Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta

En el inicio del curso pastoral 2005-2006

14 de septiembre de 2005


Publicado: BOA 2005, 369.


A los sacerdotes, diáconos y rectores de iglesias: Un saludo cordial para todos.

Estamos de nuevo en los inicios de un curso pastoral, y no quiero que os falte mi aliento y mi cercanía. Toda la tarea pastoral es hoy ardua y necesitamos la fortaleza del Espíritu Santo, para superar cansancios, rutinas y desalientos, tentaciones frecuentes. Sólo el Espíritu puede convertir nuestro trabajo en amor y servicio a nuestras comunidades, tanto a los que en ellas son más sensibles al apostolado y a la extensión del Evangelio como a los más alejados, y a todos los que se acercan a pedir ayuda o consejo, sobre todo los inmigrantes.

Decía el papa Benedicto a los obispos alemanes, al despedirse de ellos en la Jornada Mundial de la Juventud 2005 : «En esta oportunidad he querido recoger con vosotros (...) el mensaje que ha llegado de la gran peregrinación de jóvenes. Me parece que ellos, al final de esta experiencia, podrían decirnos en síntesis: “Sí, hemos venido a adorarlo. Lo hemos encontrado. Ayudadnos ahora a ser sus discípulos y testigos”». Me parece que define bien el Papa nuestra tarea de pastores: ayudar a niños, jóvenes y mayores, a ser discípulos y testigos de Cristo en nuestra sociedad. Ellos lo necesitan, y nosotros.

Claro está que nuestra actitud no debe ser la de esperar, sino salir al encuentro de nuestros hermanos; nosotros y los demás cristianos convencidos y lejos ya de actitudes pasivas en la Iglesia. «Jesús —nos dice Lc 8,1— iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios». Los no judíos, que oyeron en los primeros tiempos la predicación del Evangelio, sentían que sus dioses estaban en el Olimpo y sus santuarios se construían en las colinas. Hasta allí había que ir a ponerse en contacto con ellos y pedirles algo.

El Dios de Israel habita, sí, en los cielos, pero se revela en la historia de los hombres como Aquél que desciende desde lo alto hasta su pueblo. Y cuando Dios se hace hombre en su Hijo, Éste va por las ciudades y aldeas a buscar a las personas. Su actividad debe continuar en la Iglesia, buscando a los hombres y mujeres en nombre de Aquél de quien han recibido su misión.

Pido al Señor que esa misión podamos llevarla a cabo también nosotros en este curso, que ahora empieza; nos puede servir de referencia la Programación diocesana , para ir un poco al unísono o concordes, como Iglesia que somos. Mi deseo es contribuir a ello; mi ayuda se concretará en las visitas pastorales a tres arciprestazgos en este curso, y en los encuentros y celebraciones con vosotros y las comunidades cristianas en los diversos momentos del curso.

Nuestro presbiterio necesita ser alentado, pero es tarea que hemos de hacer los unos para con los otros. Algunos hermanos sacerdotes han sufrido y sufren la enfermedad y hay que prestarles más atención y cuidado; sus comunidades se han visto privadas de ellos y siguen con cuidado su convalecencia. Otros hermanos nos dejaron con su muerte y les acompaña nuestra oración y recuerdo.

Como es lógico, ha habido algunos cambios, que siempre suponen inquietud, aunque también disponibilidad e ilusión al emprender una nueva tarea y misión. ¡Cuánto debemos ayudarnos como presbíteros y diáconos! Nuestra ayuda mutua a la hora de compartir las tareas apostólicas es fundamental en este momento complejo para la evangelización y la dinamización de los fieles laicos.

Nuestro Seminario crece un poquito. Tres incorporaciones al Seminario Mayor son un signo de esperanza. Sabéis que únicamente he ordenado en este año 2005 un sacerdote, que hace tiempo determiné que fuera a estudiar a Roma, Universidad Lateranense, los cursos del Instituto Juan Pablo II de Matrimonio y Familia. Tal vez algunos puedan pensar: ¿no faltan sacerdotes para las parroquias? Sí, pero precisamente por ello debemos preparar el futuro y no quedarnos atrapados en la coyuntura del momento. Él lo sabe y conoce también que su acción pastoral ahora es prepararse bien para servir mejor.

Os saludo a todos. Deseo estar disponible para todos vosotros, sacerdotes. Sé que es difícil, pero posible, porque también sé que mi tiempo es para esta Iglesia. Que la Reina de los apóstoles interceda por nosotros. Buen curso para todos.