Arzobispo
Ricardo Blázquez Pérez

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Carta

San Juan de Ávila
y el Sagrado Corazón de Jesús

1 de octubre de 2012


Temas: Juan de Ávila y Corazón de Jesús.

Publicado: BOA 2012, 520.


(Carta que acompaña la edición del libro de san Juan de Ávila Tratado del Amor de Dios de la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús de Valladolid)

El 7-10-2012, coincidiendo con la apertura del Año de la Fe y de la Asamblea del Sínodo de los Obispos sobre “La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana” , el Papa declarará doctor de la Iglesia a san Juan de Ávila, junto con santa Hildegarda de Bingen. Es una coincidencia elocuente; el “apóstol de Andalucía”, animado por un espíritu misionero universal, ante el desafío de la nueva evangelización, síntesis y cifra de la misión cristiana en nuestro tiempo, es presentado como modelo de evangelizador y de maestro.

Hay diócesis que, dentro del concierto universal de las Iglesias particulares, tienen un don y una tarea especiales. Santiago de Compostela, que custodia la tumba y la memoria del Apóstol, es aliento para la evangelización, meta de peregrinaciones e impulso para la formación de Europa. Ávila, cuna de santa Teresa de Jesús y de su reforma junto con san Juan de la Cruz, nos recuerda el lugar primordial de la oración y de la unión mística con Dios. Valladolid, donde el beato Bernardo de Hoyos vivió, recibió la misión de difundir la devoción al Corazón de Jesús, y fue beatificado el 18-4-2010 , debe ser lugar que renueve y fortalezca la invitación a todo hombre que brota del Corazón de Jesús. Jesucristo nos revela en el símbolo de su corazón el amor de Dios, el perdón y la misericordia divina; la oferta de salvación a toda persona, por más alejada que se sienta. En el origen está Dios, que es Amor (cf. 1Jn 4,8). Él nos ha amado primero, ha enviado a su Hijo para salvarnos; Padre e Hijo nos han manifestado en la cruz el amor inefable e inmenso que nos tienen. El Corazón de Jesús (cf. Jn 19,34-37) nos remite al Corazón de Dios Padre y al corazón del Evangelio. La devoción al Sagrado Corazón de Jesús nos muestra de manera sencilla, expresiva y popular lo que constituye el centro de la fe y de la vida cristiana: Deus Caritas est.

Cuando Benedicto XVI vino a Valencia en 2006 para el Encuentro Mundial de las Familias, el presidente de la Conferencia Episcopal, en nombre de los presbíteros españoles, de los que el Santo es patrono, y por iniciativa de la Comisión Episcopal del Clero, le entregó un ejemplar bellamente encuadernado del Tratado del amor de Dios de san Juan de Ávila. Es una «perla de la literatura teológico-ascética española» (Introducción al Tratado, en: Obras Completas I, Madrid 2000, p. 949). San Juan de Ávila, fundándose en la Sagrada Escritura, como procedía habitualmente, une el Amor de Dios, el Corazón de Jesús, la respuesta del cristiano y la evangelización. El Evangelio predicado y encarnado por Jesús nace del Corazón del Padre, se nos manifiesta para nuestra salvación, y se nos confía para que lo anunciemos hoy y siempre. La noticia que nos alegra profundamente es que Dios nos ama, que la cruz de Jesús es su signo supremo y “mirando a quien traspasaron” (cf. Jn 19,37) recibimos el perdón y la esperanza. A Dios no le somos indiferentes, sino queridos. Para nuestra sorpresa y dicha, Dios se define y es Amor; por amor nos ha creado, por amor nos ha redimido y por amor ofrece el perdón.

Reproduzco a continuación algunos párrafos del tratado de san Juan de Ávila, que nos ayudan a ver el fondo bíblico, teológico y espiritual de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

«La causa que nos mueve el corazón al amor de Dios es el considerar profundamente el amor que tuvo Él, y, con Él, su Hijo benditísimo». «No hemos entrado nosotros en el seno de vuestro corazón, Dios mío, para ver esto; mas el Unigénito vuestro, que descendió de ese seno, trajo señas de ello (cf. Jn 1,1-18), y nos mandó que os llamásemos Padre (cf. Mt 6,9) por la grandeza del amor que nos teníais» (p. 951). El amor que Dios nos tiene supera infinitamente el amor del padre, de la madre y de los esposos. Las pruebas que nos dio de su amor aparecen en el Nuevo Testamento (cf. Jn 3,16; 1Jn 4,9; Ef 3,18), y son «como centellas que salen afuera de aquel abrasador fuego de amor». Ante este amor de Dios, que supera todo conocimiento (cf. Ef 3,19), pide san Juan de Ávila que «por todas partes sea nuestro corazón herido y conquistado por ese amor» (p. 953).

La fuente y el origen del amor de Cristo para con nosotros no es la virtud del hombre, sino «las virtudes de Cristo, y su agradecimiento y gracia, y su inefable caridad para con Dios. Esto significan aquellas palabras suyas que dijo el jueves de la cena: “Para que conozca el mundo cuánto amo a mi Padre, ¡levantaos y vamos de aquí!” (Jn 14,31). ¿Adónde? A morir en la cruz (...). Los rayos del fuego de este Sol divino derechos iban a dar al corazón de Dios; de allí reverberan sobre los hombres. Pues si los rayos son tan recios, ¿qué tanto quemará su resplandor?» (pp. 961 s.).

Considerando el ejemplo de san Pablo, se dirá: «Ánima mía, toma ahora alas y sube de este escalón hasta las entrañas y corazón de Cristo» (p. 965). «¡Cuán firmes son los estribos de nuestro amor!, y no lo son menos los de nuestra esperanza. Tú nos amas, buen Jesús, porque tu Padre te lo mandó, y tu Padre nos perdona porque Tú se lo suplicas. De mirar Tú su corazón y voluntad, resulta me ames a mí, porque así lo pide tu obediencia; y de mirar Él tus pasiones y heridas, procede mi remedio y salud, porque así lo piden tus méritos. ¡Miraos siempre, Padre e Hijo; miraos siempre sin cesar, porque así se obre mi salud!». «Si el Hijo obedece, ¿quién no será amado? Y si el Padre mira, ¿quién no será perdonado?» (p. 972).

Y para concluir, nos exhorta san Juan de Ávila a cada uno: «No mires a tus fuerzas solas, que te harán desmayar, sino mira a este remediador, y tomarás esfuerzo». «Echa tus cuidados en Dios (Sal 53,23), y asegúrate con su providencia en medio de tus tribulaciones; y, si crees de veras que el Padre te dio a su Hijo, confía también en que te dará lo demás, pues todo es menos» (pp. 973 s.). Merece la pena tener presente el Tratado del amor de Dios de san Juan de Ávila para fortalecer nuestra devoción al Sagrado Corazón de Jesús.