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Discurso

Asamblea Nacional
de la Acción Católica Italiana 2014

3 de mayo de 2014


Temas: Acción Católica y misión (permanecer, ir y gozar).

Web oficial: http://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2014/may/documents/papa-francesco_20140503_azione-cattolica-italiana.html

Publicado: BOA 2014, 207.


Queridos amigos de la Acción Católica:

Os doy la bienvenida a todos los que representáis a esta hermosa realidad eclesial. Saludo a los participantes en la Asamblea Nacional, a los presidentes parroquiales, a los sacerdotes consiliarios y a los amigos de la Acción Católica de otros países. Saludo al presidente Franco Miano, a quien agradezco la presentación que ha hecho; al nuevo consiliario general, monseñor Mansueto Bianchi, a quien deseo todo bien en esta nueva misión; y a su predecesor monseñor Domenico Sigalini, que tanto ha trabajado, y al que le doy las gracias por la entrega con la que ha servido durante muchos años a la Acción Católica. Dirijo un saludo especial al cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, y al secretario general, monseñor Nunzio Galantino.

El tema de vuestra Asamblea, “Personas nuevas en Cristo Jesús, corresponsables de la alegría de vivir”, se inserta bien en el tiempo pascual, que es un tiempo de alegría; es la alegría de los discípulos al encontrarse con Cristo resucitado, y debe ser interiorizada dentro de un estilo evangelizador capaz de incidir en la vida. En el contexto social y eclesial actual, vosotros, laicos de la Acción Católica, estáis llamados a renovar la opción misionera, abierta a los horizontes que el Espíritu indica a la Iglesia, y expresión de una nueva juventud del apostolado laical. Esta es la opción misionera: todo debe tener clave misionera, todo; y es el paradigma de la Acción Católica: el paradigma misionero, que es la opción que toma hoy la Acción Católica. Y sobre todo las parroquias, especialmente las marcadas por el cansancio y la cerrazón, que son muchas: parroquias cansadas, parroquias cerradas... ¡las hay! Cuando saludo a las secretarias parroquiales, les pregunto: “¿Pero usted es secretaria de esas que abren las puertas, o de las que las cierran?”. Esas parroquias necesitan vuestro entusiasmo apostólico, vuestra disponibilidad total y vuestro servicio creativo. Se trata de asumir el dinamismo misionero para llegar a todos, dando prioridad a quienes se sienten alejados y a los grupos más débiles y olvidados de la población. Se trata de abrir las puertas y dejar que Jesús pueda salir fuera; muchas veces tenemos a Jesús encerrado en las parroquias con nosotros, no salimos fuera y no dejamos que Él salga fuera, y hay que abrir las puertas para que al menos Él salga. Se trata de una Iglesia “que sale”; siempre, Iglesia que sale.

Este estilo de evangelización, animado por una fuerte pasión por la vida de la gente, es especialmente adecuado para la Acción Católica, formada por el laicado diocesano que vive en estrecha corresponsabilidad con los pastores. En eso os ayuda la popularidad de vuestra asociación, que sabe unir a los compromisos intraeclesiales el compromiso de contribuir en la transformación de la sociedad para orientarla hacia el bien. Quiero mencionaros tres verbos que pueden servir para orientar vuestro camino.

El primero es: permanecer. Pero no permanecer encerrados. ¿Permanecer en qué sentido? Permanecer con Jesús, permanecer gozando de su compañía. Para ser anunciadores y testigos de Cristo, ante todo es necesario permanecer cerca de Él; al encontrarnos con Aquel que es nuestra vida y nuestra alegría, nuestro testimonio adquiere cada día un nuevo significado y una nueva fuerza. Permanecer en Jesús, permanecer con Jesús.

Segundo verbo: ir. Que la Acción Católica nunca sea estática, ¡por favor! ¡No hay que detenerse, sino ir! Ir por las calles de vuestras ciudades y vuestros pueblos, y anunciar que Dios es Padre, que Jesucristo os lo ha dado a conocer, y que por ello vuestra vida ha cambiado: es posible vivir como hermanos, llevando dentro una esperanza que no defrauda. Que viva en vosotros el deseo de hacer llegar la Palabra de Dios a las periferias, renovando así vuestro compromiso de encontrar al hombre allí donde se encuentre; donde sufre, donde espera, donde ama y cree; donde están sus sueños más profundos, los interrogantes más auténticos, los deseos de su corazón. Allí os espera Jesús. Eso significa ir; eso significa salir, estar en marcha.

Y, por último, gozar. Gozar y alegrarse siempre en el Señor; ser personas que cantan la vida, que cantan la fe. Esto es importante: no solo recitar el Credo, recitar y conocer la fe, sino también cantar la fe. Hablar sobre la fe, vivir la fe con alegría, eso es lo que llamamos “cantar la fe”. Y no lo digo yo, lo dijo san Agustín hace 1600 años: «¡cantar la fe!». Ser personas capaces de reconocer sus talentos y sus límites, y que saben ver en sus jornadas, incluso en las más sombrías, los signos de la presencia del Señor. Alegraos, porque el Señor os ha llamado a ser corresponsables de la misión de su Iglesia; alegraos, porque en ese camino no estáis solos: está el Señor, que os acompaña; están vuestros obispos y sacerdotes, que os sostienen; están vuestras comunidades parroquiales y diocesanas, con las que compartís el camino. ¡No estáis solos!

Con estas tres actitudes: permanecer en Jesús, ir hasta las periferias y vivir la alegría de ser cristianos, podréis llevar adelante vuestra vocación y evitar la tentación del “inmovilismo”, que nada tiene que ver con permanecer en Jesús; es la tentación de la cerrazón y del intimismo, tan edulcorada que es empalagosa... Si os ponéis en marcha, no caeréis en esa tentación. Y evitad también la tentación de la seriedad formal. Al permanecer en Jesús, ir a las periferias, vivir la alegría y evitar estas tentaciones, evitaréis que vuestras vidas se parezcan más a las de estatuas de museo que a las de personas llamadas por Jesús a vivir y difundir la alegría del Evangelio. Si queréis escuchar y seguir el consejo de vuestro consiliario general —es muy pacífico, porque lleva un nombre que lo es: Mansueto—, convertíos en burritos, pero, por favor, ¡jamás en estatuas de museo!

Pidamos al Señor, para cada uno de nosotros, ojos que sepan ver más allá de la apariencia; oídos que sepan escuchar gritos, susurros y también silencios; y manos que sepan sostener, abrazar y curar. Pidamos, sobre todo, un corazón grande y misericordioso, que desee el bien y la salvación de todos. Que os acompañe en el camino María Inmaculada, y también mi bendición; y os doy las gracias porque sé que rezáis por mí.

Ahora os invito a rezar a la Virgen, que es nuestra Madre y que nos acompañará en este camino. Ella siempre iba detrás de Jesús y lo acompañó hasta el final; pidámosle que nos acompañe siempre en nuestro camino, este camino de la alegría, este camino del salir, este camino del permanecer con Jesús.