Archidiócesis de Valladolid
Un noviazgo “con Dios en el centro” y una religiosa “feliz” pese al rechazo de su familia, testimonios de bienvenida al Adviento
1 de diciembre de 2025
Como la demostración de que es posible pasar al terreno de los hechos la Palabra, que el pasado sábado, 30 de noviembre, según recordó el sacerdote Marcos Rebollo, miembro de la Delegación de Pastoral Juvenil, animaba a “estar despiertos”, a “velar en todo momento”, a “estar siempre preparados para el paso de Dios por nuestras vidas”, varias decenas de fieles —la gran mayoría, jóvenes— se mantuvieron en vigilia hasta bien entrada la mañana del domingo, con el Santísimo expuesto, para dar la bienvenida al nuevo año litúrgico en el Seminario Diocesano de Valladolid y encender juntos la primera vela de la corona de Adviento.
En un ambiente de fraternidad y recogimiento, al calor de esa primera de las cuatro velas —una por cada domingo antes de Navidad— que irá encendiendo la Iglesia en este tiempo de espera y preparación para el nacimiento de Jesús, que es el Adviento, una joven pareja de novios y una religiosa compartieron su testimonio vocacional. Testimonios diferentes, pero complementarios, y en los que resonaba con fuerza una misma pregunta: ¿Para quién soy?
María y Pedro, ambos de 24 años, anunciaron que, “si Dios quiere”, se casarán en septiembre de 2026. “En un mundo donde se nos invita a movernos por impulsos, pasiones y vídeos de 15 segundos, queremos construir una relación en la que cada día busquemos amarnos lo más parecido a como Cristo nos ama”, afirmó María. Toda una declaración de intenciones de quien, tras conocer al que hoy es su prometido cuando aún estaba “recuperándome” de otra “larga” relación de pareja, afirma con seguridad tras dos años y medio junto a Pedro que “el Señor me fue haciendo ver que no son mis tiempos los perfectos, si no los suyos; y que Pedro”, añadió sonriente, “era, precisamente, lo que más necesitaba”.
Pero para llegar a confirmar su vocación al matrimonio católico, ambos tuvieron que enfrentar “momentos de dificultad”. Y, cuando estos afloraron, “la oración me sostuvo para saber respetar sus tiempos y ser la ayuda que necesitaba a cada momento”, recordó Pedro. Y es que, si algo tenían “claro”, puntualizó María, es que “queríamos tener a Dios en el centro de nuestra relación”. ¿Por qué? “Porque los dos habíamos experimentado su amor antes de conocernos y esa era la mejor manera de amarnos”, aseguró la joven antes de hacer suyas las palabras de San Juan Pablo II: “El amor no es mirar al otro para servirse de él, sino para servirlo”.
Pedro y María se conocieron en Effetá, uno de tantos retiros de impacto que, como en otras diócesis españolas, están aumentando también en la Archidiócesis de Valladolid. En su camino de preparación al matrimonio, ambos pudieron confirmar que “la formación nos ha ayudado”. También “acudir a Misa juntos y compartir tiempo de oración”. Esa fe compartida, el amor recíproco y el deseo de “saber” si, precisamente, el matrimonio era “la voluntad de Dios”, se han ido entrelazando en esta historia de amor que confirmó su vocación mientras, como hasta ahora, María y Pedro siguen “buscando la manera de crecer en la fe para ayudar a crecer al otro”. Algo que consideran “imprescindible en todo noviazgo”, es decir, que “la otra persona nos haga mejores y, en definitiva, nos acerque más a Dios”.
Carlota, religiosa: “Soy feliz y ese es el mejor testimonio”
“Dios nunca nos llama para fastidiarnos la vida”. Esta sentencia, escuchada por boca de la hermana Carlota a sus 29 años, tiene una singular fuerza. Porque ella “podría pensarlo”, pues, según ella misma reconoció durante la Vigilia de Adviento celebrada en el Seminario, su familia reaccionó “fatal” cuando les comunicó su decisión de tomar los hábitos como Auxiliar Parroquial de Cristo Sacerdote.
Aún hoy, dos años después de su llegada a Valladolid desde Argentina, pasando por Palencia en su etapa formativa, uno de sus hermanos “no me habla”. Pese a ello es “feliz” y “creo que ese es el mejor testimonio”. Ese y que “desde que estoy en Valladolid, el Sagrado Corazón ha ido modelando y endulzando el corazón de mis padres y estoy segurísima de que lo va a hacer con el de mis hermanos”.
Ella sintió la “llamada”, como la califica, a la vocación religiosa cuando tenía 21 años. Entonces, estudiaba Matemáticas en la misma universidad en la que había empezado también a trabajar. “Yo ni loca me pongo un hábito”, recordó que se repetía en aquellos años en los que, sin embargo, no dejó de acudir a su parroquia. Hasta que, al regresar de una misión con las que hoy son sus hermanas de hábito, se quedó “cautivada por su vida”.
Su propia experiencia vital y vocacional quiso que sirviera a otros para caer en la cuenta de que “Dios siempre nos llama para ser plenamente felices”. “Así que, no tengáis miedo”, exhortó a los jóvenes fieles vallisoletanos. Porque, incluso, cuando aflora el “vértigo” Dios “está sosteniéndonos”. Porque cuando se responde a la llamada de Dios “nunca nos tiramos al vacío”.
La hermana Carlota animó a rezar “de verdad, si queréis conocer lo que Dios quiere de vosotros” en estos primeros compases del Adviento en los que el Arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, don Luis Argüello, que se hizo presente en la Vigilia en el Seminario, recordó que el Señor viene “para enjugar todas las lágrimas, para ensanchar todas las risas, para abrazar todos los corazones, para disipar todas las tinieblas, para encender todas las luces, para permitirnos cantar un permanente grito: ¡Gloria! ¡Aleluya!”.