Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Relación

Visita ad limina apostolorum 2005

Relación 1996-2004: Evaluación general
y perspectivas al futuro

17 de enero de 2005


Publicado: BOA 2005, 14.


  • Introducción
  • 1. Problemas pastorales y doctrinales
  • 2. Aspectos positivos y esperanzadores
  • 3. Resumen final

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    Nota explicativa: Por motivos de extensión, de la Relación 1996-2004, remitida al Santo Padre con motivo de la Visita ad limina apostolorum, solamente reproducimos, casi en su literalidad, los dos últimos capítulos, correspondientes a la Evaluación general y perspectivas de futuro y Resumen, elaborados directamente por el Sr. Arzobispo, D. Braulio Rodríguez Plaza, como Pastor de nuestra Iglesia diocesana.

    El 13-10-2002 tomé posesión de la Iglesia Metropolitana de Valladolid , habiendo sido nombrado para esta Sede por el Santo Padre Juan Pablo II el día 28-8-2002, memoria de san Agustín, Obispo. Había sido desligado de la Diócesis de Salamanca, Iglesia de la que fui obispo durante algo más de siete años. Agradezco al Señor en la persona de Su Santidad la confianza depositada en mí al confiarme esta Iglesia vallisoletana; igualmente quiero dejar constancia de mi agradecimiento a S. E. Monseñor José Delicado Baeza, que me ha precedido en esta Iglesia durante los 27 últimos años y con toda amabilidad me ha acogido y acompañado en todo el periodo de mis primeros meses como arzobispo de Valladolid.

    Esta Sede vallisoletana comprende la casi totalidad de la provincia española del mismo nombre; es además la capital de la Comunidad Autónoma de Castilla y León, y aquí reside el Parlamento Regional y su Gobierno, así como todas las Consejerías de este Gobierno. Ocupa la ciudad casi el centro geográfico de la región, siendo un nudo de comunicaciones importante. Los datos sociológicos han sido proporcionados en otra parte de esta Relación. Sólo quiero subrayar la importancia que la ciudad de Valladolid, Sede Episcopal, tiene no sólo en esta Iglesia, sino en toda la Región. La concentración de población está cercana a los 400.000 habitantes de un total de 500.000 que tiene la Diócesis.

    Quiero añadir igualmente a los datos proporcionados por la Relación diocesana, algunas apreciaciones mías, en el conocimiento de poco más de dos años en Valladolid, e indicar algunos problemas pastorales y doctrinales que me preocupan a mí como Pastor; también me referiré a otros aspectos esperanzadores de cara al futuro.

    1. Problemas pastorales y doctrinales

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    Acepté con alegría la designación del Santo Padre como arzobispo metropolitano, aunque creo que llevaba pocos años en Salamanca. Era consciente, sin embargo, de que la situación pastoral y eclesial no era fácil; no lo es en Castilla y León, pues a la secularización de una región con un pasado de un pueblo cristiano, sin duda glorioso, se añade una despoblación de la zona rural, que repercute grandemente en la pastoral vocacional. La abundancia de vocaciones de especial consagración de un pasado reciente ha dado paso a una sequía enorme de vocaciones y a una sensación en la gente de que todo va mal; no es tal, pues aunque los sacerdotes, por ejemplo, son de edad avanzada, son suficientes, si se afrontan los problemas con otra óptica. Pero una característica de esta tierra es que, por un lado, desprecia un poco el pasado, y, por otra, se aferra a él y a no querer cambiar nada. Todavía la fe cristiana y sus manifestaciones es el marco cultural de la mayor parte de la gente, pero eso no significa mucho, porque el contenido ya no es el que vivieron nuestros antepasados, sino otro muy diferente, aunque no se quieran desprender de ese marco cultural de origen.

    De ahí que muchos sacerdotes y fieles cristianos laicos estén bien asentados en sus posiciones y no se mire el futuro con otra postura, cuando el cambio cultural es evidente, y no basta con fijarnos en el pasado reciente, sino ver qué nuevas posibilidades nos proporciona el Señor o qué oportunidades tiene todavía la religiosidad popular y la piedad popular católica. No se puede mantener una fe sustentada casi exclusivamente en costumbres sociales, sin una fe más personal y madura. Los retos pastorales que esta situación comporta parecen demasiado grandes para muchos, fieles cristianos y pastores, y no quieren muchos emprender una tarea de reconversión, fiel a la tradición pero con nuevo impulso. Entiendo que esto no es fácil, pues la cultura dominante es fortísima y el modelo de vida “como si Dios no existiera” prevalece.

