Conferencia Episcopal Española
Subcomisión Episcopal para la Familia y Defensa de la Vida

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Mensaje

Jornada por la Familia y la Vida 2003

Cuida tus raíces, defiende la vida

28 de diciembre de 2003


Temas: familia, matrimonio, vida, hijos, evangelización y aborto.

Web oficial: http://85.118.245.124/documentos/Conferencia/comisiones/ceas/familia/familia2003.htm

Publicado: BOA 2003, 594.


  • Introducción
  • 1. “Como el árbol plantado al borde de la acequia”
  • 2. “Señor, Tú has sido nuestro refugio de generación en generación”
  • 3. “No rompáis vuestras raíces cristianas”
  • 4. Cuidad la vida. “El niño Jesús crecía en edad, sabiduría y gracia”
  • Notas

    |<  <  >  >|Notas

    La Navidad es la manifestación del amor de Dios que se hizo hombre; el Todopoderoso se hizo niño pobre y débil. Los ángeles cantaron. «Gloria a Dios y paz a los hombres». Y anunciaron a los pastores la buena noticia: «Os ha nacido un Salvador, que es el Cristo, el Señor... y esto os servirá de señal: Encontraréis a un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre» (Lc 2,11-12).

    Con ocasión del Día de la Familia y de la Vida, que se celebra en medio de estos días tan entrañables de la Navidad, los obispos hacemos, con Juan Pablo II en su último viaje a España, una llamada a cada familias cristiana, y a todas las familias en general: “Cuida tus raíces, defiende la vida”.

    1. “Como el árbol plantado al borde de la acequia”

    |<  <  >  >|Notas

    Las raíces más hondas de la familia se encuentran en Dios creador, que hizo al hombre a su imagen, le llamó al amor y a la comunión, e hizo fecunda su unión en los hijos. Dios «los creó hombre y mujer y los bendijo diciendo: creced y multiplicaos, llenad la tierra» (Gn 1,27-28). En la propia realidad corporal del hombre y de la mujer hay una llamada al amor y a la comunión.

    El amor conyugal es algo que el hombre descubre en un momento dado de su vida. Nace de la admiración ante la belleza y la bondad del otro e incluye una llamada a la comunión y a la transmisión de la vida. Quien fue primero hijo querido por sus padres, descubre después el amor esponsal que le lleva a la entrega; luego, será padre responsable y amoroso. Mediante la comunión de personas, que se realiza en el matrimonio, hombre y mujer dan origen a la familia.

    La familia tiene en sí misma una rica potencialidad, al ser una institución sólidamente arraigada en la naturaleza misma del hombre. La familia cristiana tiene, además, la gracia del Espíritu Santo que recibió en el sacramento del matrimonio, y que nunca le faltará en el cumplimiento de su vocación y misión. Las más hondas raíces del matrimonio y la familia están en Dios.

    2. “Señor, Tú has sido nuestro refugio de generación en generación”

    |<  <  >  >|Notas

    La familia se encuentra hoy con graves desafíos. El matrimonio, la familia y la vida son una preocupación muy especial de la Iglesia de nuestro tiempo, porque son muy graves los peligros, en el terreno filosófico, moral y en algunas legislaciones civiles, que hoy la amenazan. Sobre la base de un concepto de libertad, que se olvida de la verdad sobre la naturaleza y dignidad de la persona humana, algunos intentan imponer falsos conceptos de matrimonio y de familia. Se pone en duda la propia identidad de la familia, «fundada sobre el matrimonio, esa unión íntima de vida, complemento entre hombre y mujer, constituida por el vínculo indisoluble del matrimonio, libremente contraído, públicamente afirmado, y que está abierta a la transmisión de la vida»1.

    La institución familiar experimenta una preocupante fragilidad. El ambiente cultural y social conforman un sujeto débil, incapaz muchas veces de asumir sus propias responsabilidades y de entregarse en el matrimonio como plena donación recíproca y de amor verdadero.

    3. “No rompáis vuestras raíces cristianas”

    |<  <  >  >|Notas

    El árbol genealógico de cada uno de nosotros tiene un tronco, nuestros padres; y unas raíces, nuestros abuelos, bisabuelos, etc. Las ramas necesitan un tronco fuerte —un matrimonio que viva un amor plenamente humano, total, fiel y fecundo— y unas raíces hondas que aporten la savia necesaria de los valores y el sentido de la vida, heredados de su mejor tradición y de la experiencia de los antepasados. Estas raíces están vivificadas por el amor de Dios «de quien procede toda paternidad».

    En su último viaje a España, en la canonización de varios Beatos españoles celebrada en Madrid, en la Plaza de Colón , Juan Pablo II anunciaba con convicción: «Surgirán nuevos frutos de santidad si la familia sabe permanecer unida, como auténtico santuario del amor y de la vida». Y hacía, después, una firme llamada: «No rompáis vuestras raíces cristianas». La familia, pequeña iglesia, está llamada a la santidad por el amor, arraigada en la fe y en la esperanza.

