Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Programación

Plan Pastoral Diocesano:
¿Qué hemos de hacer, hermanos?

2004/2007


Publicado: BOA 2004, 379.


  • Introducción
  • Objetivos, acciones y responsables

    Introducción

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    Me dirijo a cuantos formáis la Iglesia de Valladolid y os preocupan los intereses de nuestro Señor Jesucristo. Él ama a su Iglesia y se entrega por ella y quiere que todos los hombres se salven y tengan vida en abundancia. Mi responsabilidad de obispo en esta Iglesia, después de casi dos años desde el inicio de mi tarea pastoral, me indica que debo proponer a las comunidades cristianas de nuestra Diócesis (parroquiales o de otro tipo), a los fieles laicos y a los religiosos, a los movimientos y grupos cristianos, a las cofradías y a las instituciones católicas, un Plan Pastoral Diocesano.

    La Iglesia particular es bueno entenderla como una gran familia, y el obispo, como Padre y Pastor, presenta con sencillez pero con convicción lo que esta familia tiene que hacer en la tarea pastoral de los próximos años, subrayando algunos puntos importantes en el quehacer cotidiano de la Iglesia, que despliega su vida en las tres grandes acciones que su Señor le ha encomendado: el ministerio de la Palabra, de la Caridad y de la Santidad.

    Esta propuesta mía no es el resultado únicamente de una determinación personal; en un ejercicio de comunión eclesial, durante el curso 2003-2004, la Iglesia de Valladolid ha ido viendo posibilidades y prioridades pastorales, a la vez que hemos ido trabajando en ese curso en una Programación pastoral concreta, pues nos parecía lo más sencillo en un curso de transición. Recordad: en el curso 2002-2003 acabamos el Plan Pastoral Diocesano anterior y nos dimos un plazo para ver cuál sería la senda pastoral más adecuada para los siguientes tres años pastorales. Tendría yo, además, más posibilidades de conocimiento de la realidad de nuestra Iglesia, tras escribir la carta pastoral “La Santa Madre Iglesia, misterio de unidad, señal de comunión, vínculo de caridad y estímulo de fortaleza” (junio de 2003) .

    Creo que estamos en esa situación que Juan Pablo II describe en su Carta Apostólica Novo millennio ineunte. En el capítulo III de este texto programático del Papa, parte él de una certeza, absolutamente necesaria para ser cristiano: «He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20). Esta certeza nos debe hoy acompañar, para sacar “un renovado impulso de la vida cristiana” y así ser fuerza inspiradora de nuestro camino en este tiempo concreto que nos ha tocado vivir. Si en nosotros la presencia viva del Resucitado constituye nuestra vida y felicidad, es lógico que nos preguntemos: «¿Qué hemos de hacer, hermanos»? (Hch 2,37). Se la hicieron a Pedro y a los demás Apóstoles los que escucharon el discurso del que Jesús puso al frente de los Doce, después de la llegada del Espíritu Santo en Pentecostés; podéis hacérmela vosotros hoy a mí, tras haber reflexionado en el último curso pastoral mediante tres revisiones de la vida diocesana.

    Pienso que nosotros no debemos minusvalorar los problemas que tenemos como Iglesia, pero sería grave que ahora nos arrugáramos ante ellos, porque tenemos con nosotros a la Persona que nos infunde certeza y nos da su Espíritu, cuando nos dice: «¡Yo estoy con vosotros!» Eso sí, es preciso que nuestro programa pastoral formule orientaciones adecuadas a las condiciones de nuestra comunidad diocesana. Y esto es lo que hemos hecho este último año, con mayor o menor acierto, pero poniendo todo nuestro cariño y decisión en arciprestazgos, parroquias y movimientos cristianos. «Nos espera, pues —dice el Papa—, una apasionante tarea de renacimiento pastoral. Una obra que implica a todos» (Novo millennio ineunte, 29). Yo también quiero señalar algunas prioridades pastorales para nosotros, escogidas a partir de los resultados de las tres revisiones de vida que la Junta de Pastoral examinó al final del curso pastoral 2003-2004.

    I. La primera prioridad pastoral tiene que ver con el cuidado y formación sólida de los cristianos que deben llevar a cabo la evangelización

    «La Iglesia (...) está, como dice san Agustín, “entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios”. Nosotros sólo podemos observar el aspecto más externo de este acontecimiento singular. ¿Quién puede valorar las maravillas de la gracia que se han dado en los corazones? Conviene callar y adorar, confiando humildemente en la acción misteriosa de Dios y cantar su amor infinito: “¡Misericordias Domini in aeternum cantabo!”» (Novo millennio ineunte, 8).

    Resuena aquí el eco del Concilio que, hablando de los miembros de la Iglesia, dice: «Todos los cristianos, de cualquier clase o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor» (Lumen gentium, 40) . Es necesario cuidar el sujeto cristiano y no vale pensar que hay cristianos de dos tipos: unos que se contenten con “hacer lo mínimo” y otros llamados a la plenitud de la vida cristiana. Me refiero a todos los cristianos, incluidos el obispo, los presbíteros, diáconos, consagrados y fieles laicos. Ciertamente nos falta a todos vivir con más intensidad la vida “según el Espíritu”. Somos mediocres, si no damos prioridad a la oración personal y comunitaria, en definitiva a la primacía de la gracia. Nos influye todavía demasiado un pelagianismo moderno y un activismo que nos agota.

