SANTA TERESA DE JESÚS (I)
DE LOS ORÍGENES “VALLISOLETANOS” A LOS PRIMEROS CONVENTOS

SANTA TERESA DE JESÚS (I)
DE LOS ORÍGENES “VALLISOLETANOS” A LOS PRIMEROS CONVENTOS

28 junio, 2017
CRISTO DE LA AGONÍA QUE REGALÓ PROBABLEMENTE LA FUNDADORA MARÍA DE MENDOZA A LAS MONJAS DE VALLADOLID
CRISTO DE LA AGONÍA QUE REGALÓ PROBABLEMENTE LA FUNDADORA MARÍA DE MENDOZA A LAS MONJAS DE VALLADOLID

Bienaventurados – Los santos que moraron en Valladolid. Serie de Artículos de Javier Burrieza

Nació en Ávila el 28 de marzo de 1515 y murió en Alba de Tormes (Salamanca) el 4 de octubre de 1582. Carmelita descalza, impulsora de la reforma de su Orden, fundadora de conventos, visitó en numerosas ocasiones Medina del Campo donde abrió el convento de San José y en la villa de Valladolid, en el convento de la Concepción del Carmen. Fue beatificada en 1614 y canonizada en 1622.

Teresa de Jesús ha sido la monja que ha contado con mayor repercusión en la historia de España. Nacida en una familia de judeoconversos que trató de disfrazar su pasado en un ámbito geográfico diferente, con bodas que oxigenaron teóricamente su sangre. Lo hicieron con sentencia favorable de la Real Audiencia de Valladolid. Teófanes Egido aclaró con autoridad todas estas cuestiones. Teresa de Ahumada estaba informada de sus orígenes y le preocupaban poco las prioridades de los linajes. Su ascendencia se remontaba a tierras cercanas a Valladolid, aunque entonces no existía nuestra dimensión provincial. Su abuela paterna había nacido en Tordesillas. Inés de Cepeda contrajo matrimonio con el habilidoso hombre de negocios que era Juan Sánchez de Toledo. Sus abuelos maternos —Juan Dávila y Ahumada y Teresa de las Cuevas— y su madre —Beatriz de Ahumada— eran de Olmedo, esta última, mujer de “muchas virtudes”.

        Tras vivir en La Encarnación por espacio de veintisiete años, a los cuarenta y siete Teresa de Ahumada emprendió la recuperación de la pureza de la Regla primitiva del Carmelo. Después de la fundación de San José de Ávila en 1562, se abría el horizonte fundacional del “centro financiero medular de Castilla” con un nuevo convento, bajo esta misma advocación, en 1567. Nos referimos a Medina del Campo. Los jesuitas, desde su colegio, sirvieron de introductores, en los días que moraba en la villa de las ferias su anterior confesor Baltasar Álvarez. El camino no fue recto. Los rumores siempre estaban por medio. Los de la Compañía, entonces, la defendieron, junto con hombres de negocios como Simón Ruiz. Con todo, la monja reformadora tuvo que hacer su primera entrada silenciosa en Medina en la víspera del 15 de agosto. Cuando amaneció aquella fiesta, tañeron a la primera misa y los vecinos sorprendidos, pudieron comprobar que donde no había templo, ahora podían encontrar “monasterio de pobreza”. Entonces, un joven fraile carmelita de veinticinco años, fray Juan de Santo Matía, conoció a la madre Teresa en ese mismo verano, cuando necesitaba una nueva orientación en su vocación. Y ésta le convenció para que iniciase junto con fray Antonio de Heredia la reforma masculina del Carmelo.

“Las monjas iban ganando crédito en el pueblo y tomando con ellas mucha devoción […] Comenzó el Señor a llamar a algunas para tomar el hábito: y eran tantas las mercedes que les hacía, que yo estaba espantada”

            Las monjas fueron recogidas por el mercader Blas de Medina en sus casas de la Plaza Mayor hasta conseguir un habitáculo adecuado para el convento, con la ayuda de la protección económica de Elena de Quiroga, sobrina del cardenal-arzobispo de Toledo e inquisidor general: “han gastado en aquel sitio —confirma su capellán Julián de Ávila— muchos millares de ducados, y tienen muy buena casa y buen puesto”. Así lo contemplaba este sacerdote cuando declaraba en favor de la santificación de la madre Teresa. Medina iba recibiendo numerosas solicitudes de jóvenes para convertirse en monjas descalzas de acuerdo a esta reforma. Se iba extendiendo la fama de este modo de vida, confirmado por la propia madre Teresa: “las monjas iban ganando crédito en el pueblo y tomando con ellas mucha devoción y, a mi parecer, con razón —escribe en las Fundaciones—En esto iban con la manera de proceder que en San José de Ávila, por ser una misma la Regla y Constituciones. Comenzó el Señor a llamar a algunas para tomar el hábito: y eran tantas las mercedes que les hacía, que yo estaba espantada”. De una segunda visita de Teresa de Jesús a Medina, partió el grupo fundador del convento de Valladolid y entre ellos, el mencionado fray Juan de Santo Matía. La preparación a la reforma masculina se efectuó en las primeras semanas de la presencia de la madre Teresa en esta cuarta fundación.

             Los deseos de “hacer monasterio en Valladolid” fueron expresados a la monja reformadora por Bernardino de Mendoza y su poderosa e influyente familia. Este joven soltero, de vida un tanto “disipada” como le retrataban algunas fuentes, era hermano del obispo de Ávila y de María de Mendoza, cuñado por el matrimonio de ésta, del todopoderoso secretario de Carlos V, Francisco de los Cobos. El territorio que ofrecían a las carmelitas era una finca próxima a Valladolid, conocida como Río de Olmos, a las orillas del Pisuerga. No pudo culminar allí la casa, por la insalubridad del espacio.