Arzobispo
Ricardo Blázquez Pérez

Imprimir A4  A4x2  A5  

Carta

Primera Comunión
y Eucaristía del domingo

16 de junio de 2014


Temas: Primera Comunión y Eucaristía del domingo (Iniciación cristiana).

Publicado: BOA 2014, 176.


La Exposición de las Edades del Hombre que fue inaugurada en Aranda de Duero el 6-5-2014 está dedicada a la Eucaristía, que es el sacramento central de la Iglesia. El pan cotidiano, las múltiples imágenes y acontecimientos del Antiguo Testamento (los dones del justo Abel, el sacrificio de nuestro padre en la fe Abrahán, la oblación del sumo sacerdote Melquisedec, la pascua judía, el maná del desierto) y la multiplicación de los panes por Jesús van preparando la realidad y el sentido de la Eucaristía instituida por el Señor en la Última Cena con sus discípulos, antes de la pasión, cuando dijo: «Esto es mi cuerpo; haced esto en conmemoración mía». A través de las piezas expuestas en las iglesias de Santa María y San Juan de Aranda de Duero, vamos comprendiendo el puesto que ocupa la Eucaristía en la Iglesia.

El día del Señor, es decir, el domingo, Jesús resucitado nos invita a la asamblea, a la fiesta, a su mesa; Él mismo parte el pan y lo distribuye a los comensales convertido en su Cuerpo, como hizo con los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,30). Esta cita con el Señor perdura también hoy. ¿Cómo va a faltar un hermano a la fiesta de la familia?

La primera Comunión, el Bautismo y la Confirmación son los sacramentos de la iniciación cristiana, a lo largo de la cual aprendemos a creer, vivir, rezar y celebrar los sacramentos. La ilusión de los niños, el apoyo de los padres, el servicio de los catequistas y la preparación de la parroquia confluyen para poner de relieve la importancia de la primera Comunión. ¡Ojalá que esta fiesta, cristiana, familiar y parroquial, no quede desfigurada por interferencias que distraigan a los niños de lo realmente importante!

La iniciación requiere continuidad. Los niños se preparan no solamente para un día precioso, para una fiesta inolvidable; se preparan, nos hemos preparado, para la vida entera, para participar plenamente en la celebración de la Eucaristía del domingo; la iniciación cristiana introduce en un camino que debe proseguir. Se comprende que la continuidad estará más garantizada cuanto más sólida sea la iniciación, por lo que una preparación adecuada es decisiva. En nuestra sociedad plural, si no cultivamos diariamente la fe ni participamos asiduamente en la Eucaristía, con facilidad somos víctimas de mensajes divergentes y contrarios a nuestra condición de cristianos; aislados de la comunidad, somos candidatos al naufragio. Necesitamos que nuestra fe sea hondamente personal y al mismo tiempo eclesial.

Un cristiano celebra el domingo con el descanso laboral, como los demás ciudadanos, y además con la participación en la Misa, a la que estamos invitados por ser cristianos, por haber sido introducidos en la vida de la Iglesia. La Eucaristía del domingo debe ocupar un lugar preferente en la ordenación del tiempo semanal; ¡que no le hagan competencia otras actividades! En una ocasión, un niño, teniendo presente su experiencia, expresó lo mismo con estas palabras: “Un domingo es más bonito con misa que sin misa”; todo lo demás y los días laborales reciben luz de la fiesta dominical. Cuando un cristiano o una familia no acuden a la Eucaristía de manera habitual, es indicio de que ha ocurrido un distanciamiento, o es presagio de que va a acontecer. Necesitamos reunirnos con nuestros hermanos en la fe para escuchar la Palabra de Dios, para ser animados con la predicación, para participar en la mesa del Señor y para vivir diariamente como discípulos de Jesús y pasar por la vida haciendo el bien (cf. Hch 10,38). Con estas líneas quiero exhortar encarecidamente a todos a tomar parte en la Misa del domingo. ¡Es una superficialidad oponer la Misa y la justicia! Los cristianos estamos llamados a orar y adorar al Señor, y a ayudar y servir a los hombres. Cuando no sea posible participar en la asamblea, la retransmisión de la Misa por televisión es una ayuda importante.

En nuestra sociedad, que multiplica tanto las solicitaciones de atención, probablemente necesitamos concentrarnos en lo fundamental; pues bien, la Eucaristía es la base sobre la que podemos levantar el edificio de nuestra vida, es la raíz que alimenta nuestra existencia y fortalece nuestra debilidad, y es el centro en el que convergen y del que parten otras actividades. En toda comunidad parroquial son básicas la transmisión de la fe por la predicación, la catequesis, la enseñanza religiosa y la lectura del Evangelio; la celebración de los sacramentos, que tienen su núcleo en la Eucaristía; y la animación de la caridad con el cuidado de los enfermos, los ancianos y los pobres. Palabra de Dios, sacramentos y caridad están íntimamente vinculados entre sí, y deben estarlo en la vida de cada cristiano y de cada parroquia; la vinculación de la fiesta del Corpus y el amor fraterno expresan esa estrecha conexión. La participación sincera en la Eucaristía debe verificarse en la vida diaria; la vida cristiana remite como fuente al encuentro con el Señor en el sacramento del altar.

Los padres tienen una responsabilidad especial en la iniciación cristiana de sus hijos, como en general en su formación para vivir en la sociedad. Enseñar a rezar a los hijos y rezar con ellos en la familia es quehacer de los padres; no olvidemos que rezando se transmite la fe. La confianza de los niños en sus padres se amplía a la confianza en Dios, nuestro Padre, y en la Virgen, nuestra Madre. El hogar tiene un calor y una fuerza singulares para iniciar a los hijos; no se debe descuidar que la casa de los cristianos tenga signos cristianos como recuerdo de la fe y como llamada. Así como las imágenes y los cuadros que podemos contemplar en la exposición de Aranda han catequizado a generaciones de creyentes, de modo semejante los signos cristianos de la casa son memoria e invitación a la fe; también en eso se diferencia el hogar de un cristiano del de un pagano o un indiferente a la fe.

Es una tarea preciosa de los padres acompañar a sus hijos a la celebración de la Eucaristía. Es mucho que los padres envíen a sus hijos a la catequesis y a la Misa, pero es mucho más que los acompañen a la Misa y se interesen por su aprovechamiento hablando con los catequistas. No hay que tener miedo a que se cansen en la Eucaristía y en ocasiones estén inquietos; Jesús nos dice, como a los Apóstoles, «dejad que los niños se acerquen a mí» (Mt 19,14). En los niños se unen fácilmente vitalidad y viveza. Aunque la Eucaristía no es un entretenimiento, debemos adaptarnos para que en la celebración se sientan participantes los niños, jóvenes, adultos y ancianos; las diversas generaciones somos comensales por igual en la Cena del Señor.