Arzobispo
Ricardo Blázquez Pérez

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Homilía

10º Aniversario
de la Asociación Jacobea Vallisoletana

31 de mayo de 2014


Temas: Santiago Apóstol y Camino de Santiago.

Publicado: BOA 2014, 183.


Conmemoramos hoy, en la Parroquia Santiago Apóstol, los diez años desde la constitución de la Asociación Jacobea Vallisoletana. Me alegro de poder responder a la invitación que recibí hace algún tiempo; con mi presencia y mis palabras, quiero unirme a la Asociación, transmitiros mi felicitación por este Aniversario y animaros en el camino emprendido. Esta celebración me recuerda particularmente mi estancia como obispo auxiliar en Santiago de Compostela desde 1988 hasta 1992; junto a la memoria y a la tumba apostólicas pude percibir el impulso vigoroso y el sentido de la peregrinación jacobea.

Permitidme en esta oportunidad una pequeña reflexión. En la tradición cristiana hay tres representaciones de Santiago discípulo, apóstol y testigo con su sangre del Señor; cada una de ellas contiene mensajes para nuestra vida cristiana.

1. Santiago es ante todo apóstol y maestro del Evangelio. Santiago es representado en el parteluz del Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago de Compostela sentado en su sede apostólica; en su cátedra episcopal, podríamos decir. Las palabras «Misit me Dominus», que apenas se pueden leer ya en su cartela, corroboran su imagen de enviado por el Señor y de maestro autorizado del Evangelio. El bastón que tiene es el de misionero (cf. Mc 6,8); esta representación del maestro Mateo subraya el don del Evangelio que, según la tradición procedente del siglo VIII, llegó hasta nosotros por medio de Santiago. Escuchemos el Evangelio, recibámoslo con corazón abierto y encarnémoslo en la vida; los Apóstoles son garantes de la autenticidad de la Tradición recibida del Señor.

2. Santiago es representado también como caballero. Según la leyenda, en el combate entre Ramiro I de Asturias y los ejércitos de Abderramán III (siglo IX) en Clavijo (La Rioja), Santiago se apareció para ayudar al monarca cristiano; pero esa leyenda sobre Santiago montado en un caballo blanco y arremetiendo contra los moros carece de valor histórico. El Evangelio no se impone, sino que se propone con la palabra y la vida cristiana, y la propuesta debe ser valiente y convencida espiritualmente, con amor y fidelidad; no se puede utilizar la violencia en nombre de Dios, ni para imponer la fe ni para defenderla. Sí podemos y debemos invocar a Santiago como defensor de nuestra fe cristiana, en medio de los peligros personales y sociales, interiores y exteriores; acudamos a Santiago pidiéndole que, como discípulo y mártir, nos fortalezca para profesar la fe en Jesucristo con el corazón y con los labios, y para vivir consecuentemente.

3. La tercera representación tradicional de Santiago es como peregrino. A consecuencia de las peregrinaciones a Santiago de Compostela, a partir del siglo XII, Santiago fue representado con el atuendo propio del peregrino, cubierto con un amplio sombrero con veneras incrustadas, con esclavina, apoyado en un bordón y llevando el típico zurrón y la calabaza. De esta forma, Santiago es un peregrino, hechura de los caminos, a imagen y semejanza de sus devotos, a los que protege de los peligros de la peregrinación. Los recorridos que evoca el báculo en forma de tau del Pórtico de la Gloria son los emprendidos por el Apóstol en su misión evangelizadora; es, como dice el Codex Calixtinus, el «episcopus apostolorum».

La peregrinación jacobea es una parábola de la vida humana; al nacer entramos en el camino, y la muerte culmina el itinerario. Los diversos aspectos de la peregrinación son metáforas que nos introducen en una significación cristiana: salir al camino requiere decisión ante lo desconocido y arriesgado; los contratiempos del camino simbolizan las pruebas que el seguimiento del Señor requiere a sus discípulos; y en el camino unos peregrinos se encuentran con otros, recordándonos que la Iglesia es como una caravana de caminantes que se prestan ayuda mutua. Muchos peregrinos a Santiago prolongan el itinerario hasta el “Finisterre”, es decir, hasta el lugar donde acaba la tierra y comienza el mar. Es una invitación a la infinitud, a la inmensidad, a la vida eterna; el sentido de la vida del hombre tiene una meta en el Pórtico de la Gloria y en la tumba apostólica, pero la meta definitiva es la gloria de Dios, la vida eterna, en el abrazo del amor infinito de Dios. Nuestra patria definitiva es el cielo. ¡Busquemos siempre a Dios! “¡Más allá!” (ultreia), “¡más arriba!” (esuseia), está la aspiración del hombre. La meta suscita siempre la atracción y la esperanza; sin meta no habría propiamente camino, sino que vagaríamos de una parte a otra sin sentido. El hombre se orienta en el mundo, en su travesía por la vida, con la estrella del sepulcro apostólico, con el Evangelio y con la vida eterna, a la que el Señor nos llama.

Las tres representaciones de Santiago, especialmente como apóstol y como peregrino, son muy elocuentes. Que la Asociación Jacobea Vallisoletana y el Camino de Santiago nos enseñen a recibir el Evangelio y a recorrer la vida ligeros de equipaje y con la mirada puesta en la meta última.