Arzobispo
Ricardo Blázquez Pérez

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Carta

Día del Seminario 2012

Pasión por el Evangelio

19 de marzo de 2012


Temas: vocación sacerdotal.

Publicado: BOA 2012, 166.


“Pasión por el Evangelio”: el lema del Día del Seminario, que celebramos, como es habitual entre nosotros, el 19-3-2012, Fiesta de san José, necesita probablemente alguna explicación. ¿Qué significa “pasión” aplicada al Evangelio, y concretamente a la vocación sacerdotal?

La palabra “pasión” tiene para nosotros una significación fundamental, a saber, la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Es el itinerario de sufrimiento que recorrió Jesús desde la oración en el Huerto de los Olivos, adonde se dirigió después de celebrar la última Cena con sus discípulos y donde fue detenido por los guardias enviados por los sumos sacerdotes, guiados por Judas, el discípulo traidor. Después fue conducido a la casa del Sumo Sacerdote, al Sanedrín, al Pretorio de Pilato; allí fue azotado, coronado de espinas y presentado como ecce homo al pueblo, que, instigado por los enemigos de Jesús, pidió su crucifixión. En el monte Calvario murió, experimentando la soledad más terrible y entregando su espíritu al Padre. Esta es la Pasión del Señor que dentro de pocos días recordaremos con la fe y la piedad, en la liturgia y la predicación, dentro de los templos y en las procesiones por calles y plazas. En nuestra Diócesis, y particularmente en nuestra ciudad, las procesiones y otros actos son de una belleza, sobriedad, hondura, piedad y magnificencia admirables. Participemos sintonizando con los sentimientos que las impregnan.

“Pasión” significa también perturbación, afecto desordenado del ánimo, deseo de algo con vehemencia, una especie de invasión que se apodera de la persona arrancándola de su actuar sereno. Tampoco a esto se refiere la palabra “pasión” que aparece en el lema del Día del Seminario.

Cuando hablamos de “pasión por el Evangelio” queremos decir aproximadamente lo siguiente: celo por el Evangelio, ardor apostólico, apasionamiento por Dios; ante estas grandes causas no debemos reaccionar cansina y desganadamente, sino con decisión vigorosa y vibrante, con obediencia a Dios, con entusiasmo y fervor. Lo contrario sería “barato de almas”, como escribió san Juan de Ávila, que pronto será declarado doctor de la Iglesia . Con esta expresión, el inminente Maestro y Doctor de la Iglesia quería indicar la insensibilidad, el descuido, la falta de sacrificio por la misión apostólica. La pasión como un hervor interior que pone emoción en las reflexiones, calienta la frialdad, enciende el corazón y se convierte en una fuente que renueva incesantemente la entrega a la misión. La pasión por el Evangelio expulsa la mediocridad, la indiferencia, la existencia mortecina y apagada. La pasión por el Evangelio mueve las velas de nuestra barca como un viento recio. Pasión por el Evangelio es lo contrario de la calma chicha, de pereza e indolencia. Sin ánimo ni decisión, nunca haremos algo que merezca realmente la pena.

El papa Benedicto XVI nos está convocando a una nueva evangelización que requiere un nuevo gozo en el creer y renovado entusiasmo para transmitir el Evangelio de Jesucristo. Aquí se sitúa también la vocación al sacerdocio, que es una llamada del Señor que nos estimula a decir “sí” con determinación, a poner en juego nuestra vida, saliendo de la vulgaridad y de la inercia. La vocación sacerdotal requiere ánimo interior, impulso incontenible. La gran tarea de la nueva evangelización requiere nuevos evangelizadores y nuevas vocaciones.

Queridos amigos todos, necesitamos muchos sacerdotes, santos sacerdotes, sacerdotes apasionados por el Evangelio. Dios ha prometido darnos pastores y continúa llamando, como vemos también en nuestra Diócesis. Pero a todos, niños, adolescentes, jóvenes y adultos, sacerdotes, consagrados, religiosas contemplativas, educadores en la fe, familias y comunidades cristianas, Dios nos pide tomarnos la causa de las vocaciones con sumo interés, con pasión, con dedicación, oración y trabajo apostólico. Queridos matrimonios, hablad a vuestros hijos de la misión de los sacerdotes; animadles a responder con confianza si Jesús los llama. Queridos niños, adolescentes y jóvenes, se puede establecer la siguiente proporción: A mayor fidelidad en la llamada recibiremos más desbordante alegría; y si a Jesús le damos la espalda nos retiraremos tristes de su compañía (cf. Mt 19,16-22).

Queridos sacerdotes, que el Señor reavive en nosotros el don ministerial que hemos recibido con la imposición de las manos (cf. 1Tm 4,14; 2Tm 1,6). Queridos seminaristas y futuros seminaristas, que venís escuchando el rumor del Señor: merece la pena ser sacerdotes. La Iglesia, nuestra Diócesis, las comunidades parroquiales necesitan el servicio generoso de los presbíteros. Si Dios te llama, dile “aquí estoy”; Él te lo pagará en la vida presente y en la eterna. Agradezco a los formadores del Seminario su dedicación a los seminaristas y a las vocaciones. ¡Muchas gracias! El edificio del Seminario es grande y las necesidades pastorales muchas. Pedimos a Dios por vosotros y apoyamos vuestro trabajo.

¡Que María, la Madre de Jesús, nos enseñe a decir: «Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38)!