Arzobispo
Ricardo Blázquez Pérez

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Artículo

25º Aniversario de Las Edades del Hombre

Historia, arte y fe cristiana

1 de mayo de 2013


Temas: arte y fe.

Publicado: BOA 2013, 268.


La Exposición tiene lugar en Arévalo (Ávila), en el 25º Aniversario de Las Edades del Hombre ; y por coincidir con el Año de la fe se titula “Credo”. Con la manera original de esta larga serie, con su propio lenguaje, la Exposición es una proclamación del Evangelio y una profesión de la fe cristiana, que de generación en generación han recibido, conservado, profesado y transmitido los hombres y mujeres de estas tierras y de estas diócesis. En el Año de la fe, es una manera atractiva y elocuente de manifestar «la fe transmitida de una vez para siempre a los santos» (Judas 3).

Las Edades del Hombre han ido mostrando, a lo largo de los veinticinco años, un patrimonio excelente e inagotable. Las diócesis de Castilla y León han mostrado su historia de fe y de piedad, hechas cultura y arte. La serie de exposiciones, con una calidad sostenida y sin decaimiento, son un monumento de primera magnitud en la historia de la cultura contemporánea.

Las exposiciones tienen lugar en templos; al principio en las catedrales de las correspondientes diócesis, y después en iglesias señeras. El mismo templo es parte notable de la exposición. Este aspecto es significativo para identificar adecuadamente a Las Edades del Hombre. Las piezas no se exponen en museos, ni en palacios de exposiciones, ni en salas de cultura. No dejan de ser templos que ceden temporalmente su habitual destinación a la oración y a la celebración para exponer de manera catequética la fe a través de esculturas, pinturas, vasos sagrados, biblias, cantorales o libros de piedad.

En principio, los visitantes no entran a la exposición para rezar o celebrar la liturgia, pero no se sienten en lugar extraño ni por el templo, ni por las obras que contemplan, ni por el guion que las une, ni por la perceptible resonancia evangelizadora. Las imágenes que se muestran continúan en íntima relación con los fines para los que fueron creadas y con los lugares donde se halla su “hábitat” originario. El Evangelio se puede anunciar verbalmente, a través de la predicación, la catequesis y el canto; se puede proclamar realmente a través de las obras nacidas del amor cristiano, y representativamente a través de las imágenes, las cruces, los retablos, las pilas bautismales, los grupos escultóricos.

Hace tiempo oí contar a un sacerdote que su padre, escultor, rezaba al esculpir el rostro de Cristo, como quien está solicitando la luz de lo alto para dejarla impresa en la obra, que es más que fruto de su inteligencia, de su inspiración y de su aprendizaje. También de Gregorio Fernández y de otros artistas se ha dicho algo semejante. Solo inspiran las obras que están inspiradas, ya que no basta la belleza formal para transmitir un impulso a la trascendencia, a la comunión con la debilidad y el sufrimiento de los hombres, o a la profundidad del corazón humano. La contemplación de los rostros de Cristo de Gregorio Fernández nos mueve e interpela, tanto por su majestuosa compasión como por su misericordia omnipotente; paradójicamente, implora piedad el Todopoderoso. Cuando nos acercamos a estas imágenes, nos sentimos como atraídos por un imán que nos retiene. Para grabar el escultor el rostro de Cristo en la madera, antes debe estar esculpido en su corazón. Entre imagen y visitante se establece una comunicación mediante la fe que a su modo emite la imagen y que se despierta en quien la contempla.

Entre fe y oración hay una corriente que va en los dos sentidos: la oración brota de la fe, y la fe se fortalece con la oración. Por este motivo, es importantísimo para la transmisión de la fe enseñar a rezar y rezar unidos. El movimiento del corazón humano a través de la entrega personal a Dios que es la fe se refuerza con el movimiento confiado de la oración; el hombre tiende a Dios en ambas actitudes, y muestra su identidad cristiana profunda en ambas actividades. Por eso se comprende que nuestros antepasados nos hayan transmitido la fe a través de la contemplación y de la plegaria dirigidas al Señor y a su Madre la Virgen. Mirar en ese contexto significa creer y orar, como en el Evangelio de san Juan. La oración ante el Señor Crucificado de un niño acompañado por sus padres es una catequesis preciosa.

Estamos convencidos de que Las Edades del Hombre han sido al mismo tiempo causa y efecto de la recuperación de nuestro riquísimo patrimonio para ofrecerlo a todos. Se ha restaurado, limpiado y mostrado un tesoro de arte y de piedad, y también se ha cumplido la finalidad para la que fue encargado y realizado este patrimonio, situando cada exposición en armonía con la fe. La dimensión creyente añade una perspectiva que no es externa a las Edades del Hombre; más bien, estas hablan desde su misma entraña el bello lenguaje de la fe.

Agradecemos el legado de Las Edades del Hombre, que nacieron por iniciativa de personas con una mirada amplia como José Velicia (confiamos en que contempla ya el rostro glorioso de nuestro Señor), José Jiménez Lozano, Eloísa García de Wattenberg y otros. El 25º Aniversario es una oportunidad para expresar gratitud a personas e instituciones que asumieron la antorcha y han mantenido el ritmo. Yo pude visitar Las Edades del Hombre en la Catedral de Valladolid al volver de una reunión de la Conferencia Episcopal Española desde Madrid hacia Santiago de Compostela, donde algunos meses antes había recibido la ordenación episcopal. Nos felicitamos todos por poder ofrecer una nueva edición, esta vez en Arévalo.