Por la convivencia frente a la crispación

Por la convivencia frente a la crispación

Por la convivencia frente a la crispación

8 agosto, 2020

LAICOS EN ASAMBLEA

En la Asociación Laicos en Asamblea —como grupo que comparte ilusiones, proyectos de vida y formación en vista al anuncio de la Buena Noticia del Evangelio de Jesús desde hace más de veinte años— proponemos esta breve reflexión sobre la crispación política actual y algunas actitudes que debemos tener en cuenta dirigida a responsables políticos, a todos los hermanos en la fe y a nuestros pastores.

Una pandemia sobrevenida a cualquier grupo político le hubiera puesto algo más que nervioso. Sin embargo, debemos tener una actitud crítica frente a los fallos en su gestión; aun admitiendo la necesidad de ir de acuerdos para afrontar la desgracia de los más desfavorecidos, el consuelo de los afectados, el reconocimiento del esfuerzo de la sociedad civil y la necesidad de frenar socialmente conductas desaprensivas para procurar la salud pública.

En el sentido apuntado, constatamos conductas impúdicas hechas noticias que promueven el seguidismo borreguil de oyentes o lectores poco formados y logran el desprecio del diferente a la línea editorial de grupos de poder; aunque dichas noticias distorsionen o magnifiquen parte de la verdad o sirvan de velo para distraernos de los hechos. Magnificado por el grave eco de las redes sociales sin filtro hacia la verdad.

El impulso de políticas de austeridad y solidaridad con los más desfavorecidos para promover el empleo, el diálogo entre la empresa y el mundo del trabajo, la protección con ERTES o IMV u otras medidas para la reactivación económica, son imprescindibles a día de hoy; ahora bien, la distancia física profiláctica no puede convertirse en distancia política entre grupos, en un “sálvese quien pueda” o en afán de poder a costa de anular al adversario político.

Resulta una imperiosa necesidad suprimir la calumnia, la mentira, el insulto; recuperar el diálogo constructivo y las mínimas formas de conciliación en las que, desde el reconocimiento de errores de unos y otros, reconduzcamos la crispación política que infecta cual pandemia a los espectadores y alcanza el conflicto social en una sana dialéctica generadora de una comunidad, ¿dónde queda el juntos saldremos de esta? Este ambiente exacerbado es fermento de esa distancia amarga e irreconciliable entre los que pensamos diferente, y semilla de desesperanza ante cualquier proyecto.

La Iglesia —como conjunto de hombres y mujeres que siguen al Maestro de la Compasión y la Ternura especialmente con los más frágiles— no puede sino ser amante de la vida, promotora de la justicia y la solidaridad; amparando al hombre no solo en lo económico, sino más aún en la búsqueda de sentido de su vida, fundada en Aquel que “siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza”, pues custodia la respuesta de su Maestro en estas palabras. La Iglesia no teme la búsqueda sincera de la verdad; propone continuamente el diálogo como búsqueda de solución a los conflictos. En nuestro pequeño grupo sabemos lo imprescindibles que son esas actitudes.

De igual forma nuestra aportación hacia CÁRITAS, como miembros todos de la Iglesia, trata de poner rostro al amor al prójimo sin distinción de raza, sexo, procedencia o ideología. Esta es nuestra forma concreta de manifestarnos próximos a todas las personas. Si bien no agota toda la fuerza y generosidad de una sociedad que busca ser compasiva y justa con los más vulnerables, sabemos que, por su extensión y por la denuncia que realiza ante fallos del sistema social, provoca que sus informes y propuestas sean escuchados también por los políticos y la sociedad en general.

Solo una fe encarnada en medio de nuestra debilidad, desde la comunión entre grupos, podrá ser signo del amor al que nos invita el Maestro.

Este amor de Cristo nos apremia y nuestro pequeño grupo, antes de revisar su marcha en medio de esta pandemia, quiere invitar a toda la Iglesia local en todos sus grupos, a tomar conciencia sobre la necesidad de abrir las puertas de cada uno de ellos a los más desfavorecidos, discerniendo de qué modo concreto nos pide el Señor ser sus manos y sus brazos con gestos de amor al prójimo en Valladolid y más allá de nuestros ambientes.