    El hombre, como el árbol, no puede vivir sin raíces. Dicen que la encina tiene tanto volumen de raíces bajo tierra, como ramas hacia el cielo. Así, bien arraigada con sus raíces a la tierra, es capaz de soportar la pertinaz sequía o el fuerte vendaval. Así, el hombre mantendrá en pie su dignidad, será un árbol capaz de soportar los embates del viento y las tormentas, si la familia sabe transmitir y vivir la fe en Dios y el amor al hombre, en la verdad, la libertad verdadera, la defensa del más débil, el esfuerzo por la paz y la justicia, el amor al bien y la belleza.

    Hemos recibido en España la visita de las Reliquias de santa Teresita del Niño Jesús . Con qué santo gozo escribe, en su Historia de un Alma, hablando de sus padres: «El buen Dios me ha dado un padre y una madre, más dignos del cielo que de la tierra». En otro pasaje escribe: «Yo escuchaba, en efecto, pero confieso que miraba más a menudo a mi padre que al predicador. ¡Me decía tantas cosas su hermoso rostro! Llenábansele a veces los ojos de lágrimas, y en vano procuraba contenerlas. Cuando escuchaba las verdades eternas, diríase que no habitaba ya en la tierra; su alma parecía arrobada en otro mundo». Con unos padres así, de estas raíces, creció en pocos años una gran santa.

    4. Cuidad la vida. “El niño Jesús crecía en edad, sabiduría y gracia”

    |<  <Notas

    Los hijos son el fruto del amor de los esposos. La vida humana es un don recibido, para ser a su vez dado. En la procreación de una nueva vida, los padres acogen al hijo como el fruto de su entrega amorosa. El hijo es fruto del amor de los esposos. Y es, también, don de Dios que los esposos han de cuidar y proteger, para que crezca, como el Niño Jesús, «en edad, sabiduría y gracia, ante Dios y ante los hombres» (Lc 2,52).

    El mes de octubre pasado ha sido beatificada la Madre Teresa de Calcuta, la madre de los pobres más pobres, la defensora de la vida de los no nacidos, la que ayudó a morir con dignidad a tantos moribundos tirados en la calle. Ella escribió: «Es maravilloso pensar que Dios ha creado a cada niño, que Dios ama a cada uno. Leemos en la Sagrada Escritura: “Aunque una madre se olvide del hijo de sus entrañas, yo no te olvidaré”. Te llevo grabado en la palma de mi mano. Y te he llamado por tu nombre».

    «Toda vida pertenece a Dios. El aborto mata la paz del mundo... Es el peor enemigo de la paz; porque si una madre es capaz de destruir a su propio hijo, ¿qué me impide matarte? ¿Qué te impide matarme? Ya no queda ningún impedimento».

    Un número muy grande de abortos se producen en madres adolescentes. «A vosotros, jóvenes, os digo —escribe la madre Teresa—: vosotros sois el futuro de la vida familiar; sois el futuro de la alegría de amar. Mantened la pureza, mantened ese corazón, ese amor, virgen y puro, para que el día que os caséis podáis entregar el uno al otro algo bello: la alegría de un amor puro. Pero, si llegáis a cometer un error, os pido que no destruyáis al niño, ayudaos mutuamente a querer y acoger a ese niño que aún no ha nacido. No lo matéis, porque un error no se borra con un crimen».

    Cuando le dicen a la Madre Teresa que hay demasiadas criaturas en la India, ella responde: «¿Piensa usted que hay demasiadas flores en el campo? ¿Demasiadas estrellas en el cielo? Mire a esta niña, es portadora de la vida, ¿no es una maravilla? ¿Cómo no quererla? El aborto es un homicidio en el vientre de la madre. Una criatura es un regalo de Dios. Si no quieren a los niños, dénmelos a mí».

    A la familia de Nazaret encomendamos, una vez más, nuestras familias para que se mantengan unidas en el amor y produzcan abundantes frutos de santidad. A María y a José, que vieron amenazada la vida del hijo, apenas nacido, le pedimos por todas las madres tentadas de abortar, les encomendamos la causa de la vida. Y en este año, queremos también invitar a todos los que amáis el matrimonio, la familia y la vida, a pedir la intercesión de santa Teresa del Niño Jesús y de la beata Madre Teresa de Calcuta a favor de todas las familias y de todos los niños, también de todos los no nacidos.

    † Mons. Braulio Rodriguez Plaza, Arzobispo de Valladolid, Presidente de la Comisión de Apostolado Seglar
    † Mons. Juan Antonio Reig Plá, Obispo de Segorbe-Castellón, Presidente de la Subcomisión para la Familia y Defensa de la Vida
    † Mons. Francisco Gil


    Notas:

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    [1]  Carta de los Derechos de la Familia, presentada por la Santa Sede, 22-10-1983.