    No hay que tener miedo a orar y a enseñar a orar a las comunidades cristianas. ¿Cómo, si no, van a gustar desde dentro de lo que vale la fe, la Iglesia y, sobre todo, el Señor? ¿Cómo tendrían fuerza para el apostolado? Sin oración seríamos “cristianos con riesgo”, como ciertas poblaciones que, ante epidemias imprevistas, estamos sin defensas. No deberíamos hacer ninguna programación pastoral sin que la educación en la oración sea una meta.

    ¿Qué clase de cristianos seríamos si no llenara nuestra vida la celebración de la Misa dominical, ni la Eucaristía fuera nuestro alimento y la Reconciliación, bien celebrada, nos renovara al liberarnos de nuestro pecado, que confesamos personalmente? Nos parece cada vez más evidente que la escucha y el conocimiento de la Palabra de Dios en toda su amplitud son vitales para los retos pastorales a los que como comunidad eclesial nos enfrentamos. Ahí está una nueva etapa de la Escuela Diocesana de Formación, sin olvidar la Formación Permanente de los sacerdotes y laicos que posibilite estar preparados para dar razón de nuestra fe.

    Creo que necesitamos urgentemente una cultura vocacional, para que todos los bautizados y confirmados tomen conciencia de la propia responsabilidad en la vida eclesial. Y hay que hacer propuestas concretas para la vida del ministerio ordenado o la vida religiosa, pero también es preciso descubrir mejor la vocación propia de los laicos al Matrimonio y «buscar el reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios» (Lumen gentium, 31); es urgente asimismo que los fieles laicos lleven a cabo «en la Iglesia y en el mundo la parte que les corresponde con su empeño por evangelizar y santificar a los hombres» (Apostolicam actuositatem, 2). En el horizonte está aprovechar bien el Congreso de Apostolado Seglar (noviembre de 2004) para potenciar la Delegación de Apostolado Seglar y el Consejo de Laicos, que son los llamados a vivir y organizar el apostolado de los seglares.

    II. La segunda prioridad es recobrar en los cristianos el entusiasmo del anuncio del Evangelio de la esperanza

    «La grave situación de indiferencia religiosa de numerosos europeos; la presencia de muchos que, incluso en nuestro Continente, no conocen todavía a Jesucristo y su Iglesia, y que todavía no están bautizados; el secularismo que contagia aun amplio sector de cristianos que normalmente piensan, deciden y viven como si Cristo no existiera, lejos de apagar nuestra esperanza, la hacen más humilde y capaz de confiar sólo en Dios» (Iglesia en Europa, 26) .

    «¡Iglesia en Europa, te espera la tarea de la nueva evangelización! Recobra el entusiasmo del anuncio. Siente, como dirigida a ti, en este comienzo del tercer milenio, la súplica que ya resonó en los albores del primer milenio, cuando, en una visión, un macedonio se le apareció a san Pablo suplicándole: “Pasa por Macedonia y ayúdanos” (Hch 16,9)» (Iglesia en Europa, 45).

    Hay muchas urgencias en este campo de trabajo pastoral de nuestra Iglesia: se necesita un primer anuncio en muchos casos, pues ya no son tan infrecuentes las personas adultas que piden la Iniciación Cristiana al no estar bautizadas. Desconozco en ocasiones cuál es la razón de quererse bautizar en los adultos que lo piden, pero pienso que es un regalo que Dios hace a su Iglesia para recobrar la fuerza que tiene la Iniciación Cristiana y sus sacramentos. Temo, sin embargo, que desaprovechemos esta ocasión propicia como signo de los tiempos, y temo más aún que nuestras comunidades no inicien bien a la fe por falta de rigor y de tensión espiritual. Necesitamos crear el Catecumenado Bautismal de Adultos; también un Catecumenado Bautismal para niños en edad escolar que prepare bien con itinerario semejante a aquellos que entre 7 y 15 años quieran iniciarse en la fe católica.

    Es necesario también un nuevo anuncio incluso a los ya bautizados: no se sabe ya qué es el cristianismo y se ignoran hasta los elementos y las nociones fundamentales de la fe, de modo que se dé el paso de una fe sustentada casi exclusivamente en costumbres sociales, aunque éstas no sean en absoluto despreciables, a una fe más personal y madura, iluminada y convencida. Para ello tenemos, aparte de necesitar comunidades vivas, un instrumento buenísimo en el Catecismo de la Iglesia Católica. Sinceramente pienso que no apreciamos el valor que este texto encierra en este momento de la historia de la Iglesia. Dos ámbitos pastorales deben ser cuidados especialmente: la preparación de los novios para el Matrimonio como una vocación cristiana y la atención especial a los padres en el Bautismo y la Primera Comunión de sus hijos.

