{\sc Administrador Diocesano} \\ Administrador Diocesano

Imprimir A4  A4x2  A5  

Carta

Beatificación del P. Bernardo Francisco de Hoyos, S. J.

7 de marzo de 2010


Publicado: BOA 2010, 57.


  • Introducción
  • 1. ¿Quién es el Padre Bernardo F. de Hoyos?
  • 2. ¿Qué es la Gran Promesa?
  • 3. ¿Por qué una beatificación?

    |<  <  >  >|

    Queridos hermanos: En la espera de un nuevo arzobispo para nuestra Archidiócesis de Valladolid, me dirijo a todos vosotros, queridos diocesanos, ante la pronta beatificación de nuestro paisano, el sacerdote jesuita Padre Bernardo Francisco de Hoyos.

    Se trata de un gozoso acontecimiento eclesial y de una responsabilidad histórica para nuestra Archidiócesis, que espera de nosotros una respuesta generosa y agradecida. Damos gracias a Dios Padre por la vida del P. Hoyos, por su testimonio de santidad y por su misión en el anuncio y difusión del amor de Dios, manifestado en el Corazón de Cristo. Nuestra presencia y participación en la próxima beatificación será también un hermoso signo de comunión eclesial en este momento de gracia para nuestra Iglesia particular que peregrina en Valladolid.

    Me permito recordaros unas breves ideas sobre la vida y la misión del Siervo de Dios, que nos sirvan de preparación para el gran acontecimiento de su beatificación.

    1. ¿Quién es el Padre Bernardo F. de Hoyos?

    |<  <  >  >|

    La vida de Bernardo Francisco de Hoyos está vinculada especialmente a personas y lugares de Valladolid.

    Nacido en Torrelobatón

    Bernardo Francisco de Hoyos y Seña nace el 21-8-1711 en Torrelobatón, y es bautizado en la parroquia de su localidad natal el 5 de septiembre. Vive los primeros años de su vida en familia, en la que es educado por su madre en una profunda piedad cristiana. A los 9 años es confirmado, el 23-5-1720, por el obispo palentino Francisco de Ochoa; y con apenas 10 años se traslada a casa de una tía suya en Medina del Campo, para estudiar en el Colegio de San Pedro y San Pablo de dicha localidad.

    Estudios en Villagarcía de Campos

    Prosigue sus estudios (1721-1726) en el colegio jesuítico de Villagarcía de Campos e ingresa en el noviciado de la Compañía de Jesús el 11-7-1726, cuando iba a cumplir 15 años. Son años de una verdadera iniciación a la vida espiritual, caracterizada por el cuidado de la comunión eucarística, la práctica de la penitencia, la lectura de libros espirituales, la visita a enfermos del pueblo y la ayuda a los pobres. Conoce la vida de los santos jóvenes jesuitas san Luis Gonzaga, san Estanislao de Kostka, pero se identifica, sobre todo, con san Juan Berchmans, que será desde entonces su modelo a seguir.

    Estancia en Medina del Campo

    Al finalizar el tiempo de noviciado, en octubre de 1728, comienza el trienio de estudios de filosofía en el Colegio de San Pedro y San Pablo de Medina del Campo. En este tiempo destaca por su inteligencia y aplicación al estudio; tanto que en junio de 1731, con menos de 20 años, defiende públicamente las tesis de filosofía en acto académico solemne por designación de sus profesores. Son años también de purificación interior. Personalmente lucha para combatir la vanidad en los detalles de la vida diaria del estudiante. No le falta sufrimiento por ciertos problemas familiares, experimenta la desconfianza de sus superiores, afronta la tentación de la tristeza y hasta la desconfianza en Dios. El año 1726 fue particularmente de prueba para él. Fruto de esta experiencia de purificación interior escribe el tratado titulado Ímpetus del amor divino, en el que descubre los sufrimientos como gracias espirituales que ayudan a madurar el espíritu.

    Últimos años en Valladolid

    En 1731 ingresa en el Colegio de San Ambrosio de Valladolid, a los 20 años, y comienza el cuatrienio de estudios teológicos. En sus cinco años como jesuita había vivido ya un itinerario espiritual fascinante.

    Del 3 de mayo al 12 de junio de este año comienza un tiempo de revelaciones del mismo Cristo, que le muestra el misterio de su amor misericordioso en el símbolo de su propio Corazón. Es el tiempo de su consagración personal al Corazón de Jesús y el inicio de la propagación de su culto en España.

