Arzobispo
Ricardo Blázquez Pérez

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Artículo

Evangelización para la liberación

Septiembre de 2012


Temas: evangelización (Jesucristo y Evangelio).

Web oficial: http://www.mercedarios.net/caminosdeliberacion/Revista%20Caminos%20159.pdf

Publicado: BOA 2012, 538; La Merced. Caminos de liberación 33/159, (2012), 10-11.


La Asamblea del Sínodo de los Obispos ha sido convocada con el siguiente encargo y tema aglutinador: “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana” . Buscar los caminos del Evangelio en nuestro tiempo es la tarea prioritaria de la Iglesia actual. Desde hace tiempo, primero con Juan Pablo II y posteriormente con Benedicto XVI, evangelizar de nuevo es la aspiración suprema de la Iglesia.

Para que las palabras no se gasten y su utilización reiterada no produzca hastío, es muy conveniente profundizar en el sentido genuino y original de las mismas. ¿Qué significa “evangelización”? ¿Por qué es nueva la evangelización a la que la Iglesia está convocada hoy? Aunque las palabras “evangelizar” y “evangelización” puedan recibir significaciones varias, no podemos olvidar el sentido primero, el que viene dado por la misma etimología de las palabras. Evangelizar es transmitir buenas noticias. Evangelizar no es primordialmente instruir, ni reflexionar sapiencialmente, ni buscar filosóficamente la raíz de las cosas en la misma naturaleza, ni asentar éticamente el comportamiento, ni esbozar una cosmovisión donde situar las diversas realidades. La palabra “evangelio”, según el sentido del original griego, significa ‘buena noticia, mensaje feliz’. El portador del Evangelio es un mensajero; no es un filósofo, ni un educador, ni un moralista, aunque en el despliegue de su misión pueda cubrir también bastantes de estos aspectos. Es bueno que la Iglesia haya mantenido en su lenguaje ordinario algunas palabras clave que significan realidades fundamentales. Las palabras “Evangelio”, “Eucaristía” y “Cáritas”, por ejemplo; de esta manera, hay mayores garantías de que conserven su significación originaria.

¿Qué significa en cristiano la palabra “Evangelio”? ¿En qué consiste, consiguientemente, evangelizar y la evangelización? Jesús es el Evangelizador por excelencia; evangelizó predicando y curando. Su actividad es caracterizada en la totalidad como Buena Noticia: «Jesús proclamaba el Evangelio de Dios. “Se ha cumplido el tiempo, y está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio”» (Mc 1,14-15). Entre los escritos del Nuevo Testamento sobresalen los Evangelios por ser el testimonio principal de la vida y doctrina de Nuestro Señor Jesucristo, que es el Evangelio de Dios en persona (cf. Dei Verbum, 18) . Su existencia entera y su presencia total son Evangelio: desde el nacimiento (cf. Lc 2,10-11), su actividad pública —que fue resumida como pasar haciendo el bien (cf. Hch 10,38)—, su muerte como servicio salvífico (cf. Mc 10,45; 1P 2,21-25) y su resurrección como centro del mensaje apostólico (cf. Hch 2,36; 3,15-16; 4,10). Jesús predicó el Evangelio de la cercanía del Reino de Dios; para lo mismo, dio autoridad a los Doce (cf. Lc 9,6); y los Apóstoles anunciaron el Evangelio de la resurrección de Jesús: “Os anunciamos la Buena Noticia de que la promesa que Dios hizo a nuestros padres, nos la ha cumplido a nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús” (cf. Hch 13,32-33). Jesús resucitado es el Evangelio de Dios en persona, la respuesta a la búsqueda de la humanidad, la Buena Noticia en medio de la historia de los hombres, frecuentemente cercados por sombras de muerte. La Iglesia ha sido convocada para evangelizar; la evangelización es su razón de ser, su misión y vocación.

