Conferencia Episcopal Española
Comisión Episcopal de Apostolado Seglar

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Mensaje

Día del Apostolado Seglar y de la Acción Católica 2012

Apóstoles para una nueva evangelización

27 de mayo de 2012


Temas: nueva evangelización (evangelizador y caridad).

Web oficial: http://www.conferenciaepiscopal.es/images/stories/Jornadas/2012/PentecostesMensaje.pdf

Publicado: BOA 2012, 263; Ecclesia LXXII/3.624, mayo (2012), 758-759.


  • Notas

    El acontecimiento de Pentecostés, cuando el fuego del amor de Dios descendió sobre los Apóstoles reunidos junto a Santa María, la Madre de Jesús, hizo posible, en el comienzo de la Iglesia, que se realizase el mandato que Jesús había dado a sus discípulos al ascender al cielo: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado» (Mt 28,19-20).

    La primera evangelización comienza en aquel mismo instante. Apenas recibida la unción del Espíritu Santo, san Pedro, el primero de los Apóstoles, comienza a anunciar el mensaje de salvación y el nombre de Jesucristo, el único que salva. Desde entonces la Iglesia nunca ha interrumpido el camino de la evangelización. Cada día se celebra la Eucaristía y los demás sacramentos, se predica la Palabra de Dios, y se propone la caridad y la solidaridad como camino de la justicia. Son muchos los que a lo largo de la historia han conocido y experimentado el amor de Dios como fruto de esta evangelización. Pero hoy en día somos conscientes de que muchos de nuestros contemporáneos no encuentran en esta evangelización permanente de la Iglesia la respuesta a sus preguntas y, en ocasiones, ni siquiera se las formulan. Por eso hablamos de “nueva evangelización” que, sin interrumpir la evangelización permanente, proponga nuevos caminos para que todos tengan acceso al Evangelio.

    Cuando el beato Juan Pablo II comienza a introducir el concepto de “nueva evangelización”, alaba el ardor de la predicación apostólica después de Pentecostés. La nueva evangelización pasa por reavivar en los apóstoles de hoy aquel impulso evangelizador de los orígenes de la Iglesia para hacer nuestra, de modo renovado, la expresión paulina: «¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1Co 9,16).

    El Concilio Vaticano II, de cuya apertura celebraremos en el próximo octubre el Cincuentenario , en el Decreto Apostolicam actuositatem, alabando la actividad apostólica de los primeros cristianos, urge a los laicos de nuestro tiempo a que el celo evangelizador no disminuya, sino que se vaya acrecentando, dada la tarea ingente que se presenta ante la Iglesia del tercer milenio. El cumplimiento de la misión de la Iglesia de anunciar el Evangelio pasa por el apostolado de todos sus miembros, que deberán realizarlo de acuerdo a su estado y siendo siempre fermento en medio del mundo1.

    Así, la nueva evangelización necesita de evangelizadores renovados, llenos del Espíritu de Dios, testigos auténticos del Evangelio que anuncian. «Cualquier proyecto de “nueva evangelización”, cualquier proyecto de anuncio y de transmisión de la fe no puede prescindir de esta necesidad: disponer de hombres y mujeres que con la propia conducta de vida sostengan el empeño evangelizador que viven. Precisamente esta ejemplaridad es el valor agregado que confirma la verdad de la donación, del contenido de lo que enseñan y de lo que proponen como estilo de vida. La actual emergencia educativa acrecienta la demanda de educadores que sepan ser testigos creíbles de aquellas realidades y de aquellos valores sobre los cuales es posible fundar tanto la existencia personal de cada ser humano, como los proyectos compartidos de la vida social»2.

