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Documento
Unidades parroquiales. Documento de trabajo para los arciprestazgos
Mayo de 2004
Publicado: BOA 2004, 228.
1. Necesidad apremiante de las unidades parroquiales
Partamos de los elementos que definen a una Parroquia:
Esta Parroquia puede funcionar, en un cierto grado, de modo autónomo en su actividad pastoral, o estar abierta a otras Parroquias limítrofes con las que puede compartir algunos servicios comunes de acción pastoral. Así ocurre o debiera ocurrir entre las Parroquias que forman un Arciprestazgo, esa unión de Parroquias que se ayudan mutuamente.
Llevamos en Castilla muchos años hablando de Unidades Pastorales y, en concreto, de “Unidades Parroquiales” (UPAs). Pero la misma realidad ya no admite mucha demora para la puesta en práctica de su funcionamiento en la ciudad y en las zonas rurales.
En estos momentos de evangelización nueva, no se trata de sobrevivir en una sociedad secularizada, de replegar los efectivos que nos quedan, ni siquiera de redistribuir a los sacerdotes y otras personas que participan en el apostolado activo de la Iglesia, en vista de la merma de los mismos. Tampoco se trata, sin más, de romper con un pasado cristiano, ni con su manera de actuar pastoralmente, de modo que tengamos como negativa la labor desarrollada por los que nos precedieron en las comunidades cristianas y legaron la fe católica.
El problema es más hondo: hay que llegar a una nueva presentación del Evangelio, en definitiva de Jesucristo, y conseguir una nueva síntesis y vivencia de la fe en el momento actual, porque muchos desconocen ya lo más básico del cristianismo y, sobre todo, no entienden el lenguaje y el dinamismo de la fe cristiana. Nuestro problema es que con mucha dificultad llegamos al fin que ha perseguido la Iglesia en todas las generaciones: una fe personal y no únicamente sociológica o revestida de una pátina de cultura religiosa más o menos cristiana. Conseguir este fin es sólo posible por el encuentro personal con Jesucristo vivo en su Iglesia y en sus comunidades.
Por otro lado, muchos bautizados corren el peligro de una inversión en su fe, es decir, conservando el exterior de la fe, pueden vaciar su esencia. Jesús enseña en el Evangelio que el amor del hombre hacia el hombre deriva del amor del hombre hacia Dios. Pues bien, es posible que un día lleguemos a considerar que la verdad última es el amor del hombre hacia el hombre, puesto que por ese amor nos unimos a los otros seres. Algunos piensan, en efecto, que la creencia en Dios, aun siendo respetable, traduce de un modo aleatorio la verdad profunda, y única experimental, del amor humano. Y no es ya el amor del hombre lo que deriva del amor hacia Dios. Es todo lo contrario: el amor del hombre hacia Dios se convierte en un símbolo imaginario del amor del hombre hacia el hombre.
Si se llegara hasta el extremo de esta pendiente, no se destruiría la religión; subsistiría, vaciada de su sustancia. El trabajo con los otros hombres y mujeres sería concebido como la verdadera forma de plegaria, de oración. La unión del hombre con su prójimo sería en adelante la única religión. Es evidente, pues, que muchos bautizados necesitan ser llevados en la catequesis de adultos a ahondar en la raíces de la fe católica; otros tienen también necesidad de reiniciarla, pues apenas la han vivido. ¿Y acaso no necesita igualmente la piedad popular, enraizada en nuestras comunidades, ser evangelizada e integrada sin destruirla, de modo que con perspicacia y paciencia adquiera todas sus posibilidades nada desdeñables?
No se trata, pues, de tener cubiertas las celebraciones litúrgicas, sobre todo en los domingos, fiesta primordial de los cristianos, con la celebración de la Eucaristía. La Eucaristía dominical ha de ser, en efecto, expresión de fe de una comunidad que vive, cree, entiende y da testimonio de lo que celebra. Estamos, por tanto, ante un reto nuevo que necesitamos abordar.
