Muertos en la valla de Melilla

Muertos en la valla de Melilla

8 agosto, 2022

Miguel Argüello

Vemos y oímos cómo decenas de emigrantes apostados cerca de la valla de Melilla fallecen víctimas de las mafias que se dedican al tráfico de personas, en la versión oficial, y víctimas de la barbarie institucional ejercida por policía transfronteriza.

No se puede despachar sin más estos hechos, cuando se ha producido el fallecimiento de decenas de personas, que probablemente, no sabemos cuántas buscaban, como miles y miles, un futuro mejor fuera de su país, tal vez huyendo de la guerra, o empujados por mafias pero también por la esperanza de una vida  diferente con menos hambre y horror que en sus países de origen.

El problema de África subsahariana sometido a regímenes sin suficiente control, supeditado a gobiernos que no pueden aún suprimir la barbarie producida por grandes grupos de poder externo, o por facciones políticas fundamentalistas, lleva a muchas personas, particularmente jóvenes, a huir o salir de sus países arriesgando la vida, con tal de vislumbrar un futuro que en los suyos se les antoja no solo incierto, sino cerrado a cal y canto.

El proceso repetido también desde otros contextos culturales, en países de la antigua Unión soviética, o en algunas zonas americanas de habla hispana, es visto por los ojos europeos con una mirada diferente si se trata de países al sur de España o si provienen de América. Existe una discriminación negativa en el  caso de África, de la que solo se habla con pasión  por parte de Mundo Negro, algunas O.N.G. loables y otras no tanto, para tratar de inculcar desde Europa y el mundo occidental unos valores que no se corresponden con el conglomerado de pueblos africanos. Sin embargo, ellos, los africanos,  como muchos hermanos latinoamericanos, están siendo el amparo de una ancianidad europea desatendida por sus propias familias, en las que se legisla a favor de la eutanasia, para tapar nuestra propia vergüenza, al ser incapaces de devolver a nuestros mayores el cariño familiar que previamente nos dieron en la infancia.

En muchos de esos países el anciano aún es considerado no por lo que produce, sino por lo que es: persona digna de cuidado por parte de los suyos: llámese familia, tribu o pueblo de origen. Los niños allí son considerados el futuro de sus pueblos, y desde la pobreza, aún están dando lecciones de generosidad a través de sus madres que llevan adelante la vida en condiciones muy penosas para los europeos, acostumbrados al “buen vivir” y a suprimir de sus vidas el dolor y el esfuerzo que supone el  cuidado cotidiano de los suyos.

Por estos motivos no se debe informar un asunto tan grave como una cuestión meramente de ocupación o de asalto de valla en los que los agentes que han intervenido han “tenido una actuación ejemplar” defendiendo nuestras fronteras. Se trata de vidas humanas que mueren de forma vil, señor Presidente, por ello, es preciso hacer al menos un examen de conciencia por parte de las autoridades marroquíes y españolas, para que hechos semejantes no se repitan una y otra vez.

No basta que una cumbre de la OTAN defina nuevos objetivos geoestratégicos, aumentando el gasto militar, cuando de lo que se trata es de favorecer una mejor distribución de las riquezas de los pueblos para que el derecho a permanecer en el país de origen no sea el derecho a ver pasar las uvas, el grano, y los minerales hacia otros pueblos sino repartir la vendimia mejor.

¿Acaso el fuego se apaga echando más leña al brasero?

¿Se puede conformar un pueblo, en este caso el español, con el hecho de haber vendido una buena imagen en cuanto a la organización de dicha cumbre en Madrid, cuando los muertos continúan de forma persistente por tierra, mar y aire en guerras abiertas en todo el mundo? Desde una perspectiva humana, rotundamente no.

¡Señores políticos de uno y otro signo! Para construir la paz armémonos con las armas de la paz: el diálogo, la escucha, la negociación… dejando para otros el uso de las destructivas: acorazados, misiles, tanques y todo tipo de ingenios de muerte, pues de estos ya tenemos suficiente experiencia en cuanto a los millones de victimas que han producido en la historia de la humanidad desde que el mundo es mundo.