo que esperamos sea solamente el primero de muchos encuentros de este tipo, se reflexionó sobre el sentido de la solidaridad y su futuro en Europa. Encontrando nuestra inspiración en el Evangelio y en la enseñanza social de la Iglesia católica, expresamos propuestas para la promoción del bien común en Europa.

2. Creemos que nuestra generación tiene el reto de renovar una “estrategia del bien común” fundada en el principio: «Servíos por amor los unos a los otros» (Gal 5,13). Este principio supone que las instituciones públicas, entre ellas el Estado, dejen a los agentes sociales unos márgenes de autonomía para la acción, que promuevan las relaciones sociales y que permitan a cada uno, de esta manera, realizarse plenamente. Esto puede llegar a ser así si nuestras instituciones están inspiradas por los principios de solidaridad y de subsidiaridad.

Esta estrategia solamente puede funcionar en el marco de una democracia justa, con el compromiso responsable de cada uno. Los comportamientos egoístas, el utilitarismo y el materialismo deben dejar sitio al compartir, como ha puesto de manifiesto la crisis económica actual. El principio de solidaridad debe guiar desde hoy nuestras actividades económicas. La dignidad inalienable de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural debe ser respetada, como deben ser plenamente respetados el extranjero que llega a nuestras puertas y las generaciones futuras.

Vivimos en sociedades que han desarrollado de una manera excesiva la conciencia de los derechos individuales, hasta el punto de pretender que el individuo no tiene más responsabilidad que él mismo. Queremos subrayar que la solidaridad es un deber para cada uno de nosotros y que sólo con esta condición evitaremos la arbitrariedad en el campo de los derechos individuales.

No temamos: la solidaridad está basada en nuestro porvenir común. Algunos soñaron con la unidad de Europa. Fue la esperanza de muchos. Hoy en día, es nuestro deber asegurarnos de que siga sirviendo los objetivos de una solidaridad global. Y debemos intentar no caer en la apatía y en un nuevo nihilismo. Necesitamos poner nuestra confianza en la capacidad creativa de los hombres para construir una Europa fundada en estos valores.

3. Pensamos que la solidaridad implica un compromiso personal y colectivo en tres direcciones principales que queremos resumir de la siguiente manera:

Solidaridad entre las generaciones:

  • promover y proteger el modelo familiar basado en el matrimonio de un hombre con una mujer, y crear las condiciones que permitan a los padres criar niños y armonizar vida familiar y vida profesional;
  • poner en marcha una política común europea sobre la inmigración y el derecho de asilo, reconociendo la dignidad humana de los migrantes y, por lo tanto, los derechos y los deberes que constituyen la base de su integración; y
  • reorientar nuestros modos de vida personales y el crecimiento económico con el fin de reducir nuestro impacto ecológico y, de una manera general, el consumo de los recursos naturales no renovables, con el fin de legar a las generaciones futuras un planeta habitable.
  • Solidaridad en el seno de Europa:

  • poner la economía al servicio de todos, reconociendo el valor del trabajo humano en todas sus formas, asalariado o voluntario, caritativo o no; adaptar la economía social de mercado que conocemos en Europa a los nuevos retos;
  • proteger a los más vulnerables, mejorar la justicia social y la igualdad de oportunidades para todos en nuestras sociedades, tomando medidas eficaces para reducir la pobreza y la exclusión; y
  • promover una política de regulación del sistema financiero a nivel comunitario y contribuir a la puesta en marcha de estructuras eficientes de gobernabilidad internacional en este campo.
  • Solidaridad entre Europa y el Mundo:

  • mantener las promesas hechas a los países en vías de desarrollo, y promover el codesarrollo con los países más pobres y en particular con los del continente africano;
  • seguir el desarrollo de las prácticas de comercio justo, tanto a nivel nacional como europeo; y
  • promover la paz y la justicia, basada en el respeto de la dignidad humana, el respeto de los derechos del hombre y en particular la libertad religiosa.
  • Para alcanzar plenamente estos objetivos será necesario fijar los correspondientes presupuestos públicos, tanto a nivel nacional como comunitario.

    Llamamos a todos los ciudadanos europeos que comparten estas propuestas a implicarse personalmente en su realización y a asumir sus responsabilidades políticas al nivel que corresponda.

    4. El llamamiento a promover el desarrollo integral de las personas y de los pueblos es parte de nuestra vocación.

    Los cristianos estamos abiertos a la transcendencia. Estamos aquí para acoger el don de la fraternidad y de la confianza en la providencia de Dios, ofreciéndonos como instrumentos de esta providencia, aunque ello suponga sacrificios personales.

    Europa necesita hombres y mujeres educados en la fe, listos para acercarse a su prójimo en nombre de Jesucristo, y comprometidos en construir juntos relaciones e instituciones de solidaridad, al servicio de los hombres de hoy, pensando en las generaciones futuras. Queremos seguir con el diálogo y el trabajo común con los hombres y las mujeres de otras convicciones para el bien común.