    Mi preocupación actual es cómo seremos capaces de afrontar esos retos a la fe cristiana que la sociedad española y occidental le plantea, queriéndola dejar fuera de las decisiones a tomar: el empeño en que la fe católica no tenga una proyección en la vida pública; la decidida puesta en marcha de una equiparación del matrimonio con las uniones homosexuales, como si se tratara de un derecho social como si fueran realidades semejantes; la oscuridad en presentar la diferencia y complementariedad entre hombre y mujer; el ataque a la vida; la manipulación de embriones y células adultas embrionarias; el ataque a la libertad religiosa para enseñar en la escuela la religión porque así lo quieren los padres.

    El problema de la transmisión de la fe es acuciante. El canal por donde llegaba la fe que Dios nos da, la familia, está obstruido y esa agua de la fe apenas llega a los hijos, porque los padres no la transmiten ni lo facilita la cultura dominante; y si hay dificultad en la escuela y a las parroquias cada vez van menos los niños a la catequesis parroquial, ¿cómo tenemos nuevos cristianos? Los esfuerzos de la catequesis familiar y la reacción en defensa de la Enseñanza Religiosa escolar son una esperanza, pero no hay todavía conciencia viva de este problema.

    Otra manera de afrontar esta dificultad de transmitir la fe es el primer anuncio, pues ya no es infrecuente que personas adultas pidan los sacramentos de Iniciación cristiana. Crear el Catecumenado Bautismal de adultos sería afrontar este tema, que prepare bien con un itinerario preciso y apropiado. Es preciso también un nuevo anuncio, incluso a los ya bautizados; el esfuerzo de catecumenados de adultos para ya bautizados fue grande en un pasado reciente y lo es hoy, pero, ¿tiene fuerza esta Iglesia para llevar a cabo esa tarea preciosa? Sobre todo cuando apenas se utiliza el Catecismo de la Iglesia Católica , instrumento buenísimo, pero desconocido en su contenido. Otro instrumento valioso es el Directorio sobre Pastoral Familiar de la Conferencia Episcopal Española (del año 2003) , en orden a la pastoral familiar y luchar por el verdadero matrimonio y la verdadera familia.

    Realmente pienso que las respuestas que estamos dando a estos problemas no son las adecuadas. No se puede responder a un problema de desconocimiento de Dios y de falta de una vida fuerte en el Espíritu con cuatro nociones de moral voluntarista o con un programa de vida cristiana, muy de tejas para abajo, que no ahonda en los grandes temas humanos y religiosos y se queda en la superficie de un “cristianismo supuestamente social”, que no aborda al sujeto y no le atrae porque le muestra preocupaciones muy superficiales. Los aspectos sociales del Catolicismo son otra cosa mucho más profunda y seria, y ese “catolicismo social”, típico de muchas parroquias, es muchas veces una amalgama de complejo antirromano, sospecha de la Iglesia jerárquica y acomodación de la Iglesia a la cultura dominante, pues es ésta la que tiene siempre la razón y no la Iglesia, que, en su opinión se ha quedado desfasada y le da miedo la modernidad.

    Pero sí existe un sector de cierta importancia entre los sacerdotes, religiosos y fieles laicos que doctrinalmente se equivocan en algunos puntos. Uno de ellos es la Liturgia de la Iglesia, a la que se somete a los excesos de una creatividad equivocada, pues no se cuida la celebración, utilizando fórmulas anticuadas o excesivamente alejadas del espíritu de la genuina Liturgia. Lo más grave son los casos de utilización de Plegarias Eucarísticas no aprobadas y los abusos a la hora de la celebración del sacramento de la Penitencia sin confesión individual y absolución colectiva.

    2. Aspectos positivos y esperanzadores

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    La existencia misma de la Iglesia, de sus comunidades, con tanta gente fiel al Señor y a su Alianza; la oración de las contemplativas y de tantos cristianos; la implantación sólida de las parroquias en los barrios y pueblos; los colegios de la Iglesia, muy numerosos en Valladolid, que tienen mucho prestigio, aunque necesitan más pasión por la educación católica en sus educadores; la piedad mariana muy fuerte y arraigada: he aquí puntos de esperanza para esta Iglesia.

