Arzobispo
Ricardo Blázquez Pérez

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Carta

Visita ad limina Apostolorum 2014

1 de febrero de 2014


Temas: Visita ad limina Apostolorum.

Publicado: BOA 2014, 6.


Los obispos de las diócesis españolas, D. m., visitaremos oficialmente al papa Francisco los días 24-2-2014 al 8-3-2014 . A lo largo de esas dos semanas, seremos recibidos por el Papa y por los responsables de algunas congregaciones y consejos de la Curia, y tendremos la oportunidad de exponer la situación, la vida y las tareas de nuestras diócesis, con sus luces, inquietudes, proyectos y esperanzas. Previamente hemos elaborado unos informes o relationes, que han sido enviados a los dicasterios correspondientes para que puedan ser conocidos con tiempo. La visita no se reduce a cumplir un trámite administrativo o un deber de disciplina canónica; es un acontecimiento eclesial, espiritual y apostólico, con un calado profundo, que deseo exponer brevemente a todos.

La expresión “visita ad limina” quizá sea un poco enigmática. ¿Qué significa? Podemos explicitarla con las siguientes palabras: es la visita a los “umbrales” (limina) o a los sepulcros (trophaea) de los apóstoles Pedro y Pablo. Recibe su denominación de la peregrinación a los sepulcros de san Pedro y san Pablo, conservados en Roma, el de Pablo al comienzo de la Vía Ostiense y el de Pedro en la colina del Vaticano; sobre las tumbas se han construido sendas Basílicas. Excavaciones arqueológicas realizadas hace unos años en la Basílica de San Pablo Extramuros y hace algunos decenios debajo de la Basílica de San Pedro han encontrado con suma probabilidad restos de sus sepulcros, o, como designaba a veces la tradición, sus “trofeos”, ya que eran signos emblemáticos de la fidelidad victoriosa de los Apóstoles al Señor.

La visita ad limina Apostolorum, realizada por los obispos en representación de sus diócesis respectivas, tiene sobre todo dos finalidades: Honrar los sepulcros de los apóstoles Pedro y Pablo, que son como los cimientos de la Iglesia de Roma, y encontrarse con el papa, obispo de Roma y sucesor de Pedro. La visita tiene diversos momentos litúrgicos, espirituales, pastorales y de intercambio fraterno; según el Directorio para la Visita “ad limina” de los obispos significa lo siguiente: «El fortalecimiento de su responsabilidad como sucesores de los Apóstoles y en la comunión jerárquica con el sucesor de Pedro, y la referencia a las tumbas de los santos Pedro y Pablo, pastores y columnas de la Iglesia de Roma».

Visitar los sepulcros de los mártires, y particularmente los de los Apóstoles, fue una práctica antiquísima de los cristianos, por ser el signo histórico y el estímulo permanente de su fidelidad, de su ejemplaridad y de su intercesión; vsitando con veneración sus sepulcros, deseamos acogernos personalmente, con la diócesis, a su protección. El origen de la actual visita ad limina se remonta al siglo IV, a partir del cual son numerosos los testimonios de su existencia. Frecuencia de la visita, obligatoriedad y cuestiones a tratar en los dicasterios se han ido precisando poco a poco; como es comprensible, la movilidad ha influido mucho para determinar cada cuántos años se debía llevar a cabo, y actualmente está preceptuada cada cinco años, aunque puede haber factores que condicionen su cumplimiento. Diversos documentos pontificios han ido regulando el ejercicio de esta institución eclesial de la visita a la Sede Apostólica de Roma, desde el papa Sixto V (1585) hasta Pablo VI (1977); y en la forma concreta de la visita, cada papa marca su estilo.

En la realización de la visita hay acciones en grupo —por ejemplo, la celebración en las Basílicas, el discurso del Papa a todos los obispos, que este año tendrá lugar el 3-3-2014 , o la reunión en los dicasterios por provincias eclesiásticas o grupos de provincias— y momentos de encuentro personal del papa con cada obispo, en nombre de su Iglesia particular. Si el papa es el centro y el fundamento visible de la fe, del amor y de la misión de la Iglesia universal, debemos consiguientemente sintonizar con él, escuchar su palabra, leer sus escritos magisteriales y expresarle nuestro afecto; pedimos a Dios que lo sostenga, ilumine, fortalezca y consuele en su ministerio, tan decisivo para la Iglesia y tan exigente para él, y también pedimos por él en la Plegaria eucarística de la Misa, precisamente el corazón mismo de la liturgia. Para el obispo que cumple la visita, significa peregrinar a los lugares señeros de la fe, mostrar la comunión afectiva y efectiva con el papa, y cultivar la relación entre primado y colegialidad, vital para la estructura de la Iglesia.

Hay un referente neotestamentario de la visita ad limina, que es recordado habitualmente: Pablo, llamado al seguimiento y a la evangelización por el mismo Jesús resucitado, visitó a Pedro; deseaba contrastar el Evangelio que predicaba con el de Pedro, ya que no quería correr «en vano» (Ga 2,2). Alude a dos visitas a Jerusalén: «Pasados tres años (desde la conversión) subí a Jerusalén para conocer a Cefas (Pedro), y permanecí quince días con él» (Ga 1,18), y más adelante: «Transcurridos catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé» (Ga 2,1). Expuso el Evangelio que predicaba entre los paganos, y los más representativos de la Iglesia de Jerusalén no añadieron nada nuevo. «Reconociendo la gracia que me había sido otorgada, Santiago, Cefas y Juan, considerados como columnas, nos dieron la mano en señal de comunión a Bernabé y a mí» (cf. Ga 2,1-10). La comunión misionera con Pedro era fundamental para Pablo y sus colaboradores, y también hoy es fundamental la comunión con el sucesor de Pedro para el obispo y su diócesis.

La visita ad limina supone que la Iglesia de Roma es reconocida como “madre y centro de todas las Iglesias del orbe”, o, con palabras de san Ignacio de Antioquia, «la que preside la caridad universal», y manifiesta la estima del carácter singular de la “cátedra romana” y del “carisma” de la “sede de Pedro”. Ir a Roma, visitar a Pedro, es peregrinar buscando la unidad de la fe y la autenticidad de la evangelización; la visita ad limina o ad trophaea «es un instrumento y una expresión concreta de la catolicidad de la Iglesia y de la unidad del colegio de los obispos, representada en la persona del sucesor de Pedro y significada por el lugar de su martirio» (Joseph Ratzinger).