Misionera a los 100 años: sor María Belén, la dominica nacida en Olmedo que sigue cumpliendo años en Angola
3 febrero, 2025Vive cada día “como un regalo, un don, una gracia inmedible”. “No sé cuántas gracias tengo encima de mí, ni cómo puedo andar”, bromea sor María Belén, que ha cumplido 100 años este 3 de febrero, tan solo un día después de que la Iglesia Católica celebrara la Jornada Mundial de la Vida Consagrada.
Al echar la vista atrás desde Angola, su tierra de acogida desde hace más de cinco décadas, esta dominica nacida en Olmedo, un municipio de la provincia de Valladolid, reconoce que le debe “mucho” a Dios. “Me ha mimado demasiado, desde pequeña”, asegura. Y por ello en sus 100 años de vida “siempre” se ha sentido “resguardada, favorecida, colmada”, confiesa de manera reconfortante, “por su bendición o, mejor dicho”, se corrige, “de su redención”. “Que es lo que le debemos yo y todo el mundo”, afirma en una grabación que ha hecho llegar a su tierra natal por iniciativa de José Ramón Peláez, párroco de Santa María y San Pedro, donde el pasado 2 de febrero, durante la celebración de la Eucaristía, celebraron también el cumpleaños de su misionera centenaria pese a separarles a unos y otros más de 6.000 kilómetros de distancia.
“Hace tantos años”, que sor María Belén no recuerda ya cuándo nació su vocación. Pero sí, cómo. “Me gustaba mucho jugar a vestirnos de monjitas”, rememora entre risas. Habla de ella, su hermana pequeña y tres de sus primas. También disfrutaba en aquellos viajes con sus tíos a las ferias de Valladolid en los que “nos desviábamos e íbamos a ver a las monjitas que ellos conocían”. “Nos pasábamos la tarde en un locutorio hablando con ellas”, explica, “y nos lo pasábamos bien”. “Creo que así fue”, reconoce, “como se fue fraguando la vocación”, con el ejemplo de las Carmelitas de Valladolid y de las Dominicas del Monasterio Madre de Dios de Olmedo.
Olmedo, América y África
A medida que fue creciendo, sor María Belén cayó en la cuenta de que “quería ser monja de vida activa”. Especialmente, cuando, colaborando con Acción Católica en su Olmedo natal, descubrió la labor de las misioneras. “Después, con el tiempo”, añade, “fui madurando mi vocación en espíritu y en verdad”. Y ya sin las prisas propias de la juventud, según ella misma reconoce, aparcó su idea de viajar a América y se decantó por encauzar su vocación como “monja contemplativa” en el Monasterio Madre de Dios de Olmedo.
Pero, una vez allí, volvió a despertarse en ella su vocación misionera por intercesión de sor María Teresa, una hermana dominica. “Me fascinaba su modo de descubrir el Evangelio”, recuerda. “Y descubriéndolo y viviéndolo (el Evangelio) con ella”, afirma, confirmó también que su Fe la llevaría “más lejos”. Concretamente, a Puerto Rico, hasta donde viajó en el año 1964 para fundar un monasterio junto a otras dos hermanas. Y, así, “sin yo buscarlo, porque entré en Olmedo”, puntualiza, el Señor estaba haciendo realidad su pretensión inicial: ejercer como misionera en América.
Pero aquella primera misión duró “poco tiempo” por motivos de salud, lamenta son María Belén, que volvería a ser “llamada por la gracia de Dios” en el año 1972 para fundar un nuevo monasterio fuera de España. Esta vez, en África, en la ciudad angoleña de Benguela. Su particular “obra de arte”, reconoce orgullosa medio siglo después.
Allí, pese a estallar una guerra civil apenas tres años después de su llegada, vive “felicísima” desde hace 52 años. Tanto, que asegura sentirse ya “una africana” con el deber de hacer, a través de su testimonio vital, “misión en Castilla, en el Olmedo de mi alma”.
A sus 100 años necesita una lupa para leer sus oraciones, que sigue elevando desde Angola por sus familiares, amigos y vecinos de Olmedo, a los que suplica también “que oréis por mi, como yo lo estoy haciendo por vosotros con muchísimo gusto”. Y, como si de un deseo al soplar las velas sobre la tarta se tratara, son María Belén pide una única cosa: “Me gustaría que sepamos descubrir la Fe que recibimos en el Bautismo”. Porque “si la despertamos poco a poco”, advierte, “nos va iluminando”. “La Fe”, concluye con vitalidad y lucidez a sus 100 años, “nos va descubriendo la realidad”.