Arzobispo
Ricardo Blázquez Pérez

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Entrevista

Revista Educamos en Castilla y León

1 de diciembre de 2011


Temas: educación, escuela católica, familia, Jornada Mundial de la Juventud 2011, seminarios, vocaciones, voluntariado y crisis.

Publicado: Rev. Educamos en Castilla y León n. 17, diciembre (2011); BOA 2011, 512.


1. El panorama educativo lleva revuelto mucho tiempo; este año, el curso ha comenzado en algunas comunidades autónomas con huelgas. ¿Qué reflexión hace sobre la educación en nuestro país? ¿Qué opina de tanto cambio en tan poco tiempo?

En primer lugar quiero felicitar a las autoridades académicas, a los profesores, a los alumnos y a los padres de familia, porque la educación en Castilla y León, comparada con la de otras Autonomías, goza de una estima alta. En otro orden de cosas, me parece que en pocos decenios hemos tenido demasiadas leyes orgánicas sobre educación; el sistema educativo debe ser una cuestión de Estado, y requiere continuidad y universalidad; caben las peculiaridades legítimas, pero dentro de un sistema compartido. La educación no puede seguir a las alternancias de partidos políticos en el Gobierno del Estado.

2. ¿Cómo valora el esfuerzo que desde nuestros centros se hace día a día para ofrecer una educación de calidad, cimentada en una enseñanza cristiana, con unos recursos tan limitados?

Agradezco sinceramente los esfuerzos que se realizan y me alegro con los resultados a veces conseguidos. Yo pido que las dos palabras “colegio católico”, con lo que significan, caractericen a la escuela cristiana. Es muy importante que todo el ambiente educativo esté impregnado de los valores humanos y cristianos. ¿Qué buscan los padres al solicitar un colegio católico para sus hijos? La demanda debe ser también orientada y educada. ¡Que cuente también la dimensión católica en sus peticiones! No podemos ceder a una forma de respeto a los demás que en realidad es ocultamiento de la propia identidad. La escuela católica enriquece el sistema educativo, porque es apreciada por la calidad educativa y porque es respetuosa y abiertamente católica. Tengan la seguridad los centros de que comprendemos sus esfuerzos, agradecemos sus trabajos dentro de la misión de la Iglesia y estamos cerca.

3. En su primera homilía en Valladolid hizo mención especial a las familias y a su importancia en la educación de los hijos: «Vuestra colaboración con la palabra y el ejemplo es insustituible. La clase de religión, la escuela católica, el servicio de algunos medios de comunicación os pueden prestar una ayuda muy importante en vuestra responsabilidad de educadores primordiales». ¿Cree que hoy la familia lo tiene más difícil en lo que se refiere a la educación de los hijos? ¿Y en la transmisión de valores y de la fe cristiana?

Los profesores advierten enseguida en el contacto con los niños cuál es la situación de las familias en un sentido y en otro. Hay muchos niños que van heridos por la ruptura del matrimonio de los padres, también por la difícil armonización entre profesión y familia. Ahora que nos acercamos a las fiestas de Navidad, eminentemente familiares, yo deseo a los niños el regalo precioso del amor de sus padres unidos. La abundancia de cosas no llena el vacío del amor. Los padres de familia tienen hoy más difícil su tarea primordial de educadores de sus hijos, entre otras cosas porque compiten con ellos otros educadores anónimos, como la calle, los medios de comunicación, la red en la que comienzan a navegar demasiado pronto en ocasiones y sin guía que los oriente.

4. Actualmente se acusa a los jóvenes de que carecen de valores y de que nada les importa; sin embargo, en la JMJ de Madrid, celebrada el pasado mes de agosto, no fue lo que se percibió. ¿Cómo valora su participación (la de los jóvenes) en esta importante Jornada? Y ahora, ¿qué? ¿Cuál es el camino a recorrer? ¿En qué planteamientos se está trabajando desde la Diócesis en la pastoral juvenil?

La Jornada Mundial de la Juventud, a la que precedieron los Días en las diócesis , ha sido una puerta abierta a la esperanza. La actitud de los jóvenes participantes fue excelente: comportamiento cívico, comunicación sin exclusiones, unidad en la misma Iglesia católica, oración profunda, escucha respetuosa de las catequesis, capacidad de sacrificio para encajar las molestias y contratiempos. Jóvenes así dan confianza a la Iglesia y a la sociedad de cara al futuro. Hemos contraído todos la responsabilidad de dar cauce a aquella corriente de vida, de fe, de comunión eclesial sin reservas ni acusaciones. En la Diócesis de Valladolid ya hemos tenido varias reuniones en que combinamos la memoria y el trabajo de la esperanza. La Conferencia Episcopal también está inmersa en esta tarea. A mí me ha satisfecho particularmente que los jóvenes que han participado estén empujando para recorrer las vías del futuro. En general fueron a Madrid por diversos caminos: secretariados de juventud de las diócesis, congregaciones religiosas, alumnos de colegios con sus educadores en la fe y animadores apostólicos, grupos y movimientos, comunidades y parroquias, familias. Que continúen estas vías de cara al futuro también. El Papa a todos nos ha invitado y todos nos hemos sentido concernidos. El don de la JMJ requiere ahora prolongación.

