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Mensaje

Encuentro del “Atrio de los gentiles” en Portugal 2012

Valor de la vida

16 de noviembre de 2012


Temas: vida-Dios.

Web oficial: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/pont-messages/2012/documents/hf_ben-xvi_mes_20121113_corte-gentili_sp.html

Publicado: BOA 2012, 681.


Queridos amigos:

Con profunda gratitud y afecto, os saludo a todos los participantes en el “Atrio de los gentiles” que se inaugura en Portugal el 16 y 17-11-2012 y que reúne a creyentes y no creyentes en torno a la aspiración común de afirmar el valor de la vida humana contra el creciente embate de la cultura de la muerte.

En realidad, la conciencia que se nos ha confiado de la sacralidad de la vida, no como algo de lo que se puede disponer libremente, sino como un don que hay que custodiar fielmente, pertenece a la herencia moral de la humanidad. «Todo hombre abierto sinceramente a la verdad y al bien, aun entre dificultades e incertidumbres, con la luz de la razón y no sin el influjo secreto de la gracia, puede llegar a descubrir en la ley natural escrita en su corazón (cf. Rm 2,14-15) el valor sagrado de la vida humana desde su inicio hasta su término» (Encíclica Evangelium vitae, 2) . No somos un producto casual de la evolución, sino que cada uno de nosotros es fruto de un pensamiento de Dios: Él nos ama.

Pero, si la razón puede captar este valor de la vida, ¿por qué interpelar a Dios? Respondo citando una experiencia humana. La muerte de la persona amada es, para quien ama, el acontecimiento más inexplicable que se pueda imaginar: ella es incondicionalmente digna de vivir, es bueno y bello que exista (el ser, el bien y lo bello, como diría un metafísico, equivalen trascendentalmente). De igual modo, la muerte de esa misma persona aparece, a los ojos de quien no ama, como un suceso natural, lógico (no inexplicable). ¿Quién tiene razón? ¿Quien ama (“la muerte de esta persona es inexplicable”) o quien no ama (“la muerte de esta persona es lógica”)?

La primera postura solo es defendible si toda persona es amada por un Poder infinito; y este es el motivo por el cual es necesario recurrir a Dios. De hecho, quien ama no quiere que la persona amada muera; y, si pudiera, siempre lo impediría. Si pudiera... El amor finito es impotente; el Amor infinito es omnipotente. Pues bien, esta es la certeza que la Iglesia anuncia: «Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16). ¡Sí! Dios ama a cada persona, que, por eso, es incondicionalmente digna de vivir. «La sangre de Cristo, mientras revela la grandeza del amor del Padre, manifiesta qué precioso es el hombre a los ojos de Dios y qué inestimable es el valor de su vida» (Evangelium vitae, 25).

Pero, en la época moderna, el hombre ha querido evitar la mirada creadora y redentora del Padre (cf. Jn 4,14), basándose en sí mismo y no en el Poder divino. Casi como sucede en los edificios de cemento armado sin ventanas, donde es el hombre quien provee la aireación y la luz, accede de igual modo, incluso en dicho mundo autoconstruido, a los “recursos” de Dios, que se transforman en productos nuestros. ¿Qué decir entonces? Es necesario reabrir las ventanas, ver de nuevo la amplitud del mundo, del cielo y de la tierra, y aprender a usar todo ello de modo justo. De hecho, el valor de la vida resulta evidente solo si Dios existe. Por eso, sería hermoso que los no creyentes quisieran vivir “como si Dios existiera”. Aunque no tengan la fuerza para creer, deberían vivir según esta hipótesis; en caso contrario, el mundo no funciona. Hay muchos problemas por resolver, pero jamás se resolverán del todo si no se pone a Dios en el centro, si Dios no vuelve a ser visible en el mundo y determinante en nuestra vida. Quien se abre a Dios no se aleja del mundo ni de los hombres, sino que encuentra hermanos: en Dios caen nuestros muros de separación, todos somos hermanos, formamos parte los unos de los otros.

Amigos: Desearía concluir con estas palabras del Concilio Vaticano II a los intelectuales y científicos: «Felices los que, poseyendo la verdad, la buscan todavía más, a fin de renovarla, profundizar en ella y ofrecérsela a los demás» (Mensaje a los intelectuales y científicos, 8-12-1965) . Estos son el espíritu y la razón de ser del “Atrio de los gentiles”. A vosotros, que estáis comprometidos de diversos modos con esta significativa iniciativa, os expreso mi apoyo y mi más sincero aliento. Que mi afecto y mi bendición os acompañen hoy y en el futuro.

Vaticano, 13 de noviembre de 2012.