    Nos engañaríamos a nosotros mismos si creyéramos que la piedad popular hay que desatenderla en esta coyuntura espiritual de nuestro Pueblo. Las comunidades cristianas y sus pastores deben cuidar este campo con paciencia, con ánimo y con perspicacia. Orientar esta piedad popular, y no sofocarla, es en estos momentos un deber pastoral. No se debe renunciar, sin embargo, en esta tarea a que los fieles sean conducidos al encuentro personal con Jesucristo, a la comunión con la Santísima Virgen y los Santos, mediante la escucha de la Palabra de Dios, la vida de oración, la participación en los sacramentos, el testimonio de la caridad y de las obras de misericordia. Si toda esta riqueza no está en la religiosidad popular de nuestras gentes, hay que decirles muy alto que están traicionando los orígenes de nuestra fe católica.

    Una urgencia ya de muchos años, pero que ha ido a más, es la pastoral familiar, por los motivos que todos conocemos: hay que luchar por el verdadero matrimonio y la verdadera familia. La Iglesia en España se ha dotado de un instrumento valioso, el Directorio sobre Pastoral Familiar , que hay que poner en práctica en el desarrollo de este Plan Pastoral Diocesano. Si acaso hay que hacer un subrayado, éste caería sobre la preparación al matrimonio como sacramento de la Iglesia. Pero la familia es más que esa preparación. Ante las presiones de cierta cultura, muy “militante” por cierto, las familias cristianas deben ofrecer un ejemplo convincente de que se puede vivir un matrimonio de manera plenamente conforme al proyecto de Dios y a las verdaderas exigencias de la persona humana.

    Hemos de proseguir con nuestro empeño pastoral de hacer de la familia cristiana la “iglesia doméstica”, capaz de transmitir la fe a sus hijos por medio de la catequesis familiar y de ese esfuerzo por que familia, parroquia y escuela se ayuden y se fecunden mutuamente. Se ha comprobado que este es un trabajo bueno a nivel arciprestal, del que no debería sentirse ajena la Escuela Católica.

    Es preciso, igualmente, subrayar la importancia del testimonio personal y comunitario. ¿Dónde están en tantas ocasiones los cristianos cuando se ventilan tantas cosas en la vida pública de nuestra sociedad? La valentía y los signos de santidad son un requisito previo y esencial para una auténtica evangelización. Hacen falta testimonios fuertes, personales y comunitarios, de vida nueva en Cristo, que afronten los grandes retos y confrontaciones en los que está inmersa la Iglesia en estos momentos: el empeño en que la fe católica no tenga una proyección en la vida pública, la decidida puesta en marcha de una equiparación al matrimonio de las parejas homosexuales, como si se tratara de un derecho social por ser realidades semejantes, la oscuridad en presentar la diferencia y complementariedad entre hombre y mujer, la manipulación de embriones y células adultas embrionarias para fines terapéuticos, la libertad religiosa para enseñar en la escuela la fe, por decisión de los padres.

    Esa es también la tarea de los movimientos apostólicos y las asociaciones católicas: imprimir una impronta cristiana a la vida ordinaria en la familia, la escuela, la comunicación social; en el mundo del trabajo, de la cultura, de la economía, de la política, del tiempo libre, de la salud y la enfermedad. ¿Seremos capaces de llevar a cabo una confrontación serena, pero crítica, con la actual situación espiritual y cultural de Europa, España y Valladolid?

    La sociedad en la que estamos inmersos nos va a exigir mucho a la comunidad cristiana, y una de estas exigencias es que los cristianos apostemos por una nueva imaginación de la caridad, que promueva no sólo la eficacia de las ayudas prestadas a los más débiles, sino la capacidad de hacernos cercanos y solidarios con los que sufren, sobre todo para que el gesto de ayuda no sea sentido como limosna humillante, sino como un compartir fraterno. He ahí una forma nueva y eficaz de evangelización, que es llevar el amor de Cristo a los pequeños. La caridad de las obras debe corroborar la caridad de las palabras. ¿Qué otra cosa nos exige la celebración de la Eucaristía dominical, y aún diaria? Contamos con medios y acciones eficaces, que deben partir de cada persona cristiana. Pero ahí están esas estupendas realidades y plataformas diocesanas que son Cáritas, Manos Unidas, el trabajo en red que promueven los religiosos de nuestra Iglesia, la pastoral de enfermos y ancianos...

    III. La tercera prioridad tiene que ver con el misterio de la comunión entre los que formamos la Iglesia.

    «Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo» (Novo millennio ineunte, 43).

    La espiritualidad de comunión es el talante de nuestra vida de cristianos. Muy importante es que sea verdadera entre nosotros la diversidad y la complementariedad, que sepamos trabajar juntos, ayudándonos las personas y las comunidades. El “llevarse mal” debe desterrarse de nosotros. El ignorarse en la práctica las parroquias cercanas, sean rurales o estén en núcleos mayores de población, nunca es aconsejable, pero menos en la actualidad.