    En 1734 despliega una intensa actividad para propagar el culto al Sagrado Corazón de Jesús. Al finalizar el año, en su cuarto curso de teología, recibe las órdenes del subdiaconado (18-12-1734), del diaconado (31-12-1734) y el 2-1-1735 es ordenado presbítero por el obispo de Valladolid en el actual Palacio de Fabio Nelli, entonces residencia episcopal. Celebra su primera misa el 6-1-1735 en la Capilla del Colegio de San Ignacio de Valladolid, actual Parroquia de San Miguel.

    Siendo ya sacerdote, organizó la primera novena pública en honor del Corazón de Jesús en España en junio de 1735 en la capilla de las Congregaciones de la iglesia de San Ambrosio de Valladolid. Mandó hacer un cuadro del Corazón de Jesús que estuvo expuesto durante la novena, con gran afluencia de público.

    En septiembre de este año se traslada al Colegio de San Ignacio para realizar la última etapa de su formación, un año dedicado más intensamente a la vida espiritual (Tercera Probación). A los dos meses y medio siente los primeros síntomas del tifus y muere el 29-11-1735, a los 24 años de edad. Fue enterrado en la actual Parroquia de San Miguel, donde su tumba era muy visitada por los fieles.

    En 1767 el rey Carlos III expulsa a los jesuitas de España y el templo está cerrado siete años. Posteriormente se habilita para parroquia, y al limpiar las tumbas, para poder enterrar a los parroquianos, desaparece la memoria de las reliquias del futuro Beato.

    2. ¿Qué es la Gran Promesa?

    |<  <  >  >|

    La espiritualidad del Corazón de Jesús hunde sus raíces en el Evangelio, y, a través de los santos Padres y escritores místicos medievales, llega a la Edad Moderna. Era privilegio de algunas almas selectas, pero desconocida por la mayoría del pueblo cristiano.

    El Señor elige a una humilde religiosa para llamar la atención a la Iglesia sobre este inestimable tesoro. En 1675, en la ciudad francesa de Paray-le-Monial, Margarita María de Alacoque escucha del mismo Cristo aquellas palabras que, años más tarde, impactarán al P. Hoyos: «He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres, que nada ha escatimado hasta consumirse y agotarse por ellos, y de la mayor parte no recibe sino ingratitudes y menosprecios... Tú, al menos, ámame».

    Además, el Señor pedía a esta religiosa que se instituyera en la Iglesia una fiesta para honrar su Corazón. Pero... ¿cómo realizar esta tarea? Ese mismo año era destinado a la residencia jesuítica de Paray-le-Monial un joven llamado Claudio de la Colombière, que ayudará a santa Margarita a cumplir su cometido. Años más tarde, este hombre estará en Lyon como padre espiritual de los estudiantes jesuitas, entre los que se encontraba Josef Gallifet, que se siente entusiasmado con la devoción al Corazón de Jesús, predicada por el P. Claudio de la Colombière.

    Con el tiempo, el jesuita Gallifet escribe el primer libro sobre el Corazón de Jesús en latín, sufragado por el rey Felipe V de España. Un ejemplar de ese libro llega a la biblioteca del Colegio de San Ambrosio de Valladolid.

    La Gran Promesa: «Reinaré en España...»

    Un año antes de estudiar teología el P. Hoyos, abandonaba el Colegio de San Ambrosio un jesuita llamado Agustín de Cardaveraz que, recién ordenado sacerdote, era destinado al colegio de Bilbao. El año de 1733 le piden que predique la fiesta del Corpus Christi en Bilbao. Se acuerda del libro del P. Gallifet, donde venían datos sobre la institución de esta fiesta. Escribe al P. Hoyos pidiéndole que lo lea y le envíe un extracto del libro.

    La carta llega a Valladolid el 3-5-1733. El P. Hoyos busca el libro y cuando comienza a leerlo descubre la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, que hasta entonces desconocía. Así lo describe el protagonista a su director espiritual, el P. Loyola: «Saqué de la librería este tomo el domingo (3 de mayo). Yo, que no había oído jamás tal cosa, empecé a leer el origen del culto del Corazón de Jesús, y sentí en mi espíritu un extraordinario movimiento fuerte, suave y nada arrebatado ni impetuoso, con el cual me fui luego al punto delante del Señor Sacramentado a ofrecerme a su Corazón, para cooperar cuanto pudiese, a lo menos con oraciones, a la extensión de su culto.

    No pude echar de mí este pensamiento hasta que, adorando la mañana siguiente (4 de mayo) al Señor en la hostia consagrada, me dijo clara y distintamente que quería, por mi medio, extender el culto de su Corazón sacrosanto para comunicar a muchos sus dones...».