5. En Valladolid los seminarios han tenido una gran tradición en la educación, ¿cuál es la situación actual?

Actualmente tanto el Seminario Menor como el Seminario Mayor son numéricamente pequeños. Están sanos, pero son frágiles. Agradezco a los padres que envían a sus hijos de pequeños al Seminario para ser educados adecuadamente y para cultivar los gérmenes de la vocación al sacerdocio. Los seminaristas que estudian Filosofía y Teología frecuentan el Estudio Teológico Agustiniano, junto con otros candidatos a la vida consagrada y seglares. Los estudios son de rango universitario y tienen realmente altura universitaria. Cada generación tiene sus oportunidades y sus riesgos; actualmente los estudiantes luchan entre la multiplicidad y la unidad, entre la dispersión y la concentración, entre la información abundante y la difícil formación honda, entre las prisas y la asimilación. El estudio sosegado cuesta a veces, pero es imprescindible para la auténtica preparación al ministerio sacerdotal o a otras tareas eclesiales importantes. Se forman favoreciendo el silencio, la reflexión, la asimilación personal, el crecimiento interior. La educación en todos los niveles informa, forma y transforma. Las prisas tampoco son buenas consejeras en este campo.

6. Las vocaciones han bajado en los últimos años; sin embargo, se está dando un fenómeno nuevo, hay un número importante de personas con estudios superiores e incluso con buenos trabajos que lo dejan todo e ingresan en los seminarios buscando nuevos horizontes que enriquezcan su vida de una forma más espiritual, dándose cuenta de que en su vida faltaba algo que la sociedad no les ofrecía. ¿Qué opina de este fenómeno?

En la actualidad acceden al Seminario siguiendo la vocación al sacerdocio jóvenes y también adultos de edades bastantes dispares. Hace algunos decenios todo era más uniforme. A mí personalmente me parece bien; el Señor puede llamar a la mañana, al mediodía y al atardecer; nosotros no podemos decirle a quién llamar y cuándo llamar. Lo que se requiere es autenticidad en la vocación. Probablemente tiene que ver este fenómeno con el hecho de que hay un tipo de despertar de los niños que se produce pronto; la maduración y la elección definitiva de la vocación se hacen con frecuencia bastante más tarde que en tiempos no lejanos. Sepan todos que las puertas del Seminario están abiertas para la adecuada formación ministerial. Debemos aprender también de las novedades que la vida, sin pretenderlo, suscita; estamos convencidos de que el Espíritu de Dios no está lejos de esas novedades.

7. Por otra parte, la falta de vocaciones contrasta con el aumento del voluntariado, que está adquiriendo un gran protagonismo. ¿Qué reflexión hace?

El voluntariado social, educativo, sanitario, etc. se ha desarrollado mucho. A mí me parece bien. Manifiesta generosidad de las personas y deseos de hacer el bien. A veces puede ser una puerta para entrar en el descubrimiento de la vocación, como dijo el Papa a los voluntarios de la Jornada Mundial de la Juventud . Debe ser promovido y agradecido. A veces me planteo la siguiente pregunta: ¿Por qué muchos voluntarios y voluntarias admiran la forma de vida de muchos religiosos y religiosas, y colaboran en los voluntariados que abren también en países lejanos, y no se sienten atraídos por la vocación de los consagrados?

Es evidente que los religiosos han ido a otros países por el impulso misionero cristiano y no simplemente para prestar una ayuda social y de promoción humana. El amor y servicio a las personas, particularmente las necesitadas, abre los ojos de nuestro corazón para amar y servir más a Dios. Es oportuno recordar aquí que la parábola del buen samaritano es respuesta a una pregunta en relación con el amor a Dios y al prójimo, que están íntimamente unidos. El voluntariado es ciertamente precioso, pero mayor dedicación personal es la vocación.

8. La crisis económica de alcance mundial no es solo una crisis financiera, sino que, como explicó el papa Benedicto XVI en la Encíclica Caritas in Veritate de 2009 (en los albores de la crisis), hay una crisis de valores morales que subyace en esta situación y que arrastra a la sociedad a esta caótica realidad en la que nos encontramos. «Sin verdad, sin confianza y amor por lo verdadero, no hay conciencia ni responsabilidad social, y la actuación social se deja a merced de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores sobre la sociedad, tanto más en una sociedad en vías de globalización, en momentos difíciles como los actuales» (n. 5). Desde su responsabilidad de pastor de la Diócesis de Valladolid, ¿cómo percibe usted esta crisis en su día a día? ¿Qué iniciativas deberían ponerse en marcha para revertir esta situación desde una perspectiva cristiana?

Lo que el Papa dice en la Encíclica responde a un análisis certero. Quizá detrás de la crisis económica y laboral actual haya una crisis del sistema económico; y ciertamente la crisis que padecemos, tan honda, amplia y probablemente duradera, nos cuestiona sobre la concepción del hombre. ¿No hay una crisis sobre el respeto a la Verdad, el seguimiento del bien, la búsqueda de la sabiduría, cuyo principio es el reconocimiento de Dios? El éxito de la persona no consiste en acumular cosas, en pasarlo bien, en ir detrás de las apetencias inmediatas. A mí personalmente me parece que debemos cultivar y vivir la sobriedad, la solidaridad con los necesitados de cerca y de lejos, el cuidado de la creación para no esquilmarla sin contar con las generaciones venideras; introducir en la ciencia y el dominio del mundo por la técnica, la sabiduría del corazón, la contemplación de la belleza, el descanso en la verdad y el amor. La persona es más valiosa por lo que es que por lo que tiene y puede. De estas crisis saldremos, Dios mediante, uniéndonos todos, cuidando de los más débiles, abriéndonos a la humanidad entera y al cosmos admirable. En un mundo globalizado no hay protecciones individuales.