    Esa comunión debe aprenderse en la catequesis y en la educación en la fe; debe hacerse, pues, sobre todo en las comunidades parroquiales. Ahí está la obligación y la necesidad de constituir los consejos de pastoral parroquial y arciprestal como espacios de comunión y también para evitar personalismos, sean de los presbíteros, de los religiosos o de los fieles laicos.

    Pero hoy no basta con esto. Las experiencias de complementariedad entre las parroquias son una necesidad y yo voy a trabajar en esta tarea con rigor, exactamente igual como en el proceso de la creación de Unidades Parroquiales, allí donde se puedan llevar a cabo. Pienso que estamos ante una piedra de toque para mostrar si verdaderamente somos una porción del Pueblo de Dios, llamada Iglesia particular o diócesis.

    En este campo hay propuestas concretas a poner en marcha en este Plan Pastoral Diocesano: crear y potenciar sectores de trabajo arciprestal, como son la evangelización de la Familia, un apostolado seglar fuerte, una actividad caritativo-social con garra. Serán maneras de mostrar dónde estamos en comunión entre parroquias, esas comunidades básicas de la Iglesia diocesana, donde residen además muchas comunidades de religiosos y otros consagrados.

    Debemos todavía dar un paso más: compartir recursos personales y materiales. Se habla de crear una “bolsa” de personas disponibles. Parece algo curioso, pero en realidad se trata de tener presbíteros disponibles para sustituciones y apoyo; de laicos para prestar diversos servicios, especialmente de catequistas, de ministros extraordinarios de la Eucaristía, de personas que puedan formar a otros en parroquias rurales. ¿Nos sentiremos alguna vez con un sentimiento fuerte de que somos el Pueblo de Dios responsables de todas las tareas eclesiales que el Señor nos ha encomendado?

    Este es también el sentido de avanzar en la común responsabilidad en el sostenimiento económico de la Iglesia Diocesana, de compartir los recursos materiales entre parroquias del arciprestazgo. ¡Cuánto debemos cambiar en este cambio! ¡Cuántas inercias y rutinas desterrar, cuántos prejuicios desechar, cuántas cosas rancias en materia económica!

    Ejercicio de comunión es también la elaboración del Calendario diocesano en el que se señalan jornadas y convocatorias de especial atención para nuestra comunidad cristiana; lo es igualmente, en otro sentido, el conocimiento del Boletín Oficial del Arzobispado, la Hoja Diocesana, la página Web y los programas locales de radio COPE y Popular TV.

    Ese ejercicio de comunión eclesial y manifestación de la misma será la Visita ad limina apostolorum (a los umbrales de los Apóstoles Pedro y Pablo en Roma) que con otros obispos españoles haremos a aquél en quien hoy vive Pedro, el papa Juan Pablo II, en enero de 2005 . Toda nuestra Iglesia estará de algún modo visitando al sucesor de san Pedro, para que se fortalezca nuestra fe y el Papa nos confirme en ella. Orad por esta visita.

    Este es el horizonte pastoral para nuestras comunidades para los próximos tres años. Sé que se necesita una aproximación cordial a todo lo aquí expuesto; que entre nosotros habrá muchos que pensarán otros posibles Planes de Pastoral, tal vez tantos como personas, grupos, parroquias o sensibilidades eclesiales, pero la Iglesia nos pide una unidad que, aunque no sea unanimidad, nos ayude a la comunión eclesial. Os pido, pues, que aceptéis estas propuestas, las estudiéis, las contempléis en el ámbito en el que estáis y las ofrezcáis a los cristianos de vuestras comunidades para trabajar estos años dentro del gran marco de la Iglesia, que lleva adelante la misión que el Señor le encomendó en las tres grandes acciones que Cristo nos dio.

    En Valladolid, a 28 de agosto de 2004, segundo aniversario de mi nombramiento como arzobispo de esta Iglesia.

    Objetivos, acciones y responsables

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    Líneas de Acción (Responsables)

    Objetivo 1. Los sujetos: cuidado y formación sólida de los cristianos que deben llevar a cabo la evangelización

    La llamada a la santidad

    «La perspectiva en la que debe situarse el camino pastoral es el de la santidad: Todos los cristianos, de cualquier clase o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor». (Novo millennio ineunte, 30)

    1ª Urgir a todos los cristianos el camino de la renovación evangélica (Párrocos, catequistas, acompañantes).

  • 1.1. Confesando a la Iglesia como santa y mostrando su rostro de «Esposa de Cristo», por la cual Él se entregó, para santificarla.
  • 1.2. Acogiendo generosamente la invitación del apóstol san Pedro (1P 1,15) a ser «santos en toda conducta».
  • — El fruto de vivir según el Espíritu es la santificación. (cf. Rm 6,22; Ga 5,22)

    2ª Favorecer una pedagogía de la santidad verdadera y propia que sea capaz de adaptarse a los ritmos de cada persona (Párrocos, catequistas, acompañantes).

