Arzobispo
Ricardo Blázquez Pérez

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Carta

Familia, educación y paz

16 de enero de 2012


Temas: familia.

Publicado: BOA 2012, 4.


En el marco de la Navidad celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia, subrayando así que el misterio de la encarnación del Hijo de Dios y de su nacimiento acontecieron en el seno de la familia, como explica la reforma litúrgica a raíz del Concilio Vaticano II. Teniendo en cuenta la trascendencia de la familia, es muy difícil entender por qué en la cultura y en la legislación no solo es descuidada, sino incluso hasta maltratada. ¿Somos conscientes de que con este proceder atentamos contra nosotros mismos y ponemos en peligro nuestro auténtico futuro? Hace pocos días el rabino jefe del Reino Unido y de la Commonwealth, Jonathan Sacks, en una conferencia pronunciada en Roma después de haber visitado al Papa , dijo lo siguiente: «Judíos y cristianos dedicaban inmensas energías a enseñar a los jóvenes las vías de la bondad y la rectitud, a ser responsables. Ahora hemos convertido a nuestros niños en “miniconsumidores”, dándoles teléfonos móviles en lugar de nuestro tiempo». Sus palabras son una llamada de alerta.

La familia, fundada sobre el matrimonio que es la unión estable por amor de un varón y de una mujer, constituye el ámbito adecuado a la dignidad de la persona para ser concebida, gestada, esperada y recibida al nacer. La persona es engendrada, no fabricada; es esperada por los padres con amor; es acogida con gozo, ya que el nacimiento de un niño es motivo de felicitación. La vida humana naciente es una sorpresa que refleja el amor de Dios creador. Necesitamos mayor gusto por la vida, íntimamente relacionada con el nacimiento de Jesús, que fue la mejor noticia que los ángeles han anunciado a la humanidad. ¿Por qué no nos detenemos sin prisas a contemplar al Niño Jesús acostado en el pesebre meditando sobre el misterio de la vida, sobre su encanto y su grandeza a pesar de su debilidad?

La educación, a la que ha dedicado el Papa el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz celebrada el 1-1-2012 , tiene que ver primordialmente con la familia, ya que los padres son los primeros educadores de sus hijos. La educación, que prolonga la misión preciosa de haberles dado la vida, es un derecho inalienable y un deber fundamental de los padres. La familia es la primera escuela para la vida. Allí se sabe por experiencia lo que significa ser amado gratuitamente, se aprende a compartir con los hermanos, se recibe la corrección que nos orienta en el camino del bien, se nos debe enseñar a hacer de la vida un servicio a los demás; y compartiendo lo que hay en el hogar aprendemos a ser justos, solidarios y pacificadores, perdonando y siendo perdonados. En el hogar de nuestros padres, que es también nuestra casa, vivimos con la confianza y la libertad de hijos. La inserción de la persona en la existencia y en la humanidad acontece a través de la familia.

Invitándoos a su lectura, me permito citar unas frases del Mensaje del Papa que son tan acertadas como comprensivas y entrañables. «Vivimos en un mundo en el que la familia, y también la misma vida, se ven constantemente amenazadas. Unas condiciones de trabajo a menudo poco conciliables con las responsabilidades familiares, la preocupación por el futuro, los ritmos de vida frenéticos, la emigración en busca de un sustento adecuado, acaban por hacer difícil la posibilidad de asegurar a los hijos uno de los bienes más preciosos: la presencia de los padres» (n. 2). Queridos padres, vuestros hijos necesitan vuestro amor vivido en la concordia, vuestra presencia, vuestros desvelos y cuidados diarios. Los hijos son vuestro gozo y vuestra corona; son un regalo de Dios y vuestra tarea más importante. ¡Que en la escala de valores y dedicación ocupen ellos el lugar preferente!

Queridos padres, sed los primeros educadores en la fe de vuestros hijos. Procurad que la semilla de la fe sembrada en el bautismo germine, brote, crezca, madure y fructifique. Enseñadles a rezar desde pequeñitos; suscitad en ellos el sentido religioso con vuestro ejemplo, con los signos cristianos de vuestra casa, con la catequesis familiar, con la oración juntos, con la Eucaristía dominical; introducid a los hijos en la Iglesia como gran familia de la fe. No dejéis que vuestros hijos crezcan como paganos; no les privéis de vuestra maternidad y paternidad en la fe, que arraiga más cordialmente cuando va envuelta en el amor familiar. Si no los precedéis y acompañáis en la senda de la fe, la tarea de otros educadores quedará más en la superficie y será menos eficaz.

Todos formamos parte de una familia: como esposos y padres, como hijos y hermanos, como abuelos y nietos. En este tejido vital, que nos enraíza en la existencia y nos da seguridad y confianza de cara al futuro, reside en gran medida la armonía y serenidad de la persona. Pidamos con la liturgia «que imitando sus virtudes domésticas (de la Sagrada Familia) y su unión en el amor, lleguemos a gozar los premios eternos en el hogar del cielo» (Oración colecta).

A todos deseo buen año de gracia del Señor.