Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

La casa de todos

28 de septiembre de 2003


Publicado: BOA 2003, 435.


Hablemos un poco de la jornada mundial que la Iglesia dedica este domingo a las Migraciones, para la que el Papa escribe incluso un mensaje , del que más tarde nos ocuparemos. Nos afecta a todas las comunidades cristianas, pues, ¿en qué parroquia no viven o se reúnen inmigrantes que piden un apoyo para establecerse entre nosotros como otros ciudadanos? También es bueno hacer notar que muchos inmigrantes son católicos y están demandando formar parte de esas mismas comunidades cristianas con todo derecho.

Pongamos delante unos cuantos principios: el inmigrante es una persona y un trabajador que busca la oportunidad de establecerse y realizarse como tal entre nosotros. El lema de esta Jornada, “Esta casa es de todos. La construimos juntos”, expresa el ideal cristiano de lo que debe ser la globalización social; ideal que tiene que ver con el Reino de Dios y lo que Él quiere para todos sus hijos que pueblan este mundo. El programa de Inmigrantes que ha diseñado nuestra Cáritas Diocesana describe bien la situación y dibuja unas actuaciones que nos interesa conocer.

Lo aceptemos o no, el fenómeno de la emigración nos afecta a todos los que vivimos en países de salida, de tránsito o de llegada, y a la Iglesia peregrina le plantea desafíos que no podemos pasar por alto. Lugares donde hasta hace poco raramente se veía un extranjero son ahora hogar de personas de diferentes partes del mundo, y cada vez con mayor frecuencia la Eucaristía dominical es frecuentada por personas que hablan otros idiomas, de modo que se puede cumplir aquello del Sal 116,1: «Alabad al Señor todas las naciones, aclamadlo todos los pueblos». Son nuevas oportunidades de vivir la experiencia de la catolicidad.

En cualquier caso, no olvidemos que en la raíz de estas situaciones de pobreza que supone el fenómeno de la inmigración hay intenciones y acciones pecaminosas, que son contrarias al Evangelio y que constituyen una llamada a los cristianos en todos los lugares para vencer al mal con el bien. ¿Qué hacer? «La participación en la comunidad cristiana no se determina por la nacionalidad o por el origen social o étnico, sino fundamentalmente por la fe en Jesucristo y por el bautismo en nombre de la Santísima Trinidad. El carácter cosmopolita del Pueblo de Dios es visible hoy prácticamente en toda Iglesia particular, porque la emigración ha transformado incluso comunidades pequeñas...» (Juan Pablo II, Mensaje para el Día de las Migraciones 2003).

Hay, pues, un deber cristiano de acoger a cualquier persona que pase necesidad, sea asumiendo el Programa de Cáritas sobre Inmigrantes, sea trabajando en las comunidades parroquiales o de otro tipo para crear una estructura de servicio a estos hermanos nuestros. La solidaridad resulta a menudo difícil y requiere formación y despojarse de muchas actitudes que anidan en nosotros. Como se refleja en la Programación pastoral de la Diócesis para este curso , integrar en la vida y misión de la nuestra Iglesia local a los inmigrantes católicos y promover encuentros con otros inmigrantes cristianos o dialogar con los creyentes de otras religiones no cristianas es parte de una pastoral misionera. Si fallamos en esto, ¿cómo estará en nosotros el amor de Dios?

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid