Arzobispo
Ricardo Blázquez Pérez

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Alocución

Encuentro con la Comunidad jesuita
de Villagarcía de Campos

29 de abril de 2011


Temas: Compañía de Jesús (Iglesia-Papa y fe en Dios) y Jornada Mundial de la Juventud 2011.

Publicado: BOA 2011, 176.


Agradezco la invitación que se me ha hecho para este encuentro. He aceptado y vengo como obispo y amigo. Doy gracias a Dios por vuestra trayectoria histórica, espiritual, teológica y misionera; yo mismo he podido beneficiarme del magisterio teológico de profesores y escritores jesuitas, que maduró en la dedicación paciente y en el sentido de la fe cristiana vivido en la Iglesia; lo mismo puede decirse a propósito de los directores de ejercicios espirituales; de los jesuitas que han acompañado el origen de órdenes religiosas; de orientaciones teológico-pastorales. Hay muchas tareas que entran en el campo de la misión aquí o en lugares distantes: fundación de colegios, diálogo con el marxismo y la ciencia, las ONG, medios de comunicación, etc.

Yo personalmente me reconozco deudor de la Facultad de Teología de la Universidad Gregoriana y de muchos teólogos individuales. Os quiero también mostrar mi gratitud y afecto, mi confianza y solidaridad con las pruebas y disminuciones, con los distanciamientos y rechazos que podáis padecer. Espero con vosotros, de vosotros, para vosotros y a favor de todos. Me alegró mucho la confianza que os expresó Benedicto XVI al comienzo de su ministerio petrino . La confianza ofrecida y la confianza mostrada se refuerzan mutuamente. En este marco de actitudes, me permito hacer algunas reflexiones, que en el diálogo vosotros precisaréis, corregiréis y completaréis. Me atengo en la medida en que las he entendido a las sugerencias del P. Provincial.

a) Jesús de Nazaret, pp. 337-338. Son las últimas páginas del reciente libro del Papa. Habla el Papa de la Ascensión del Señor, y de “venidas intermedias” suyas en la Palabra y en los Sacramentos, particularmente en la Eucaristía, a través de acontecimientos y personas, etc. Y particularmente viene a través de modalidades que hacen época; por ejemplo, personas y fundaciones, entre las cuales cita a san Ignacio de Loyola y a san Francisco Javier. ¿Están vivas estas irrupciones del Espíritu del Señor? No hay duda de que hay acontecimientos internos o externos a la Iglesia que producen una profunda alteración en la manera de vivir y trabajar apostólicamente estos carismas, y se requiere un cierto tiempo hasta que la vitalidad original de los mismos halle una manifestación adecuada tanto a la inspiración originaria como a la misión en la época concreta. La Iglesia necesita vuestro carisma hoy como ayer.

b) «El sentido verdadero que en la Iglesia militante debemos tener» (Ejercicios Espirituales, nn. 352-370). Ignacio nombra a la Iglesia cinco veces en los Ejercicios Espirituales, y siempre bajo el aspecto de la autoridad suprema cuyos mandatos conviene obedecer y dentro de cuyos límites se debe mover la vida del cristiano. En esto se ve la limitación de la teología del tiempo por lo que se refiere a la Iglesia (cf. Santiago Arzubialde, Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Historia y análisis, Bilbao-Santander 1991, p. 809).

La realidad de la Iglesia es más amplia y también la comunión eclesial, pero la atención, la obediencia y la colaboración con el papa concentra, sintetiza y expresa visiblemente la comunión y el sentido de la Iglesia. La relación con el papa muestra la sintonía con la Iglesia; es como criterio y espejo del sentido verdadero de Iglesia.

El Espíritu del Señor no se halla fuera de la encarnación del Hijo de Dios, y por ello orienta el impulso espiritual hacia la Iglesia. No cabe “desencarnación” de la actuación del espíritu. O con otras palabras: «No puede darse un amor personal a Jesús que no sea, al mismo tiempo, fidelidad a la realidad histórica en que este se halla encarnado: la Iglesia jerárquica guiada por el Espíritu. Ignacio va a ver ahora a la Iglesia desde dentro, desde su amor personal a Cristo, desde su etapa romana de conversión a la eclesialidad y desde su experiencia personal de Pentecostés» (ibíd., p. 811). «Ignacio formula el amor y la obediencia a la Iglesia como una consecuencia necesaria de su amor personal a Cristo. La ve a ella desde el amor que siente por la humanidad de Jesús y desde la experiencia de Cristo pascual, exaltado a la derecha del Padre, pero encarnado en la comunidad eclesial» (ibíd., p. 815). «Los Primeros Compañeros se deciden por la obediencia, que habrá de construir la esencia íntima de la Orden, porque reconocen esta relación del Espíritu y la Iglesia» (ibíd., p. 817). De modo que seguimiento de Jesús, obediencia al Espíritu de Dios y comunión con el papa están unidos. Esta conexión va a influir en la reforma que Ignacio llevará a cabo, en la renovación interna de la Iglesia (cf. ibíd. pp. 834-836), con los problemas que entonces se discutían y con los de hoy; también con los sufrimientos que entonces tuvo que soportar Ignacio y con los que en nuestros días o un poco antes soportó, por ejemplo, el bendito P. Henri de Lubac.