    — A cada uno de los bautizados se nos exige el seguimiento y la imitación de Jesucristo, en la recepción de sus bienaventuranzas, en el escuchar y meditar la Palabra de Dios, en la participación consciente y activa en la vida litúrgica y sacramental de la Iglesia, en la oración individual, familiar y comunitaria, en el hambre y sed de justicia, en el llevar a la práctica el mandamiento del amor en todas las circunstancias de la vida y en el servicio a los hermanos, especialmente a los más pequeños, los pobres y los que sufren. (Christifideles laici, 16)

    La primacia de la gracia

    «Trabajar con mayor confianza en una pastoral que dé prioridad a la oración, personal y comunitaria, significa respetar un principio esencial de la visión cristiana de la vida: la primacía de la gracia». (Novo millennio ineunte, 38)

    3ª Vivir con más intensidad la vida “según el espíritu”, que se distinga ante todo en el “arte de la oración” (Párrocos, catequistas, acompañantes).

  • 3.1. Haciendo una oración intensa, personal y comunitaria que, sin embargo, no nos aparte de nuestro compromiso en la historia.
  • — Ante tantos modos en que el mundo de hoy pone a prueba la fe, sin oración no sólo seríamos cristianos mediocres, sino cristianos con riesgo. Abriendo el corazón al amor de Dios, la oración lo abre también al amor de los hermanos, y nos permite construir la historia según el designio de Dios (Novo millennio ineunte, 32-33).

  • 3.2. Favoreciendo que nuestras comunidades cristianas lleguen a ser auténticas “escuelas de oración”.
  • — Hace falta, pues, que la educación en la oración se convierta de alguna manera en un punto determinante de toda programación pastoral (ibíd., 34).

    4ª Presentar la celebración de la Eucaristía como signo específico de la identidad cristiana y como fuente y culmen de la vida y de la misión de la Iglesia (Párrocos, catequistas, acompañantes).

  • 4.1. Desarrollando una renovada catequesis sobre la Eucaristía.
  • — La participación en el Cuerpo y la Sangre de Cristo hace precisamente que nos convirtamos en aquello que recibimos (ibíd., 35).

  • 4.2. Cuidando especialmente la Misa Dominical.
  • — La Eucaristía dominical congrega semanalmente a los cristianos como familia de Dios en torno a la mesa de la Palabra y del Pan de vida y se convierte en el lugar privilegiado donde la comunión es anunciada y cultivada constantemente.

  • 4.3. Cultivando la adoración eucarística como escuela de oración.
  • — Nosotros podemos vivir la Eucaristía como sacramento que actualiza la Cena memorable de Jesús con los suyos.

    5ª Celebrar de manera adecuada el Sacramento de la Reconciliación (Delegación Diocesana de Liturgia).

  • 5.1. Ofreciendo tiempos y lugares concretos para la escucha y la celebración del Sacramento de la Reconciliación.
  • — Deseo pedir, además, una renovada valentía pastoral para que la pedagogía cotidiana de la comunidad cristiana sepa proponer de manera convincente y eficaz la práctica del Sacramento de la Reconciliación y afrontar así la crisis del sentido del pecado que se da en la cultura contemporánea (ibíd., 37).

  • 5.2. Organizando una Campaña Diocesana de la Reconciliación durante la Cuaresma.
  • 6ª Favorecer una renovada escucha de la Palabra de Dios (Párrocos, catequistas, acompañantes).

  • 6.1. Subrayando el papel preeminente de la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia.
  • — Alimentarnos de la Palabra para ser servidores de la Palabra en el compromiso de la evangelización, es una prioridad para la Iglesia al comienzo del nuevo milenio (ibíd., 40).

  • 6.2. Encontrando en el texto de la Biblia la palabra viva que interpela, orienta y modela la existencia del cristiano.
  • — Es necesario, en particular, que la escucha de la Palabra de Dios se convierta en un encuentro vital, en la antigua y siempre válida tradición de la lectio divina (ibíd., 39).

    7ª Cultivar una formación integral y unitaria que nos prepare como cristianos para dar razón de nuestra fe (Delegación Diocesana del Clero, Escuela Diocesana de Formación, Otras Delegaciones).

  • 7.1. Favoreciendo la formación permanente de los presbíteros.
  • 7.2. Poniendo en marcha una nueva etapa de la Escuela Diocesana de Formación.
  • — Sin duda la Formación Espiritual ha de ocupar un puesto privilegiado en la vida de cada cristiano, llamado como está a crecer ininterrumpidamente en la intimidad con Jesús. Además, se revela hoy cada vez más urgente la Formación Doctrinal de todos los fieles. Finalmente, en el contexto de una formación integral y unitaria es particularmente significativo, por su acción misionera y apostólica, el crecimiento personal en los Valores Humanos (Christifideles laici, 60).

  • 7.3. Organizando sesiones de formación sobre cuestiones de actualidad para conocer el Magisterio de la Iglesia sobre las mismas.
  • — Se hacen absolutamente necesarias una sistemática acción de catequesis, que se graduará según las edades y las diversas situaciones de vida, y una más decidida promoción cristiana de la cultura, como respuesta a los eternos interrogantes que agitan al hombre y a la sociedad de hoy (ibíd., 60).