    Veo además una interesante luz de esperanza en algunas realidades eclesiales:

    - Un nutrido grupo de sacerdotes, que quieren vivir su ministerio sacerdotal con otro talante, fieles a Jesucristo y a su Iglesia, y fieles a los hombres y mujeres y a los signos de los tiempos, que han asimilado la Eclesiología de comunión, dispuestos a servir, alejados de frivolidades pastorales o de desvíos doctrinales, con sentido diocesano, que no ocultan su condición de sacerdotes, y con una dedicación admirable a la tarea eclesial.

    - Unos buenos programas de catequesis y de formación de adultos, y un sentido de comunidad parroquial cercana y esperanzadora, en medio de tantas dificultades y de lo complejo que es hoy tener grupos cristianos, sobre todo de jóvenes. Existe un buen número de parroquias que aúnan esfuerzos para atender a jóvenes que ponen en contacto entre ellos.

    - Una aceptable salud espiritual del Seminario es una esperanza, pese a que el número de seminaristas (17 en seminario mayor) no sea muy alto. Pero se están poniendo las bases para una buena pastoral vocacional, y los seminaristas son conocidos y considerados parte de esta Iglesia. Se puede mirar su futuro con ilusión.

    - Un deseo de vivir con más intensidad, y con mayor hondura y gratuidad, la Liturgia de la Iglesia, cuidando la celebración. Un interesante movimiento musical litúrgico está dando ya frutos, ajustándose al objetivo de “cantar la Misa”, no “cantar en Misa”, siendo respetuosos con el Ordinario de la Misa. Un buen grupo de jóvenes está implicado en este movimiento, que puede influir pronto en las parroquias.

    - Gran cantidad de fieles laicos, que se sienten Iglesia, y que tienen ganas de trabajar, de formarse y de estar presente en la vida pública de un modo nuevo, afrontando los retos que hoy tiene planteados la fe católica en España. Hay que contar en este grupo los nuevos movimientos y nuevas comunidades, no muy numerosos, pero sí activos. Menos fuerte está la Acción Católica, aunque puede relanzarse tal vez.

    - De gran importancia para el dinamismo cristiano de la Diócesis es el Centro de Espiritualidad, centrado en el Corazón de Cristo, espiritualidad muy extendida en Valladolid. El Centro está situado junto al Santuario de la Gran Promesa, templo importante no parroquial, servido por sacerdotes diocesanos, y está abierto sobre todo a formación y a oración en muy diversas formas: adoración eucarística, retiros, ejercicios espirituales, grupos de oración. Muchos son los grupos y las personas que cada semana pasan por este Centro y tienen acogida, también para la dirección espiritual.

    - La actividad sociocaritativa cuenta con unos servicios y con personas que son también una alegría. Cáritas diocesana y parroquial, redes de atención a inmigrantes, muchos creados y llevados por religiosos, con muchísimos voluntarios, es una realidad gozosa y esperanzadora. Asimismo, la animación misionera “ad gentes” está presente, ayudada por los todavía muchos misioneros vallisoletanos. En los dos últimos años han sido 4 ó 5 los sacerdotes diocesanos que marcharon a trabajar en África o América Latina, y aun en Rusia.

    - Por último, destacaría el intento serio de dinamizar algunos sectores de pastoral, tal vez un poco olvidados en un pasado un poco ya lejano: la Enseñanza Religiosa Escolar, a pesar de las dificultades actuales; la unión familia/parroquia/escuela, un tanto descuidada por muchas causas; la revitalización de la piedad popular con una tarea de atención por parte de las parroquias de Cofradías y Hermandades; y el fortalecimiento de la Delegación de Medios de Comunicación Social, muy importante en estos momentos.

    Estos son algunos de mis comentarios a la situación de la Archidiócesis en estos poco más de dos años desde mi llegada. Mucho hay que hacer, sin duda, y mucho que orar y amar. Mi esfuerzo por hacer ver que trabajamos en vano, si el Señor no construye la Casa, no quiero que decaiga, sobre todo ahora que hemos comenzado a poner en práctica el Plan Diocesano de Pastoral (trienio 2004-2007), titulado “¿Qué hemos de hacer, hermanos?” , recordando las palabras que los oyentes dirigieron a Pedro y los demás apóstoles en Hch 2,37, tras su predicación. Pido a Dios que no escatimemos esfuerzos para llevar adelante la evangelización y la tarea evangélica que el Señor nos ha encomendado.