    Damos gracias a Dios, en este Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, por tantos queridos fieles laicos que estáis implicados en dar sentido pleno al lema de la jornada de este año: “Apóstoles para la nueva evangelización”. En comunión con todos los obispos os agradecemos vuestra firmeza en la fe, vuestra constancia en el amor y vuestro afán apostólico en medio de la sociedad. Vuestra fe, vuestra caridad y vuestro compromiso con el anuncio del Evangelio se convierten en signo de la presencia amorosa de Dios en medio del mundo, ante el que debemos saber situarnos conociéndolo en profundidad, amándolo con pasión y sirviéndolo con generosidad.

    A ello nos exhorta el papa Benedicto XVI, al convocar a toda la Iglesia a redescubrir nuestra fe para encontrarnos plenamente con Jesús y, desde la plenitud de su presencia, poder anunciarlo al mundo de hoy. Nos hallamos ante una realidad nueva en la que no debemos conformarnos con la trasmisión de los contenidos de la fe. Muchos de nuestros contemporáneos viven negando la fe misma, incluso muchos “miembros” del Pueblo de Dios no son consecuentes con lo significa realmente el acto de fe.

    Benedicto XVI lo expresa bellamente con el término Porta fidei: «La “puerta de la fe” (cf. Hch 14,27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida»3. Cuando se inicia ese camino, tras atravesar la puerta de la fe, es cuando estamos en disposición de acoger y entender los contenidos de la fe y las consecuencias sociales, culturales y políticas que se derivan.

    Una consecuencia inexcusable de nuestra fe, y en especial en los momentos de crisis que estamos atravesando, es el testimonio de la caridad. Cuantas familias de nuestro entorno sufren hoy el zarpazo de esta situación deplorable que cuestiona profundamente el modelo social que hemos construido. El don de la fe nos mueve a trasformar el mundo en el que vivimos y anunciar que incluso en los momentos de mayor oscuridad que el Reino de Dios ya está aquí. La fe nos permite conocer en el rostro del que sufre a Cristo mismo y actuar en consecuencia. Las tres palabras que pronuncia Jesús en el juicio de las naciones, «Conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40), nos muestran la necesaria complementariedad de la fe y el amor. Nuestra fe tiene que ser necesariamente fecunda. Así lo vivió desde el principio la comunidad cristiana a la hora de comprometerse con las necesidades de los más pobres: «Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos de alimento diario y uno de vosotros les dice: “Id en paz, abrigaos y saciaos”, pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no se tienen obras, está muerta por dentro» (St 2,15-16).

    La Solemnidad de Pentecostés nos invita a implorar el don del Espíritu en nuestra Iglesia, en la Acción Católica, en nuestros movimientos del Apostolado Seglar y en todos los bautizados. Debemos tomar plena conciencia de la urgencia evangelizadora ante la que nos encontramos y del papel de los laicos en la misma y pedir al Señor que sople su aliento sobre nosotros y nos confiera la sabiduría, la fortaleza, la alegría, la paz, la generosidad y la valentía necesarias para poder anunciar la presencia salvadora del Resucitado entre nosotros.

    + Carlos Osoro Sierra, arzobispo de Valencia - Presidente
    + Juan Antonio Reig Plà, obispo de Alcalá de Henares - Vicepresidente
    + Carlos Manuel Escribano Subías, obispo de Teruel y Albarracín
    + Antonio Algora Hernando, obispo de Ciudad Real
    + José Ignacio Munilla Aguirre,obispo de San Sebastián
    + Xavier Novell Gomà, obispo de Solsona
    + Esteban Escudero Torres, obispo de Palencia
    + José Mazuelos Pérez, obispo de Jerez de la Frontera
    + Ángel Rubio Castro, obispo de Segovia
    + Francisco Gil Hellín, arzobispo de Burgos
    + Mario Iceta Gavicagogeascoa, obispo de Bilbao
    + Gerardo Melgar Viciosa, obispo de Osma-Soria
    + Francesc Pardo Artigas, obispo de Girona


    Notas:

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    [1]  Cf. Apostolicam actuositatem, 2.
    [2]  Lineamenta para la XIII Asamblea del Sínodo de los Obispos 2012, 22 .
    [3]  Porta fidei, 1 .