No quiere esto decir que menospreciemos la importancia del ministerio del presbítero, que no ha de devaluarse ni confundirse con otro tipo de acciones también eclesiales, llevadas a cabo por los fieles laicos y los consagrados no presbíteros. La jerarquía de verdades y necesidades no nos debe llevar a confundirnos. No se trata de “clericalizar” a los laicos, ni de “laicizar” a los presbíteros. La mutua necesidad —para el servicio eclesial en la misma Iglesia y en el mundo— exige respetar la especificidad de la vocación de cada uno. El triple munus eclesial de Cristo ha de ser directamente ejercido por el presbítero entre aquéllos a los que es enviado.
El sacerdote no es aquél que es imprescindible sólo para presidir o celebrar los sacramentos y para, después, dedicarse a la mera coordinación de las acciones de los laicos, religiosos y consagrados en los demás apartados de la Palabra y del servicio de la caridad. En el presbítero lo importante no es cumplir un horario, o atender unas demandas religiosas o asistenciales más o menos agudamente solicitadas. Nuestra vocación es «representar a Cristo Cabeza» con gestos concretos e indeclinables, en definitiva con la totalidad de nuestra persona.
Perspectivas y Propuestas
La pregunta que todos debemos responder con soluciones prácticas es ésta: «¿Podemos seguir atendiendo a nuestras comunidades parroquiales como hasta ahora?» Me parece que, acostumbrados, por ejemplo, los presbíteros a ver los asuntos de la pastoral sacerdotal sólo desde la perspectiva de las Parroquias para las que fueron nombrados, esta perspectiva es hoy claramente insuficiente. Falta considerar a cada Parroquia desde la perspectiva global de la Diócesis y no al revés; y falta tener en cuenta en su justa medida al fiel laico, al religioso y otros consagrados en la vida de la Iglesia, tanto en el interior de la misma comunidad cristiana, como en lo que atañe a su presencia en el mundo.
¿No es comprensible, pues, que llevemos ya un tiempo hablando de Unidades Pastorales, como son los Arciprestazgos y Vicarías? Y, dando un paso más, ¿no es razonable que se empiecen a diseñar las Unidades Parroquiales, tanto en la zona rural como en nuestras ciudades o poblaciones mayores?
¿Qué es una Unidad Parroquial? No se trata de llegar a una definición quisquillosamente precisa, pero se puede decir que la Unidad Parroquial es «un conjunto de Parroquias, próximas geográficamente, que manteniendo su actual condición jurídica y administrativa, y atendidas por uno o varios sacerdotes, con la participación activa de seglares, religiosos y otros consagrados, para conseguir una mayor y mejor atención evangelizadora, deberán funcionar como si fueran una sola Parroquia en muchos aspectos».
También se puede considerar una Unidad Parroquial «lo que forman dos o más Parroquias en una zona urbana, que se complementan entre sí, de modo que cada una de ellas no tenga el mismo organigrama que su vecina, sino que cada una se “especialice” en un conjunto armónico de los servicios que todas ofrecen a los fieles de esas Parroquias».
Si queréis profundizar en el tema, volved a leer el tratamiento que de él hace el folleto que recoge el XXI Encuentro de Arciprestes de Villagarcía de Campos. Pero es preciso pasar a la acción. Para ello, creo conveniente que consideréis varias cosas:
2. Definición, modelos e implicaciones de las unidades parroquiales
2.1. Definición
Se llama Unidad Parroquial (UPA) a aquel conjunto de Parroquias que por su situación geográfica, número de habitantes y condiciones humanas deben trabajar pastoralmente de manera conjunta y estable como si fueran una sola Parroquia, pudiendo mantener o variar su actual condición jurídica y administrativa.
Con ellas, se pretende crear una nueva organización que impulse una pastoral más viva, participativa, comunitaria y misionera, respondiendo al reto de la evangelización en este nuevo tiempo que vive nuestra Iglesia diocesana.
2.2. Modelos
De ahí que podamos distinguir al menos los siguientes tres modelos de Unidades Parroquiales:
2.3. Implicaciones
La constitución de una Unidad Parroquial conlleva las siguientes implicaciones comunitarias:
3. Propuestas de unidades parroquiales en los arciprestazgos
3.1. Aspectos a tener presentes
Antes de perfilar algunas posibles Unidades Pastorales en cada uno de los Arciprestazgos, conviene considerar algunos aspectos:
3.2. Propuesta de unidad parroquial
† Braulio Rodríguez Plaza (Punto 1)