Arzobispo
Ricardo Blázquez Pérez

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Homilía

Apertura del Curso Académico en el Estudio Teológico Agustiniano 2011/2012

10 de octubre de 2011


Temas: Tomás de Villanueva y Teología (enseñanza).

Publicado: BOA 2011, 429.


Celebramos esta tarde la apertura del curso en el Estudio Teológico Agustiniano, puesto bajo el patrocinio especial de santo Tomás de Villanueva, cuya fiesta celebramos hoy. ¡Que nuestras obras comiencen en Dios como en su fuente y tiendan siempre a Él como a su fin! Suplicamos a Dios Padre que nos envíe el Espíritu Santo para que purifique nuestro corazón e ilumine nuestra mente, a fin de poder abrazar dócilmente la verdad.

Santo Tomás de Villanueva nació en Fuenllana (Ciudad Real) en 1486, y murió en Valencia el 8-9-1555. Estudió en Alcalá de Henares, donde llegó a ser profesor; le fue ofrecida en Salamanca la cátedra de Filosofía, que, agradeciendo la invitación, rehusó para entrar en la Orden agustiniana en 1516. Fue prior en Valladolid de 1541 a 1544. Por ser maestro en ciencias sagradas, por pertenecer a la Orden de san Agustín y por haber estado en Valladolid, se comprende que nuestro Estudio Teológico se haya acogido a su protección.

En su actividad apostólica sobresalió como predicador, siendo considerado como uno de los más estimados en la España de aquel tiempo. A la predicación se preparaba orando, para que el Espíritu Santo abriera el corazón de los oyentes y pusiera en sus labios las palabras adecuadas. Aceptó por obediencia ser arzobispo de Valencia después de haberse resistido a aceptar la sede de Granada. Se inspiró particularmente en las enseñanzas de san Pablo, y en su ministerio fueron modelos los grandes obispos de la antigüedad, sobre todo san Agustín y san Gregorio Magno. Por su honda devoción mariana fue llamado el “san Bernardo español”.

Sus obras publicadas son fruto sobre todo de sus predicaciones. Se puede afirmar que es un “teólogo de la pastoral”. Iluminó la vida con la verdad y enriqueció la verdad con la vida. Alumbró a la Iglesia de su tiempo con el Evangelio enseñado y vivido. Fue como el padre de los pobres; siguió los pasos de Jesús, que siendo rico se hizo pobre por nosotros para enriquecernos con su pobreza (cf. 2Co 8,9). Entregó todos sus bienes a los pobres, hasta la propia cama, como subrayan las lecturas que han sido proclamadas (2Co 8,9 ss.; Mt 6,1-4). Acredita particularmente la verdad del Evangelio la renuncia al poder del dinero y la elección de la pobreza. Podemos afirmar, a la luz de la historia de la Iglesia, que sus desposorios con la pobreza le dan una singular fecundidad. Ciencia de la fe, oración, pobreza evangélica y entrega pastoral hicieron de santo Tomás de Villanueva un ejemplo extraordinario de obispos. Es un reconocimiento de esto el que en la Capilla de la Conferencia Episcopal llamada de la Sucesión Apostólica, recientemente restaurada, en la serie de seis obispos santos del segundo milenio figure acertadamente santo Tomás de Villanueva.

En la oportunidad de la apertura solemne del curso que ya habéis iniciado, quiero expresar mi gratitud a los profesores por su servicio precioso y abnegado a los alumnos, que van alimentándose en sus clases, tutorías y diálogos para crecer en la inteligencia de la fe, de la esperanza y del amor. Cuando los profesores toman la palabra en medio de los estudiantes, que dócilmente escuchan, contraen una responsabilidad singular ante ellos y ante la Iglesia. Recuerdo cómo esta situación me impresionaba cuando yo enseñaba en Salamanca.

La Teología en nuestro Centro de estudios, sin excluir el que de sus aulas puedan salir futuros investigadores, está particularmente unida con la preparación pastoral. Frecuentan el Centro candidatos a los ministerios de presbítero y diácono, religiosos y consagrados, laicos que sienten la necesidad de cultivar la inteligencia de la fe para vivirla y transmitirla. En el Instituto deben encontrar apoyo, convergencia y profundización en el proceso de su maduración en la fe y del afianzamiento de su vocación y su misión futura. El carácter científico de la Teología, al que legítimamente aspiran los profesores, no puede ser un pretexto para una crítica descarnada, ni para que los oyentes se levanten de los asientos entre sustos y sobresaltos. El nivel serio de la reflexión teológica se sitúa en sintonía con sus dimensiones creyente, eclesial y apostólica. Hay más motivo de preocupación cuando la comunidad cristiana desconfía de un teólogo que cuando se dice de él que no ha aportado algo original al desarrollo de la Teología. La autoridad que reconocen los estudiantes a los profesores debe traducirse también en la ejemplaridad de su fe y comunión eclesial para colaborar eficazmente con los formadores.

En el Instituto Teológico van madurando los estudiantes en una forma adulta de la fe, capaz de entrar en diálogo pastoral con los hombres de nuestro tiempo y de afrontar los desafíos de la nueva evangelización. El discernimiento crítico que posee también la Teología debe tener en cuenta la situación concreta de los alumnos; cada generación posee sus fuerzas y fragilidades, que deben ser conocidas para que sean ayudados con la adecuada dosis crítica y con el ritmo oportuno. Escribiendo en un contexto diferente, advirtió san Pablo con unas palabras muy incisivas: «Que con nuestro conocimiento no se pierda ningún hermano por el que murió Cristo» (cf. 1Co 8,11). También puede ocurrir que estemos tan anclados en el tiempo en que cuajó nuestra personalidad que nos cerremos a los cambios que van aconteciendo. Al parecer, actualmente nos hallamos en una situación de mayor realismo, de búsqueda de seguridad y confianza, de atenimiento cercano a la vida concreta y de una cierta alergia a los sueños utópicos. ¿Qué incrementa realmente la vida cristiana, espiritual y apostólica? ¿Estamos repitiendo lo que hace años fue novedad sin hacer balance de lo que ha resistido al paso del tiempo? ¿En qué momento se halla la vida de la Iglesia y su misión? Benedicto XVI, que nos preside en la unidad de la fe, del amor y de la misión, viene prestando una ayuda inestimable para profesar con lucidez la fe cristiana en nuestro tiempo y para afrontar con serenidad los desafíos actuales en el camino de la evangelización. El reciente viaje a Alemania es una prueba luminosa de su servicio humilde y valiente a la verdad del Evangelio.

Queridos amigos, profesores y estudiantes, os deseo un curso fecundo. ¡Que Dios sostenga y acompañe nuestro trabajo!