    La cultura vocacional

    «Necesitamos urgentemente una cultura vocacional para que todos los bautizados y confirmados tomen conciencia de la propia responsabilidad activa en la vida eclesial». (Introducción)

    8ª Hacer propuestas concretas de discernimiento vocacional (Delegación Diocesana de Pastoral Vocacional).

  • 8.1. Impulsando grupos vocacionales especialmente orientados al ministerio ordenado o la vida religiosa: gente CE y grupo ABBA.
  • 8.2. Permitiendo florecer otros ministerios, instituidos o simplemente reconocidos, para el bien de toda la comunidad.
  • 9ª Articular el apostolado seglar desde el descubrimiento de la vocación propia de los fieles laicos (Delegación Diocesana de Apostolado Seglar, Consejo Diocesano de Laicos).

  • 9.1. Potenciando la Delegación de Apostolado Seglar y el Consejo de Laicos como organismos diocesanos que ayuden a vivir y organizar el apostolado seglar.
  • — Los laicos están llamados a buscar el reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios (Novo millennio ineunte, 4).

  • 9.2. Dando un verdadero impulso a los movimientos apostólicos y grupos parroquiales para que ocupen su lugar en parroquias, arciprestazgos y delegaciones pastorales.
  • — Los laicos están llamados a llevar a cabo en la Iglesia y en el mundo la parte que les corresponde con su empeño por evangelizar y santificar a los hombres (ibíd., 4).

  • 9.3. Participando en el Congreso Nacional de Apostolado Seglar.
  • Objetivo 2. La misión: recobrar en los cristianos el entusiasmo del anuncio del Evangelio de la esperanza

    Pastoral misionera: el anuncio de la Palabra

    «¡Iglesia en Europa, te espera la tarea de la nueva evangelización! Recobra el entusiasmo del anuncio. Por tanto, que el anuncio de Jesús, que es el Evangelio de la esperanza, sea tu honra y tu razón de ser» (Iglesia en Europa, 45).

    10ª Recobrar la fuerza que tiene la Iniciación Cristiana y sus sacramentos para relanzar un catecumenado de adultos dirigido a personas no bautizadas (Delegación Diocesana de Catequesis, Párrocos y catequistas).

  • 10.1. Ofreciendo un primer anuncio del Evangelio con rigor y tensión espiritual.
  • 10.2. Creando el Catecumenado Bautismal de Adultos a partir de las prescripciones del rito de la Iniciación Cristiana de Adultos.
  • 11ª Impulsar una acción misionera dirigida a los bautizados que se acercan a otros sacramentos desde una fe más sociológica que madura (Párrocos y catequistas).

  • 11.1. Cuidando la preparación de los novios para el Sacramento del Matrimonio a través de la Confirmación de los contrayentes y del cursillo prematrimonial.
  • — Además, es necesario un nuevo anuncio incluso a los bautizados. Muchos europeos contemporáneos creen saber qué es el cristianismo, pero realmente no lo conocen. Con frecuencia se ignoran ya hasta los elementos y las nociones fundamentales de la fe (ibíd., 47).

  • 11.2. Acogiendo con cuidado y atención especial a los padres en el Bautismo y en la Primera Comunión de sus hijos.
  • — El anuncio del Evangelio de la esperanza comporta, por tanto, que se promueva el paso de una fe sustentada por costumbres sociales, aunque sean apreciables, a una fe más personal y madura, iluminada y convencida (ibíd., 50).

  • 11.3. Utilizando el Catecismo de la Iglesia Católica como instrumento de gran valor para lograr un fe más iluminada y convencida.
  • 12ª Cuidar con paciencia, ánimo y perspicacia la religiosidad popular en esta coyuntura espiritual de nuestro pueblo (Delegación Diocesana de Religiosidad Popular, Presbíteros).

  • 12.1 Orientando a los fieles para que no traicionen los orígenes de nuestra fe católica.
  • — Es preciso, pues, orientar esta religiosidad popular, purificando eventualmente sus formas expresivas según los principios de la fe y de la vida cristiana. Por medio de la piedad popular, se ha de conducir a los fieles al encuentro personal con Cristo, a la comunión con la Santísima Virgen María y los Santos, mediante la escucha de la palabra de Dios, la vida de oración, la participación en los sacramentos, el testimonio de la caridad y de las obras de misericordia (Pastores gregis, 40) .

    13ª Estudiar la posibilidad de realizar una “misión diocesana”, que implique a las comunidades cristianas (parroquiales o de otro tipo), a los fieles laicos y a los religiosos, a los movimientos y grupos cristianos y a las instituciones católicas de nuestra Diócesis (Vicarios y Consejos Diocesanos).

