Arzobispo
Ricardo Blázquez Pérez

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Carta

Navidad 2010

El Señor te bendiga y te proteja

23 de diciembre de 2010


Publicado: BOA 2010, 434.


En el marco de Navidad celebramos algunas fiestas que recuerdan circunstancias importantes del nacimiento de Jesús. Ante todo la fiesta de Santa María Madre de Dios, que gestó en sus entrañas virginales al Salvador y lo alumbró como Luz del mundo, el día 1 de enero, a los ocho días de Navidad. Jesús nació en el seno de una familia, la constituida por María y José; por ello celebramos en este contexto navideño la fiesta de la Sagrada Familia, modelo de la familia cristiana. Otra circunstancia: En torno a la cuna del Niño de Belén fue anunciada por los ángeles la paz a los hombres de buena voluntad; por este motivo el día primero de año, desde el pontificado de Pablo VI, celebramos la Jornada Mundial por la Paz; el mensaje para este año trata sobre la libertad religiosa, camino para la paz . Jesús nació en un establo y fue recostado en un pesebre, ya que para ellos no había sitio en la posada de Belén; nació como un pobre y un marginado; en estas fiestas, consiguientemente, los cristianos debemos aprender a abrazar la pobreza evangélica, a ser solidarios unos con otros y a combatir la pobreza deshumanizadora que va contra el designio de Dios. La fiesta de Navidad emite, por tanto, luz sobre diversas realidades fundamentales de la humanidad y de la Iglesia.

Detengámonos hoy en el hecho de haber nacido el Salvador en una familia. La familia es vital para toda persona. ¿Qué sería nuestra vida sin la familia donde hemos sido esperados, hemos sido recibidos con amor al nacer, hemos crecido en un ambiente de cariño, desvelos y paz; y desde la cual hemos despegado para insertarnos como adultos en la vida social? La fiesta de la Sagrada Familia es una oportunidad para agradecer a Dios el don de nuestra familia, y para agradecer a nuestros padres el calor con que nos rodearon desde el principio. En medio de nuestra sociedad, que por una parte aprecia a la familia y por otra la desprotege e incluso maltrata, la Iglesia quiere ser una vigorosa llamada a favor de la familia, para que la cuidemos y la defendamos. El progreso de una sociedad, de un pueblo y de una cultura, en gran medida depende de la familia. No son equivalentes la auténtica familia y otras formas de convivencia afectiva y sexual de personas, sin reparar en el sexo o en la forma jurídica del matrimonio.

Comprendemos que las familias, que nuestras familias, pueden atravesar situaciones difíciles, ante las cuales no debemos rendirnos, sino resistir y buscar soluciones adecuadas. En el interior del matrimonio pueden surgir desavenencias y hasta crisis profundas, superadas las cuales agradecen los esposos el esfuerzo empleado. Existe el peligro de que las facilidades legales para el divorcio favorezcan la inestabilidad del matrimonio. El equilibrio personal de los cónyuges tiene mucho que ver con la solidez del matrimonio como institución. Bien saben los padres que el mejor regalo que pueden hacer a sus hijos es el de su hogar de esposos unidos en el amor, el perdón y la fidelidad paciente. Hay también situaciones en que las enfermedades nos ponen a prueba y nos piden sacrificarnos unos por otros, y apoyarnos todos en Jesucristo, que padeció, murió y resucitó por nosotros. En las crisis laborales, sociales y económicas, la familia es un baluarte importantísimo, que si quedara desguarnecido traería consecuencias muy graves también en la protección social, dejándonos en la mayor intemperie. La sociedad debe hacer también constantes esfuerzos para armonizar el trabajo profesional y la vida de familia. A la Sagrada Familia llevamos los gozos y alegrías, los sufrimientos y las incertidumbres de todas las familias. La familia está en el centro donde convergen cuestiones éticas, culturales, sociales y laborales. Es un lugar muy sensible donde se puede auscultar la salud o el deterioro, la esperanza o la preocupación de la sociedad.

Muchas veces, en los instrumentos de la opinión pública y en la cultura ambiente, se tacha a la familia constituida por los esposos y sus hijos como familia tradicional, en el sentido negativo de trasnochada y anacrónica, como si el progreso comportara su superación y la aceptación de los llamados “modelos” de familia, que no pueden ser alternativos de lo que es la familia sin más, la que los novios al contraer matrimonio también desean. ¡Que la fiesta de la Sagrada familia, celebrada solemnemente por la Iglesia, nos recuerde a todos en qué consiste la familia; que demos gracias a Dios por ella y sea presentada como buena noticia para todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo! No es acertado que cada persona decida qué tipo de matrimonio y familia constituir, ya que estas realidades existen previamente a la elección personal, sostienen en las oscuridades y orientan éticamente en el presente y en la configuración del futuro. «Europa ya no sería Europa si esta célula básica de la construcción social desapareciera o fuera sustancialmente transformada» (Benedicto XVI). La celebración de la fiesta de la Sagrada Familia es un aldabonazo que nos recuerda que la familia es célula viva de la sociedad y esperanza de los pueblos de Europa.

Felicito cordialmente a todos y cada uno estas fiestas de Navidad, Sagrada Familia y Año Nuevo 2011. Tomo de la Liturgia unas palabras que me parecen muy adecuadas para expresaros mi deseo de felicidad y bienestar, de mutua solidaridad y convivencia pacífica: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz» (Nm 6,24-26).