Carta Pastoral (16-31 de enero de 2024)
¿CREES ESTO?
¿Crees esto? Es la provocativa pregunta que hace Jesús a Marta cuando, muerto su hermano Lázaro, le reprocha a Jesús haber llegado tarde. Él, entonces, hace una presentación de sí mismo solemne: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree esto vivirá para siempre”.
Esta pregunta —¿Crees esto?— es la que las iglesias —diversas iglesias cristianas de Oriente y de Occidente, evangélicas, luteranas, ortodoxas, católicas— se hacen, nos hacemos, con motivo del Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos.
¿Crees esto? Así, quieren ayudarnos a caer en la cuenta de que la fe en Jesucristo resucitado es el verdadero vínculo de unidad. Pero, como se hizo a comienzos del siglo IV, en el año 325 en Nicea, cuando la Iglesia salía de la clandestinidad y se estaba asentando en diversos lugares de la tierra conocida, era importante saber expresar la Fe. ¿En quién creemos? ¿Qué creemos?
El corazón, la piedra angular de la fe cristiana es Jesucristo y éste resucitado. Pero Jesucristo es el hijo de Dios Padre. Jesucristo está ungido por el Espíritu Santo y, a través de él, el Padre nos comunica este mismo Espíritu. En torno a Jesucristo los creyentes nos agrupamos y formamos la Iglesia; recibimos el Bautismo y por él nos incorporamos al mismo cuerpo de Cristo; juntos peregrinamos en la esperanza de la vida eterna y de la resurrección de nuestra propia carne frágil y mortal.
Era muy importante poder elaborar un símbolo, un punto de encuentro, una fe común expresada en un lenguaje aceptado por todos para, luego, poder vivir esta Fe en expresiones diversas, según los lugares donde la Iglesia se va estableciendo.
Por eso, el Papa Francisco en este año jubilar en el que, celebrando la encarnación, nos anima la esperanza, nos invita también a celebrar con gozo y de manera solemne los 1.700 años de la redacción del Credo en Nicea.
En el Octavario vamos a reflexionar sobre cada uno de los artículos de este Credo niceno. A lo largo del año somos llamados a la conversión a Jesucristo para entrar de su mano en la relación con Dios, que es Padre y Creador, a sabernos ungidos por el mismo Espíritu que ungió a Jesús y a confesar que formamos parte de su Cuerpo, la Iglesia, que tiene una misión. Para llevar a cabo esta misión —lo dijo el propio Jesús— es imprescindible la comunión: “Padre, que sean uno para que el mundo crea”.
Así, el Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos, que lleva más de un siglo celebrándose en las iglesias, es una buena ocasión para invocar al Señor el don de la unidad. En primer lugar, vivida en el seno de nuestras propias comunidades católicas, y también unidad entre las iglesias. La unidad no es una estrategia, ni se va a realizar firmando una especie de pacto, sino que surge de profundizar en la fe común, de convertirnos cada vez más a Jesucristo y de expresar con nuestra vida lo que significa decir “Padre Nuestro” y dejarnos llevar por el mismo Espíritu que ungió a Jesús.
Por eso, este año 2025 es una buena oportunidad para profundizar en el Credo. Yo mismo he propuesto a todas nuestras comunidades de la Iglesia Diocesana de Valladolid que, a lo largo del año, profesemos el Credo de Nicea, que luego fue pulido en su redacción final en Constantinopla, para que, repasando, profesando el Credo, podamos profundizar en esta Fe que nos une.
Se da, además, otra circunstancia en este año 2025, una de las cuestiones que ya empezaron a discutirse en el concilio de Nicea: cómo vincular la Pascua judía a la Pascua cristiana y, por tanto, cuál era la fecha adecuada para celebrar el Misterio pascual de Jesucristo. En este año 2025 resulta que celebramos la Pascua el mismo día —20 de abril— todas las denominaciones cristianas. Esta fecha de celebración, que ha dado lugar a divisiones a lo largo de los siglos, este año de esperanza nos une en la celebración central de los cristianos.
Es también una buena oportunidad para responder a la pregunta: ¿Crees esto? En la Vigilia Pascual renovaremos nuestra Fe, precisamente, respondiendo a preguntas que nos vinculan al Credo.
Peregrinos de esperanza, sabemos bien dónde está la raíz de la esperanza: en Jesucristo resucitado. Caminando juntos como pueblo, como sínodo, estamos llamados a ensanchar la tienda y a reconciliarnos y unirnos con otras iglesias cristianas. Sabemos que esto es un don que nos tiene que conceder el Señor, pero hemos de estar bien dispuestos para acoger el don. Esta disposición tiene que ver con la oración común, con la búsqueda común para profundizar en este Credo que profesamos, con el diálogo sobre nuestras tradiciones y las que pueden ser mantenidas, aunque nos vinculemos en una Iglesia reunida como un solo pueblo bajo un solo pastor.
Ahí te dejo la pregunta, querido amigo: ¿Crees esto? Que este Año Santo, ‘Peregrinos de Esperanza’, nos ayude a responder entrando en la conversión al Señor, viviendo la comunión en la Iglesia y anunciando en la misión esta buena noticia de salvación para todos los pueblos.