    Pastoral familiar: la transmisión de la fe

    «La institución familiar, basada en la belleza del matrimonio, fuerte y fértil, también en medio de sus fragilidades, es muy estimada por todos los pueblos. Es una realidad humana que responde al plan creador de Dios y que, para los bautizados, es sacramento de la gracia de Cristo, el esposo fiel que ha dado su vida por la Iglesia». (CEE)

    14ª Poner en práctica el Directorio sobre Pastoral Familiar (Delegación Diocesana de Familia y Vida, Arciprestazgos).

  • 14.1. Cuidando especialmente la preparación de los novios para el matrimonio como una vocación cristiana.
  • 14.2. Impulsando la Catequesis Familiar que haga de cada familia cristiana una “Iglesia doméstica” capaz de transmitir la fe a sus hijos.
  • 15ª Avanzar en el trabajo conjunto entre parroquia y escuela para contribuir a la evangelización de la familia (Delegación Diocesana de Familia y Vida, Arciprestazgos).

  • 15.1. Potenciando el Sector Arciprestal: Evangelización de la Familia.
  • 15.2. Implicando decididamente a la Escuela Católica.
  • 16ª Realizar una propuesta decidida y elocuente de nuestro modelo de familia (Delegación Diocesana de Familia y Vida, Arciprestazgos).

  • 16.1. Ofreciendo un testimonio convincente de que es posible vivir el matrimonio cristiano conforme al proyecto de Dios y a las exigencias de la persona humana.
  • — La Iglesia no puede ceder a las presiones de una cierta cultura, aunque sea muy extendida y a veces militante. Conviene que, mediante una educación evangélica cada vez más completa, las familias cristianas ofrezcan un ejemplo convincente de la posibilidad de un matrimonio vivido de manera plenamente conforme al proyecto de Dios y a las verdaderas exigencias de la persona humana: tanto la de los cónyuges como la de los más frágiles, que son los hijos (Novo millennio ineunte, 47).

  • 16.2. Luchando por el verdadero matrimonio y la verdadera familia desde el diálogo y la presencia pública.
  • — Las familias mismas deben ser cada vez más conscientes de la atención debida a los hijos y hacerse promotores de una eficaz presencia eclesial y social para tutelar sus derechos (ibíd., 47).

    Testimonio personal y comunitario

    «El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan es porque dan testimonio. Por consiguiente, hoy son decisivos los signos de la santidad como requisito previo y esencial para una auténtica evangelización capaz de dar de nuevo esperanza. Hacen falta testimonios fuertes, personales y comunitarios, de vida nueva en Cristo» (Iglesia en Europa, 49).

    17ª Afrontar con valentía los grandes retos y confrontaciones en los que está inmersa la iglesia en estos momentos (Consejo Diocesano de Laicos, Movimientos Apostólicos, Asociaciones Cristianas).

  • 17.1. Imprimiendo una impronta cristiana a la vida ordinaria desde los movimientos apostólicos y las asociaciones cristianas.
  • — La actividad pastoral de la Iglesia ha de asumir la tarea de imprimir una mentalidad cristiana a la vida ordinaria: en la familia, la escuela, la comunicación social; en el mundo de la cultura, del trabajo y de la economía, de la política, del tiempo libre, de la salud y la enfermedad. Hace falta una serena confrontación crítica con la actual situación cultural de Europa (ibíd., 58).

  • 17.2. Llevando a cabo una confrontación serena, pero crítica, con la actual situación espiritual y cultural de Europa, España y Valladolid.
  • — Hacen falta testimonios fuertes, personales y comunitarios, de vida nueva en Cristo (ibíd., 49).

    Apostar por la caridad

    «Es la hora de una nueva “imaginación de la caridad”, que promueva no tanto y no sólo la eficacia de las ayudas prestadas, sino la capacidad de hacerse cercanos y solidarios con quien sufre, para que el gesto de ayuda sea sentido no como limosna humillante, sino como un compartir fraterno» (Introducción).

    18ª Avanzar en el trabajo coordinado de las plataformas diocesanas que son Cáritas, Manos Unidas, Pastoral de Enfermos y Ancianos, así como las actividades promovidas por las comunidades religiosas de nuestra iglesia (Cáritas, Arciprestazgos, CONFER).

  • 18.1. Potenciando el Sector Arciprestal: Actividad Caritativo-Social.
  • — Sin esta forma de evangelización, llevada a cabo mediante la caridad y el testimonio de la pobreza cristiana, el anuncio del Evangelio, aun siendo la primera caridad, corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras al que la actual sociedad de la comunicación nos somete cada día. La caridad de las obras corrobora la caridad de las palabras (Novo millennio ineunte, 50).

    19ª Presentar la caridad como una exigencia de la Eucaristía dominical y diaria (Parroquias, Cáritas).

    — Por eso tenemos que actuar de tal manera que los pobres, en cada comunidad cristiana, se sientan como en su casa. ¿No sería este estilo la más grande y eficaz presentación de la buena nueva del Reino? (ibíd., 50).

    Objetivo 3. La comunión: encarna y manifiesta la esencia misma entre los que formamos la Iglesia

    Espiritualidad de comunión

    «Hacer de la Iglesia “casa y escuela de comunión”: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros si queremos ser fieles al designio de Dios y responder a las profundas esperanzas del mundo» (ibíd., 43).