La comunión con el papa como vicario de Cristo, en que se concentra la comunión de los cristianos en el Cuerpo de Cristo, es un distintivo y manifiesta la genuinidad del carisma de Ignacio. Esto comporta amor, confianza, obediencia, fe, madurez, respeto, colaboración, evitación de crítica despectiva que fomente el debilitamiento de la comunión. Yo voy llegando a la convicción, apoyado en la teología y en la experiencia pastoral, de que al margen de la comunión humilde y sincera con el papa peligra la auténtica fecundidad apostólica. Ya se sabe que el papa es hombre, y por tanto limitado, y que la historia está plagada de errores, cortedad de miras y hasta prepotencia. Debemos ciertamente hablar cuando haya que hablar, por los cauces que se deba, con la libertad del Espíritu y con la comunión en el Señor. En este sentido es muy importante sintonizar, sentir con, estar en comunión cordial y efectiva con el portador del ministerio de Pedro, al margen de preferencias personales; a veces las pruebas purifican la obediencia y acrisolan el carisma. No se trata, por supuesto, de ir salvando tácticamente la piel y de aguardar como se pueda tiempos más propicios. El papa es el centro de comunión en la fe, el amor y la misión, y nosotros estamos dispuestos a ser edificados por él en el cuerpo de la Iglesia.

c) Buscar ante todo la gloria de Dios y la salvación del alma. «El hombre ha sido criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su ánima» (Principio y fundamento) (ibíd., p. 61). El sentido último y definitivo de la vida es servir a Dios, y así orientarse el hombre y orientar las cosas a ese fin. Lo contrario sería caos y extravío, idolatría y perdición. Esto significa que la vida de los discípulos está centrada en Dios, en su santidad, en su Reino, en la obediencia a Dios. Lo antropológico, que es tan fuerte en la tradición jesuítica, está inspirado, sostenido, fundado y medido por la fe en Dios y la entrega a Dios. No cabe, consiguientemente, colocar en el mismo orden realidades como la fe en Dios y la justicia, la adoración de Dios y el respeto a la dignidad humana, la militancia por la gloria de Dios y la lucha por la liberación de los hombres, la solidaridad y la defensa de los pobres. La fe en Dios es siempre inicio, fundamento, raíz y fuente de nueva vida y de humanización... La fe, movida por el amor, debe pasar ciertamente a las obras (cf. Ga 5,6; 1Jn 3,23-24). La fe consiste en reconocer a Dios como Dios, y por ello como creído, amado, esperado, en quien se pone la confianza, por quien se arriesga la vida, a quien se sirve también en los hermanos (cf. ibíd., p. 832-833). Ni fe que queda en ilusión, ni obras de autocomplacencia; ni esperanza ociosa, ni confianza del hombre en sus proyectos. En la Iglesia, lo que no se fundamenta en la fe de Dios y en la comunicación con Él se diluye pronto.

Yo estoy convencido de que el futuro de la vida religiosa está íntimamente unido a la fe, la oración, la adoración, la obediencia, la autodonación a Dios. No nos centremos en la calidad humana sin base teologal permanente, aunque por aquello podamos ser alabados y por esto quizá desatendidos en la opinión pública.

Uno de los secretos del importante servicio eclesial que ha cumplido la Compañía de Jesús en la historia está conectado y en dependencia de la dedicación al estudio de la Teología y la Filosofía. Pienso en la historia de universidades como la Gregoriana. Pues bien, la búsqueda de la verdad con la razón y la fe, precisamente en nuestro mundo en que esta búsqueda es desatendida y declarada a veces inútil, cediendo fácilmente al relativismo y consecuentemente estando a disposición del poder de turno, el marasmo y el caos, es una inestimable exigencia actual y renovada siempre.

d) Jornada Mundial de la Juventud. Como se sabe tendrá lugar en Madrid la XXVI Jornada Mundial. En Santiago de Compostela fue la IV , en la que yo participé como obispo auxiliar. Son acontecimientos mayores, internacionales, muy concurridos, bien preparados, con una estructura ya consolidada (catequesis impartidas por obispos, celebración de la Eucaristía después de las catequesis, oportunidad para la penitencia sacramental, actos culturales, vigilia presidida por el papa y eucaristía solemne conclusiva).

Desde el principio se sintieron particularmente invitados y acudieron los nuevos movimientos eclesiales; y, viceversa, otros faltaron y quisieron justificarlo por ser neoconservadores, por el alto costo económico, por la masificación, por ser como una nube de verano sin producir fecundidad. En realidad estas objeciones se han mostrado inconsistentes. Pastoralmente se necesita en relación con los jóvenes reflexión personal, grupos pequeños, encuentros a nivel más amplio y más variado en diócesis y familias religiosas, encuentros internacionales. Muchos jóvenes han hallado en las Jornadas un impulso vocacional importante, no el único, pero sí a veces decisivo. Participemos; no dejemos que solo unas sensibilidades los llenen y acaparen. Además, convoca el Papa y con su convocatoria todos nos sentimos concernidos. El lema y tema de este año nos plantea la fe, el encuentro con Jesucristo, que es cimiento y tierra nutricia. El Mensaje del Papa es rico y se presta a muchas reflexiones y oración. Se ha formado ya una especie de tradición participativa importante. Se han ido uniendo poco a poco las visitas a las diócesis de jóvenes de otros países, que pueden ser oportunidades de encuentros importantes, y puertas para la futura comunicación entre ellos. La juventud es un campo primordial para la Iglesia. Es muy fácil concluir que la iniciativa de convocar las Jornadas Mundiales de la Juventud fue un acierto pastoral de largo alcance.