Arzobispo
Ricardo Blázquez Pérez

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Homilía

Apertura del Curso en el Seminario Diocesano 2011/2012

1 de septiembre de 2011


Temas: Seminario (silencio, oración, estudio y pastoral).

Publicado: BOA 2011, 422.


A todos nos resulta fácil entrar en ambiente de vacaciones y, en cambio, es costoso iniciar de nuevo los trabajos habituales. Al comenzar el curso pastoral necesitamos hacer un esfuerzo añadido para acometer las tareas con decisión y renovada esperanza. También tenemos la experiencia de que, una vez introducidos, recibimos la gratificación de habernos puesto en camino. ¡Ánimo, amigos! Es hora de poner de nuevo manos a la obra.

Después de haber transcurrido un año largo entre vosotros, y de haber visto, oído, conocido personas, rezado, escuchado y consultado, llegó el tiempo de realizar algunos nombramientos, que por diversos factores han sido numerosos. Dos nombramientos, el de Vicario General y el de rector del Seminario han inducido otros . En diversas celebraciones del comienzo del ministerio de unos u otros presbíteros he tenido la oportunidad de decir lo que ahora quiero repetir también: Agradezco la disponibilidad ejemplar que he hallado para asumir un nuevo encargo. Comprendo que todo cambio es como un desarraigo con sacrificio, pero han sido aceptados con disponibilidad pastoral y actitud de comunión con el Obispo.

Quiero detenerme ahora especialmente en el cambio de los equipos de formadores del Seminario. Uno ha terminado su tarea, llevada a cabo durante años con dedicación y generosidad, y otro asume proseguir el trabajo con semejantes actitudes. ¡Gracias al equipo saliente y gracias al equipo entrante! La comunión eclesial se manifiesta también en la sucesión de los servicios cuando acontece con normalidad, cordialidad y gratitud por la obra cumplida y por la obra confiada de cara al futuro.

El seminario es una institución vital para la diócesis. El cometido que se confía a los formadores es tan decisivo como delicado. Por ello, es muy importante que siempre se sientan apoyados por todos y cada uno de los diocesanos. En el seminario se forja el presbiterio de la diócesis. Poco a poco se van configurando con Jesucristo, Sumo Sacerdote y Buen Pastor. Sigamos a Jesús que nos llama, se fía de nosotros y nos envía a prolongar la misión que Él recibió del Padre.

En la Eucaristía presidida por el Papa hace algunas semanas en la Catedral de la Almudena , se preguntó: «¿Cómo vivir los años de preparación en el seminario?» Y así respondió a los seminaristas: «Ante todo deben ser años de silencio interior, de permanente oración, de constante estudio y de inserción paulatina en las acciones y estructuras pastorales de la Iglesia». Permitidme que comente brevemente estos ingredientes de la vida del seminario.

Silencio interior: Es una condición insustituible para madurar y crecer hacia dentro. Si los ruidos y las prisas invaden el alma, la convierten en un avispero alborotado. Se necesita saber estar a solas, en silencio y reflexión; sin ajetreos de idas y venidas, llevando por todas partes el vacío, la curiosidad y el desasosiego. Los vacíos del corazón no se llenan con cosas ni con actividades triviales porque no soportamos estar como personas ante Dios.

Permanente oración: Jesús fue enviado por el Padre, y cada día de su actividad apostólica de Él arrancaba y a Él retornaba; en la comunicación con el Padre tenía su fuente y en la misma comunicación hallaba su descanso. La oración nos sitúa en la órbita del Evangelio; con ella se despereza diariamente el espíritu, y lo pone en forma. La oración litúrgica, personal y comunitaria forman parte de la trama de la vida en el seminario.

Constante estudio: La formación bíblica, teológica, filosófica, pastoral es necesaria. Pensar que para ser un buen sacerdote basta con la piedad y la buena voluntad no es acertado. La misión tiene su complejidad, que requiere estudiar, leer, escuchar, observar, leer los documentos de la Iglesia, buscar con otros los caminos de Dios. El tiempo del seminario es privilegiado e insustituible. Necesitamos una formación básica y sólida, y una formación continua para no perder el tren de la historia. La experiencia de sentirse como en vía muerta es terrible.

Inserción paulatina: Poco a poco, bajo la guía de los formadores y apoyados por otras personas, se va conociendo y participando en la vida pastoral de la Iglesia. Hay unas actitudes del buen pastor y unas tareas del buen trabajo pastoral. ¡Que habite en nosotros el alma del buen pastor! ¡Amemos a las personas que el Señor nos confía! ¡Empecemos cada día con renovada esperanza! ¡Miremos compasivamente a las ovejas perdidas sin pastor! ¡Que cada día podamos decir al Señor: “Aquí estoy para hacer tu voluntad”!

Amigos todos, os deseo buen curso pastoral.