    Hasta ese momento, la devoción al Corazón de Jesús en España era prácticamente desconocida. El 14-5-1733, fiesta de la Ascensión del Señor, estando con los demás estudiantes en el presbiterio de la capilla, a un lado del altar, ocurre lo siguiente:

    «Después de comulgar, tuve la misma visión del Corazón... Diome a entender que no se me daban a gustar las riquezas de este Corazón para mí solo, sino para que por mí las gustasen otros. Y pidiendo esta fiesta (del Corazón de Jesús) en especial para España, en que ni aun memoria parece que hay de ella, me dijo Jesús: “Reinaré en España y con más veneración que en otras partes”».

    Bernardo de Hoyos recibe una promesa del mismo Cristo: «Reinaré en España y con más veneración que en otras partes». ¿Qué significa esto? Los biógrafos contextualizan el sentido de la Promesa diciendo que el P. Hoyos es el instrumento por cuyo medio Dios quiere dar a conocer a otros las riquezas del Corazón de Cristo y los valores de su Reino.

    La Gran Promesa no es un privilegio o favoritismo del Corazón de Jesús a favor del pueblo español. Jesús no hace distinciones de pueblo, raza o nación. La Gran Promesa encomienda al P. Hoyos extender el reinado de Cristo, especialmente en el territorio hispano, que en aquel entonces (1733) comprendía la España actual más Hispanoamérica y Filipinas.

    La Basílica de la Gran Promesa de Valladolid es el lugar que evoca este encuentro espiritual de la vida del P. Hoyos, y es para nosotros un lugar de gracia para todos los que allí se acercan. La enorme imagen del Corazón de Jesús, tallada hermosamente por Félix Granda, nos recuerda el amor misericordioso de Jesucristo comunicado al P. Hoyos en la contemplación de su divino Corazón.

    Primer apóstol del Corazón de Jesús en España

    El P. Bernardo de Hoyos es un místico. Es un joven que tiene experiencia personal de Dios, no con una finalidad individualista o pietista, sino con una clara finalidad evangelizadora “para los demás”: Difundir lo que él ha experimentado. Esta es la tarea de todo discípulo y apóstol de Jesucristo: «Lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos» (1Jn 1,3).

    Bernardo de Hoyos, estudiante de teología con 22 años, sin experiencia en el mundo ni trato de gentes, se siente pequeño («quedé algo turbado, viendo la improporción del instrumento y no ver medio para ello»), pero, persuadido de esta encomienda, se entrega a la tarea de extender esta magnífica devoción por toda España. Lo primero que hace es consagrarse él mismo al Corazón de Jesucristo (12-6-1733). Después pergeña un plan de actuación para difundir esta devoción: buscar hombres, sobre todo hermanos jesuitas y religiosas orantes; escribir libros, y a través del P. Loyola escribe Tesoro escondido (21-10-1734); ganarse al pueblo, a través de gran cantidad de estampas y novenas del Sagrado Corazón de Jesús; fundar cofradías entre los fieles ayudado por los misioneros populares, que recorrían toda España; interesar a personas influyentes, por ejemplo, a los obispos y a la familia real. Por eso, el P. Hoyos es también un apóstol, un enviado que recibió un encargo de parte del Señor y entregó su vida para cumplirlo. Difundir la devoción del Sagrado Corazón de Jesús significa difundir el amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, a toda la humanidad. Y esta misión encomendada en primer lugar al futuro Beato es también responsabilidad nuestra, de los católicos vallisoletanos, porque aquí aconteció este encuentro y promesa, porque aquí comenzó esta misión “evangélica”.

    3. ¿Por qué una beatificación?

    |<  <

    La beatificación es una declaración hecha por el papa, en la que reconoce que un siervo de Dios vivió una vida de santidad, bien por el ejercicio de las virtudes cristianas en grado heroico, bien por su martirio. Pero, ¿por qué se beatifica ahora a una persona de hace tanto tiempo? Es la pregunta que se hacen algunas personas que consideran al P. Hoyos una figura poco actual, al conocer la noticia de su beatificación.

    Una antigua causa

    En 1767, el rey Carlos III expulsa a los jesuitas de España, y la Compañía será suprimida seis años después por el papa Clemente XIV. Hasta que no es restaurada por el papa Pío VII, los jesuitas no tienen la paz necesaria para introducir el proceso de beatificación del P. Bernardo de Hoyos.