¿En que consiste la Buena Noticia anunciada, realizada y encarnada en Jesucristo? ¿Por qué Él, solo Él, es el Evangelio para la humanidad? (cf. Hch 4,12). A estas preguntas, los cristianos podemos responder proclamando lo esencial de nuestra fe y esperanza: Dios existe y de Dios tenemos buenas noticias. Dios no es un sueño ni un vacío eterno. Dios es bueno y nos ama. Viene a nuestro encuentro y quiere perdonarnos para que podamos vivir una existencia nueva. Dios está cerca; a pesar de su invisibilidad, no está ausente. El Evangelio nos anuncia que Dios se inclina compasivamente para perdonar nuestros pecados y curar nuestras heridas. Como buen samaritano, derrama en nuestras llagas el aceite del consuelo y el vino de la esperanza. Dios es nuestro Padre; no somos huérfanos, y entre nosotros somos hermanos. Dios es regazo, guía y meta del mundo y de la humanidad. La historia no es caos, tiene un sentido y un norte. Sin Dios, parecería que todo va a la deriva. Jesús, que es el Narrador de Dios (cf. Jn 1,1-18), nos ha revelado que Dios está cerca, que es Amor y Padre, que no estamos solos, que la esperanza de los hombres tiene una patria. ¡Qué importante es poder anunciar a la humanidad actual, ahíta de malas noticias, que Dios existe y que el Evangelio anuncia la noticia fundamental, esperanzadora y gozosa! La Iglesia debe al mundo el Evangelio del bien y de la paz. El Evangelio recibido en el corazón por la fe y la conversión se hace camino de luz y de esperanza; alumbra en el seno de la humanidad una forma nueva de vivir.

Jesús es el Servidor supremo del Evangelio, como se presentó en la sinagoga de Nazaret, cumpliendo la profecía de Isaías (Is 61,1 ss.): «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4,18-19). El Evangelio de Dios brilla en el hombre necesitado y abierto a su acción salvífica. La indigencia radical es la incredulidad y el pecado, y de esa indigencia brotan numerosas manifestaciones. El tullido necesitaba poder caminar, y también y ante todo necesitaba el perdón de los pecados (cf. Mc 2,1-12). En el pasaje de la Carta a los Romanos que declara dichosos los pies del mensajero del Evangelio de la resurrección del Señor (Rm 10,15), se escucha el eco de Is 52,7: «¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que proclama la paz, que anuncia la buena noticia, que pregona la justicia, que dice a Sion: “Tu Dios reina”!». Tanto los mensajeros que se adelantan a los cautivos como los vigías que los divisan a lo lejos anuncian la alegría, la libertad, el retorno, la aurora de un tiempo nuevo.

El Evangelio nos dice que hay esperanza, que Dios nos ofrece una oportunidad salvífica nueva. La Buena Noticia anunciada por Jesús y proseguida por la Iglesia nos invita a superar tantas ideas e imágenes deformadas sobre Dios. Para sorpresa y dicha nuestra, Dios es bondad ilimitada, misericordia infinita, mano tendida a los pecadores. Dios no es vengativo; a Dios no le somos indiferentes. Dios es amor, y por ello la Iglesia debe presentar evangélica y amablemente a Dios. No somos profetas de desventuras, sino mensajeros de la paz. El evangelizado manifiesta el contento que Dios concede, y por eso puede ser evangelizador, mostrando que al hombre le viene bien creer y contar con Dios.

Las personas en las que, a través de la fe, arraiga el Evangelio del Reino de Dios y el kerigma de la Resurrección de Jesucristo, son motivo de esperanza para sus hermanos y conciudadanos que tienen inseguro el pan, que están desamparados, que están enfermos y oprimidos, que viven encerrados en su mundo pequeño y oscuro.

Los tocados por la compasión de Dios ejercitan la compasión. La evangelización es camino de libertad y de liberación. La nueva evangelización es luz y norte para nuestro mundo.