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Catequesis

Audiencia General - Año de la fe 2012-2013

Iglesia, Madre (2)

18 de septiembre de 2013


Temas: Iglesia (Madre).

Web oficial: http://w2.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2013/documents/papa-francesco_20130918_udienza-generale.html

Publicado: BOA 2013, 570.


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy vuelvo de nuevo sobre la imagen de la Iglesia como madre. Me gusta mucho esta imagen, y he querido volver sobre ella porque me parece que nos dice no solo cómo es la Iglesia, sino también qué rostro debería tener cada vez más nuestra Madre Iglesia.

Desearía subrayar tres cosas, siempre mirando a nuestras madres y todo lo que hacen, viven y sufren por sus hijos, continuando con lo que dije el miércoles pasado . Me pregunto: ¿qué hace una madre?

Ante todo, enseña a caminar en la vida, a andar bien en la vida; sabe cómo orientar a sus hijos, y busca indicarles siempre el camino justo en la vida para crecer y convertirse en adultos. Y lo hace con ternura, con afecto, con amor, incluso cuando intenta enderezar nuestro camino porque damos algunos bandazos en la vida o tomamos vías que conducen a un precipicio. Una madre sabe qué es importante para que un hijo camine bien en la vida, y no lo ha aprendido en los libros, sino que lo ha aprendido con su propio corazón. ¡La universidad de las madres es su corazón! Ahí aprenden cómo llevar adelante a sus hijos.

La Iglesia hace lo mismo: orienta nuestra vida y nos enseña a caminar bien. Pensemos en los diez mandamientos: nos indican el camino a recorrer para madurar, para tener bases firmes en nuestro comportamiento; y son fruto de la ternura, del amor mismo de Dios, que nos los ha dado. Podríais decirme: “¡Pero son prohibiciones! ¡Son un conjunto de ‘noes’!”. Desearía invitaros a leerlos —puede que los hayáis olvidado un poco— y después pensarlos en positivo. Veréis que se refieren a nuestro modo de comportarnos con Dios, con nosotros mismos y con los demás, precisamente lo que nos enseña una madre para vivir bien. Nos invitan a no hacernos ídolos materiales que después nos harán esclavos, a acordarnos de Dios, a tener respeto a los padres, a ser honestos, a respetar al otro... Intentad verlos así y considerarlos como si fueran las palabras, las enseñanzas que da una madre para ir bien en la vida. Una madre nunca enseña lo que está mal, sino que solo quiere el bien de sus hijos, y así actúa la Iglesia.

Una segunda cosa: cuando un hijo crece, se hace adulto, toma su camino, asume responsabilidades, va por su propio pie, hace lo que quiere, y a veces ocurre también que se sale del camino, tiene algún accidente. Una madre, en cualquier situación, tiene siempre la paciencia de continuar acompañando a sus hijos. Lo que le impulsa es la fuerza del amor; una madre sabe seguir con discreción y ternura el camino de los hijos, y cuando se equivocan encuentra siempre el modo de comprender, de estar cerca y de ayudar. En mi tierra decimos que una madre sabe “dar la cara”. ¿Qué quiere decir eso? Quiere decir que una madre sabe “poner la cara” por sus hijos, es decir, que tiene el impulso de defenderlos, siempre. Pienso en las madres que sufren por tener hijos en la cárcel o en situaciones difíciles: no se preguntan si son culpables o no, sino que siguen amándolos y a menudo sufren humillaciones; pero no tienen miedo, no dejan de entregarse.

La Iglesia es así; es una madre misericordiosa, que comprende, que también busca siempre ayudar y alentar a los hijos que se han equivocado y que se equivocan; no cierra jamás las puertas de la casa; no juzga, sino que ofrece el perdón de Dios, ofrece su amor, que también invita a retomar el camino a aquellos hijos suyos que han caído en un abismo profundo. La Iglesia no tiene miedo de entrar en sus noches para dar esperanza; la Iglesia no tiene miedo de entrar en nuestra noche cuando estamos en la oscuridad del alma y de la conciencia para darnos esperanza. ¡Porque la Iglesia es madre!

Un último pensamiento. Una madre sabe también pedir, llamar a cada puerta por sus hijos, sin calcular; lo hace con amor. ¡Y pienso en cómo las madres saben llamar también y sobre todo a la puerta del corazón de Dios! Las madres ruegan mucho por sus hijos, especialmente por los más débiles, por los que lo necesitan más, por los que han tomado caminos peligrosos o equivocados en su vida. Hace pocas semanas celebré en la iglesia de San Agustín, aquí, en Roma , donde se conservan las reliquias de su madre, santa Mónica. ¡Cuántas oraciones elevó a Dios aquella santa madre por su hijo, y cuántas lágrimas derramó! Pienso en vosotras, queridas madres: ¡cuánto oráis por vuestros hijos, sin cansaros de ello! Seguid orando y encomendando a vuestros hijos a Dios, que tiene un gran corazón. Llamad a la puerta del corazón de Dios con la oración por vuestros hijos.

Y eso hace también la Iglesia: con la oración, pone en manos del Señor todas las situaciones de sus hijos. Confiemos en la fuerza de la oración de la Madre Iglesia: el Señor no permanece insensible y sabe sorprendernos cuando no nos lo esperamos. La Madre Iglesia lo sabe.

Pues bien, esos eran los pensamientos que quería transmitiros hoy: veamos en la Iglesia a una buena madre que nos indica el camino a recorrer en la vida, que sabe ser siempre paciente, misericordiosa y comprensiva, y que sabe ponernos en manos de Dios.

(Saludo a los peregrinos de lengua española y llamamiento a unirnos para implorar a Dios el don de la paz, y a comprometernos a alentar los esfuerzos para una solución diplomática y política en los focos de guerra, especialmente en Siria, coincidiendo con la celebración de la Jornada Internacional de la Paz en las Naciones Unidas)