    20ª Cultivar los espacios de comunión en el entramado de la vida de cada comunidad eclesial, desde la riqueza de la diversidad (Párrocos, Arciprestes, Religiosos, Fieles laicos con tarea pastoral).

  • 20.1. Impulsando los Consejos de pastoral parroquial y arciprestal que eviten cualquier tipo de personalismo.
  • 20.2. Ampliando, día a día, el trabajo conjunto de personas y comunidades en todos los niveles de nuestra vida de cristianos.
  • 20.3. Enseñando la dimensión comunitaria del cristiano en la catequesis y en la educación en la fe.
  • 21ª Comenzar experiencias de complementariedad entre parroquias dentro del proceso de creación de Unidades Parroquiales (Párrocos, Consejos Parroquiales de Pastoral, Vicarios).

  • 21.1. Elaborando un Proyecto específico de los pasos a dar en cada Unidad Parroquial y situándolo en el ámbito del Arciprestazgo al inicio del curso.
  • 21.2. Garantizando un trabajo riguroso a través del acompañamiento de cada Proyecto por los vicarios y arciprestes correspondientes.
  • 22ª Crear y potenciar sectores de trabajo arciprestal que muestren la auténtica medida de la comunión entre parroquias (Arciprestes y Vicarios, Comunidades de religiosos y consagrados residentes en parroquias).

  • Sector 1: Evangelización de la Familia;
  • Sector 2: Apostolado Seglar;
  • Sector 3: Actividad Caritativo-Social.
  • Compartir recursos materiales y personales

    «¿Tendremos alguna vez el sentimiento fuerte y sincero de que formamos el Pueblo de Dios y somos responsables de todas las tareas eclesiales que el Señor nos ha encomendado?» (Introducción)

    23ª Crear una “bolsa” de personas disponibles (Vicarios y Arciprestes).

  • 23.1. Presbíteros disponibles para sustituciones y apoyo.
  • 23.2. Laicos dispuestos a prestar diversos servicios, especialmente catequéticos, celebrativos y formativos en parroquias rurales...
  • 24ª Avanzar en la común responsabilidad que supone el sostenimiento económico de la Iglesia (Ecónomo Diocesano, Consejos de Economía, Delegación Diocesana de Medios de Comunicación Social).

  • 24.1. Compartiendo recursos materiales entre las parroquias de cada arciprestazgo.
  • 24.2. Responsabilizando a las personas y a las comunidades en el Día de la Iglesia Diocesana y en la Campaña anual del IRPF.
  • Información y coordinación de actividades

    Facilitar la información de todos los acontecimientos de la vida diocesana y favorecer la comunicación mutua.

    25ª Revitalizar la pastoral planificada conjunta con la participación y corresponsabilidad de todos (Vicarías).

  • 25.1. Elaborando una Calendario Diocesano de la actividad pastoral en cada curso.
  • 25.2. Dando prioridad en toda la Diócesis a jornadas y convocatorias concretas, distinguiendo su carácter parroquial, arciprestal o diocesano.
  • 26ª Procurar una presencia apropiada de los mensajes, opiniones y apariciones públicas de las personas e instituciones eclesiales en los Medios de Comunicación Social (Delegación Diocesana de Medios de Comunicación Social).

  • 26.1. Potenciando el conocimiento y utilización del Boletín Oficial del Arzobispado, la Hoja Diocesana, la página de Internet y los programas de radio y televisión.
  • 26.2. Sistematizando un intercambio regular de información para que la Diócesis sea valorada con objetividad por el conjunto de la sociedad.
  • La visita “ad limina apostolorum”

    «La Visita ad limina apostolorum se realiza cada cinco años aproximadamente y en ella los obispos residenciales deben visitar las tumbas de los Apóstoles, encontrarse con el Sucesor de Pedro y presentar un informe o relación de sus respectivas diócesis» (cánones 399 y 400 del actual Código de Derecho Canónico).

    27ª Visibilizar la unidad y la comunión de los sucesores de los Apóstoles con el sucesor de san Pedro y de las Iglesias locales con la Iglesia de Roma (Conferencia Episcopal Española, arzobispo de Valladolid).

  • 27.1. Visitando los distintos Dicasterios y Organismos de la Curia Romana.
  • 27.2. Peregrinando a la tumba de los apóstoles Pedro y Pablo.
  • 28ª Encuentro con el Sumo Pontífice como signo de comunión eclesial, de colegialidad episcopal y de caridad fraterna entre los Pastores y con el Papa (Vaticano, Conferencia Episcopal Española, arzobispo de Valladolid).

  • 28.1. La entrevista personal del Arzobispo con Su Santidad será el momento principal de la visita ad limina, en el que se presentará el informe de los últimos cinco años.
  • 28.2. La audiencia y el discurso papal a los distintos grupos de obispos servirá para incidir y subrayar las urgencias pastorales de las distintas Iglesias particulares.