Cofradía Nuestra Señora de las Angustias

El Corazón de Jesús devuelve amor por amor a la Virgen de Las Angustias en su misión evangelizadora

25 de septiembre de 2025


A golpe de llamador, que hizo sonar la superiora de la comunidad de las Hermanas de la Cruz en Valladolid, María Ana (HCC), se despidió Nuestra Señora de las Angustias del barrio de Las Delicias.

Despedida fructífera y agradecida tras cuatro días de misión evangelizadora en los que sus cofrades han podido conocer de primera mano, evangelizar y acompañar a distintas realidades para las que el Papa Francisco, en su Bula de Convocación del Año Santo ‘Peregrinos de Esperanza’, pidió ser signo “concreto” de cercanía: pobres, enfermos, migrantes y jóvenes. Porque ya lo dijo también Francisco: “La esperanza encuentra en la Madre de Dios su testimonio más alto. Dejémonos atraer desde ahora por la esperanza y permitamos que a través de nosotros sea contagiosa para cuantos la desean”. Y a través de los cofrades peregrinantes ha podido contagiarse esa esperanza, gracias a la mediación de distintas realidades de la Iglesia, como Cáritas Diocesana y órdenes religiosas, como las Hermanas Hospitalarias, los Misioneros Paúles o las propias Hermanas de la Cruz, que vehiculizan la fe y la esperanza cristiana con su vocación y trabajo diario en la Obra Social de María Milagrosa, el Hospital Benito Menni o el Colegio La Inmaculada Concepción.

Con un recorrido mucho más ligero, con menos paradas, la Virgen emprendió el camino de regreso al centro de Valladolid, no sin antes detenerse ante la estatua de Santa Ángela de la Cruz, cuyas Hermanas “de tanto imitar a la Virgen, se han convertido en madres de muchos”, ensalzó el presbítero diocesano Mario Martín, que acompañó a la Ilustre Cofradía Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias en este tercer traslado de su misión evangelizadora. El joven párroco de distintos municipios de Tierra de Campos recordó que el testimonio de las Hermanas de la Cruz es un recordatorio para todos de que “no podemos amar a Dios, si no podemos amar también al prójimo”. Y, tal vez, por eso los cofrades que portaban a hombros a la Virgen en sus parihuelas siguieron acercando, como en anteriores traslados, a la Madre a las aceras cada vez que en ellas veían emocionarse a una persona mayor, a una madre sosteniendo a su hijo o a un devoto esperando el paso de la procesión en su silla de ruedas o sentado en su andador.

Tras parar también en la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen, ahora sí, la Virgen de Las Angustias abandonó físicamente el barrio de Las Delicias, atravesando una cortina de flores, tanto a la entrada como a la salida del túnel de Labradores, gracias a la petalada organizada por un grupo de jóvenes cofrades.

"Un regalo"

La talla de Juan de Juni tomó la calle Alonso Pesquera, que se quedó pequeña ante la multitud de fieles y cofrades, para acceder después a ritmo de ‘Reina de Reyes’, interpretada al órgano, a la que será su casa por dos días, la Basílica-Santuario Nacional de la Gran Promesa. Y al enfilar el pasillo central, al ver a la Virgen de Las Angustias acercándose más y más a la monumental escultura del Sagrado Corazón de Jesús que preside el retablo central del templo, pareciera que el Hijo quisiera abrazar a la Madre, devolverle su amor por amor.

Ver entrar a la Virgen de las Angustias en la Basílica-Santuario Nacional de la Gran Promesa un 24 de septiembre fue “un gran regalo” para su rector, Jesús Fernández Lubiano. “El mejor regalo”, confiesa a IEV, porque también un 24 de septiembre, pero de hace 31 años, el también Vicario General de la Archidiócesis de Valladolid era ordenado sacerdote.

Nuestra Señora de las Angustias permanecerá en la Basílica-Santuario Nacional de la Gran Promesa hasta el 26 de septiembre, según ha informado la Cofradía, fecha en la que será trasladada hasta la Santa Iglesia Metropolitana Catedral para la Eucaristía Jubilar y posterior Procesión Gloriosa que se celebrarán el próximo sábado, 27 de septiembre, como colofón a 10 días en misión evangelizadora por calles, plazas y barrios que la Cofradía no había pisado nunca antes en sus casi cinco siglos de historia.