    El 17-10-1895, unos días antes de ser creado cardenal, D. Antonio María Cascajares, arzobispo de Valladolid, abre el proceso diocesano, que se clausura a finales de siglo, iniciándose entonces el proceso apostólico en la Santa Sede. Al carecer de testigos contemporáneos de los hechos se exige una investigación histórica. La Primera Guerra Mundial y la Guerra Civil Española obstaculizan el seguimiento del proceso. Y es el papa Juan Pablo II quien reconoce las virtudes heroicas del siervo de Dios P. Hoyos, y da comienzo el examen de los milagros.

    En 1933, con motivo del III Centenario de la Promesa, se erige en templo expiatorio la actual Basílica de la Gran Promesa del Corazón de Jesús, aumentando considerablemente el conocimiento de la vida y mensaje del P. Hoyos.

    El milagro aprobado por Benedicto XVI en 2009, de entre los muchos presentados, es un hecho ocurrido en Macotera (Salamanca) el 22-4-1936: la curación instantánea y radical de Mercedes Cabezas Terrero, que padecía una tumefacción endoabdominal.

    Valladolid, 18 de abril de 2010

    El papa Benedicto XVI ha recuperado la antigua tradición de celebrar las beatificaciones en la diócesis donde ha muerto el beato y se ha iniciado el proceso de beatificación, ya que los beatos reciben un culto local; mientras que reserva las canonizaciones para la ciudad de Roma, porque el culto de los santos se propone para toda la Iglesia universal.

    Más allá de los aspectos históricos, culturales y hasta económicos de un evento como este para nuestra ciudad, se trata de un verdadero acontecimiento de fe. La ciudad de Valladolid es conocida, entre otras muchas cosas, por la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. El Santuario es un lugar esencial en la vida y espiritualidad del P. Hoyos y desde donde se propaga esta devoción por toda España, Hispanoamérica y Filipinas.

    ¡Cuántas congregaciones religiosas, asociaciones católicas, cofradías y organizaciones eclesiales vinculadas al Sagrado Corazón de Jesús! ¡Cuántos monumentos al Sagrado Corazón de Jesús esparcidos por ciudades, montes y aldeas! ¡Cuántas imágenes veneradas en iglesias, ermitas y en nuestras propias casas!

    Pido a todos, queridos hermanos, que sepamos ponderar la importancia de esta celebración eclesial, que sepamos aprovechar este momento de gracia que nos regala el Señor y participemos en este acto eclesial e histórico, pues en los más de 400 años de nuestra Diócesis nunca se ha celebrado en ella una beatificación.

    Al contemplar la vida y la misión del P. Bernardo de Hoyos tenemos que ver en él una figura tremendamente actual, que nos guía hasta Cristo, hasta el Corazón amoroso de Cristo que es el signo o símbolo del amor de Dios. El corazón en la cultura occidental es el centro de la persona. El Corazón de Cristo muestra el centro y núcleo de su ser: el amor misericordioso de Dios para todos, especialmente para los más desfavorecidos, necesitados y débiles.

    Pienso, ahora, en ellos, en los más pobres, en los que sufren, en los que no son queridos. Ellos entenderán bien el mensaje del P. Hoyos, porque habla del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.

    Pienso en los jóvenes, que pueden encontrar en el P. Hoyos un modelo de energía y entusiasmo para creer y luchar por nobles ideales.

    Pienso en las familias cristianas; que no decaigan en la noble tarea de educar a sus hijos en los valores del evangelio. El fruto de sus esfuerzos madurará en sus hijos, como en el P. Hoyos.

    Pienso en los hombres y mujeres consagrados al Señor en la vida religiosa, de los que tanto hemos de aprender todos, por su entrega y disponibilidad al servicio del Reino de Dios. Especialmente quiero recordar a la querida Compañía de Jesús, a sus hijos conocidos, pero también a otros muchos anónimos, que han regado con su fe y amor el campo de la Iglesia universal y nuestra Iglesia diocesana.

    Pienso en los seminaristas y novicios que desde esos años fundamentales de su vida han de forjarse en el profundo y verdadero amor de Dios, como el joven Bernardo de Hoyos, para no decaer nunca en la misión futura.

    Pienso, finalmente, en vosotros, queridos sacerdotes, que mantenéis vivo el fuego de la fe y del amor de Dios en parroquias, comunidades cristianas y fieles. La providencia ha querido que la Beatificación del P. Hoyos coincida con la celebración del Año Sacerdotal, y hemos de saber valorarlo.

    Queridos hermanos, ¡que el pronto beato Padre Hoyos nos guíe a todos con su ejemplo e intercesión para experimentar el amor misericordioso que encontró en el Corazón Sagrado del Salvador!

    En Valladolid, a 7 de marzo de 2010, Tercer Domingo de Cuaresma.

    Félix López Zarzuelo, Administrador Diocesano de Valladolid