Arzobispo
Ricardo Blázquez Pérez

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Carta

Primera comunión

1 de mayo de 2012


Temas: Primera comunión.

Publicado: BOA 2012, 277.


Durante los meses de mayo y junio, coincidiendo en gran parte con el tiempo litúrgico de Pascua, se celebran las primeras comuniones. Hoy me dirijo particularmente a los niños que van a recibir por primera vez a Jesús presente en la Eucaristía, a sus padres, catequistas y comunidades parroquiales, presididas por sus párrocos correspondientes. Ante todo quiero felicitar cordialmente a los niños que celebran uno de los días más importantes y felices de su vida. Nosotros, los adultos, debemos acompañarlos en la fe y también en la alegría de la fiesta. Así como acompañamos a los jóvenes de la confirmación, uniéndonos a su esperanza y comprometiéndonos a colaborar en la realización de sus mejores proyectos de cara al futuro, queremos también llevar a los niños a Jesús y hacernos como niños, porque deseamos entrar en el Reino de los cielos (cf. Mt 19,13-15). ¡Gocemos con los que gozan, compadezcámonos con los que padecen, esperemos con los que esperan y seamos solidarios con los que necesitan pan, trabajo, compañía y apoyo social! (cf. Rm 12,9-21).

La vida de cada uno de nosotros está jalonada por una serie de acontecimientos que, como hitos, van marcando su recorrido. De este estilo son los días de nuestro nacimiento, bautismo, primera comunión, confirmación, el comienzo del ejercicio de la profesión, la fiesta del sacramento del Matrimonio, la ordenación sacramental, la profesión religiosa, etc. Estos hechos mayores quedan hondamente grabados, y debemos recordarlos para que con la memoria sean reavivadas las actitudes con que los vivimos y nos estimulen en el camino de la vida. La memoria actualiza el pasado y fortalece la esperanza para afrontar diariamente el futuro. No sería buen síntoma si los olvidáramos; y sería lamentable si abomináramos de ellos. La fidelidad, en cambio, se va fraguando con la presencia viva de lo acontecido y con el deseo de continuarlo a través de los días luminosos, oscuros y grises.

La primera comunión es uno de los días más felices de nuestra vida, y es bueno que lo sea, ya que recibimos por primera vez en el corazón a Jesús como alimento espiritual. Por esto es un día de fiesta para la familia y la parroquia. Yo recuerdo personalmente con profunda alegría la primera comunión y la ordenación sacerdotal. Necesitamos quizá descubrir la belleza de la sencillez, también en la manera de celebrar las fiestas y los acontecimientos más destacados de la vida. Los niños pueden correr el riesgo de que su atención se distraiga de lo que es lo fundamental porque la acaparen los regalos, los vestidos, las fotografías, el banquete. Preservemos el centro de la fiesta y no permitamos que el corazón de los niños sea como invadido por otros intereses. Cuidemos también de que no sean discriminados niños y familias porque, frente a los que tienen mucho, ellos tienen poco. La primera comunión es una fiesta de amistad con Jesús y de fraternidad entre todos. El Amigo nos hace a todos amigos.

La primera comunión, junto con el Bautismo y la Confirmación, forman la iniciación cristiana; es decir, con estos sacramentos, y lo que precede y acompaña, somos introducidos en la vida como cristianos y miembros de la Iglesia, que es la familia de la fe. La introducción requiere continuidad. Iniciación cristiana es también la oración que los niños aprenden de los padres, para poder rezar juntos. Catequesis y oración deben caminar unidas. Que los niños sean acompañados también por el catequista para visitar a Jesús en el sagrario. Hay maneras muy interesantes y eficaces de iniciar a los niños en la oración. La fe se transmite rezando y se fortalece en la oración.

El papa habló recientemente de cómo un “analfabetismo religioso” se ha extendido mucho también entre nosotros. Es necesario que los niños no solo entiendan sino también aprendan, no solo conozcan sino también vivan, lo que leen en el Catecismo. La catequesis es un tiempo precioso para que retengan con la cabeza y el corazón lo básico y suficiente de manera clara y sencilla.

El día de la primera comunión, los niños participan ya plenamente en la Eucaristía del domingo, a la que son acompañados por sus padres y otras personas adultas. La catequesis es una oportunidad preciosa para que descubran el sentido de la Eucaristía y para animarles a responder como amigos a la invitación que les hace Jesús. Sin la participación asidua en la misa y en otros actos parroquiales, se diluiría pronto lo aprendido en la catequesis y lo vivido gozosamente el día de la primera comunión.

Los niños, como todos nosotros, necesitan el ejemplo, el testimonio y el apoyo de los cristianos adultos. Su fragilidad se va fortaleciendo si comparten con otras personas la fe, la oración, la escucha de la Palabra de Dios, la misa dominical, la preocupación por los pobres y necesitados. Un cristiano aislado sobrevive difícilmente. La Iglesia es precisamente la comunidad en la que nos reunimos cristianos de diversas edades y diversos lugares de vida. De esta forma tiene lugar un proceso ininterrumpido de acoger la fe, de compartirla y de transmitirla.

Felicito de nuevo a los niños de la primera comunión.