    3. Resumen final

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    La Archidiócesis de Valladolid pasa, a mi modo de ver, por una encrucijada, en la que todos debemos ser perspicaces y valientes, pues en una sociedad con muchos cristianos que no viven su fe de modo personal, sino como ambientación cultural que contiene unas tradiciones, se necesita mucho esfuerzo y coraje para renovar esa fe sin romper los moldes tradicionales que todavía llevan el agua fresca de la piedad popular. Pero es preciso hacer despertar a los fieles laicos, para que caigan en la cuenta de que estamos en un periodo nuevo de la historia de su Iglesia, en el que no vale únicamente mirar hacia el pasado brillante o bien estructurado.

    Me preocupa, sin duda, la pastoral vocacional, que sólo puede crecer en la medida que existen adolescentes y jóvenes viviendo una vida cristiana exigente y atrayente. La edad media de los sacerdotes es muy alta y en los próximos 8 ó 10 años más de 100 sacerdotes de esta Iglesia cumplirán los 75 años. Pero interesa sobre todo la buena formación de los candidatos al sacerdocio, para salir convencidos de que hay que emprender esa evangelización nueva absolutamente necesaria, que evite caminos ya manidos que no han dado fruto en estos años del postconcilio. Que esos sacerdotes nuevos salgan del Seminario con un amor grande a la Iglesia, con comunión activa y afectiva, enamorados de su tarea sacerdotal.

    Los problemas que lleva consigo una pastoral de mantenimiento o la que persiste en ocultar lo esencial de la fe en las grandes opciones y en no caminar con un sentido más eclesial y menos lastimero van a continuar por un tiempo. Espero que podamos afrontar el futuro con más realismo y convicción. Necesariamente la infraestructura que en la actualidad tiene esta Iglesia cambiará, perderá peso específico en la sociedad vallisoletana; no sé si tantas instituciones y tantas parroquias podremos mantener en un futuro próximo. También descenderá el número de creyentes que se consideren a sí mismos católicos y miembros de la Iglesia Católica de Valladolid, lo cual no necesariamente supondrá en todos los casos una pérdida y sí, tal vez, una purificación.

    Pero yo confío en la fuerza de la fe que está en nuestros cristianos, porque son muchos los dispuestos a continuar dando su tiempo y su persona a la Iglesia en las tareas de apostolado, como miembros vivos, con testimonio de vida. La fe está muy arraigada en muchos. Hará falta ser muy claros y muy coherentes, haciendo opciones significativas. No será fácil, pero una tradición de tantos siglos no desaparece de repente. Eso sí, debemos encontrar enseguida una manera nueva de llegar a las nuevas generaciones: niños, adolescentes y jóvenes, entrando en su vida, en sus valores, en sus aspiraciones, mostrando el verdadero rostro de Cristo y de su Iglesia.

    Creo que estamos pasando una crisis de Iglesia, de no conocer en su esencialidad lo que es la Iglesia y mi papel en ella. La Iglesia como Madre, como Seno que me da la vida de Cristo y por tanto a Él mismo. Educar en la fe de un modo menos racionalista y más de encuentro con el Señor resucitado, donde la vida de piedad no sea ñoña, sino vida de piedad que llene las aspiraciones del corazón.

    Nos falta también un despliegue mayor de la vida de los laicos cristianos, que metidos en sus comunidades parroquiales o en sus movimientos y grupos, salgan a la vida pública, en la que no oculten su fe. Nuestro país, como toda Europa, es muy plural y está su cultura muy fragmentada: sólo los que tienen un sentido en la vida y están bien arraigados podrán sobrevivir en un ambiente donde se vive como si Dios no existiera. Confío en los fieles laicos. Deben ser cada vez más animados, sabiendo que la tarea no es sólo humana: la gracia de Cristo debe ser una primacía.

    Nuestro Pueblo tiene una enorme devoción a María Santísima, la Madre del Señor, y esa piedad mariana verdadera ayudará mucho a mantener una fe vigorosa; igualmente la devoción al Corazón de Cristo, pues aquí se desplegó la gran promesa de Cristo. Él no nos dejará. En Él confiamos y en su misericordia. También en la oración de las contemplativas y la de las almas sencillas que atraen las gracias del Padre de los cielos, pues son los sencillos los que piden que la fe no se apague.

    En Valladolid, a 28 de agosto de 2004, segundo aniversario de mi nombramiento como arzobispo metropolitano.

    † Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid