Conferencia Episcopal Española
Asamblea Plenaria

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Comunicado

Apoyo a la Campaña
sobre la deuda externa, promovida
por las organizaciones eclesiales
Manos Unidas, Cáritas,
CONFER, Justicia y Paz y Redes

25 de noviembre de 2005


Temas: deuda externa, pobreza y solidaridad.

Web oficial: http://85.118.245.124/documentos/Conferencia/DeudaExterna.htm

Publicado: BOA 2005, 493.


  • Introducción
  • En fidelidad a Jesucristo
  • Apoyo a la campaña “Sin duda. Sin deuda. Nuestro compromiso con los objetivos del milenio lo exige”
  • Llamamiento a las autoridades y a las comunidades cristianas
  • Notas

    Introducción

    |<  <  >  >|Notas

    Con ocasión del Jubileo del año 2000, el Santo Padre pedía acciones concretas que mostrasen al mundo la voluntad de reconciliación de todos los cristianos y que sirviesen para que los más pobres tuviesen acceso a unas condiciones de vida digna. Con ese motivo, organizaciones de la Iglesia como Cáritas, Manos Unidas, CONFER y Justicia y Paz se unieron para promover, junto con otras organizaciones para el desarrollo, una campaña a favor de la condonación de la deuda de los países del Tercer Mundo que llevaba por título “Deuda Externa, ¿Deuda eterna?”.

    Cinco años después constatamos que, en este mundo globalizado en el que vivimos, la deuda total acumulada por los países subdesarrollados ha crecido ininterrumpidamente, a pesar del progresivo aumento de los pagos, y sus efectos son cada vez más evidentes en la acentuación de las desigualdades y la concentración de las riquezas. Podemos afirmar con dolor que «la deuda sigue siendo un “pesado lastre” que compromete las economías de pueblos enteros, frenando su progreso social y político»1; y es uno de los factores que repercute de manera más negativa en la vida de más de mil millones de personas e impide alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio propuestos por la comunidad internacional. En la raíz de estos males está ciertamente el pecado2.

    Este año de la Eucaristía, que acabamos de celebrar, nos impulsa a todos los cristianos a sensibilizarnos con los problemas de nuestros hermanos, en la medida en que profundizamos el Misterio de comunión y de amor que es la Eucaristía. Por eso los obispos reunidos en el reciente Sínodo, juntamente con el Santo Padre Benedicto XVI, manifestaban: «Continuaremos participando activamente en el esfuerzo común para crear las condiciones duraderas de un progreso real para toda la familia humana, en el que a nadie falte el pan de cada día. (...) Los sufrimientos humanos no pueden ser extraños a la celebración del misterio eucarístico, que nos compromete a todos a trabajar por la justicia y la transformación del mundo de manera activa y consciente, a partir de la enseñanza social de la Iglesia, que promueve la centralidad y dignidad de la persona»3.

    En fidelidad a Jesucristo

    |<  <  >  >|Notas

    La Iglesia, fiel al Evangelio y al mandamiento del Señor, tiene una larga historia en compromisos a favor de los más pobres, algo de lo que da testimonio la comunidad cristiana, la vida y las obras de tantos creyentes en Jesucristo que han hecho y siguen haciendo de la misericordia y de la justicia social, el centro de su vida.

    Continuando este dinamismo, propio de la caridad cristiana y del compromiso solidario que conlleva, la Iglesia se siente interpelada por ese grave problema que experimentan los países más pobres para lograr el desarrollo integral de sus ciudadanos. No podemos permanecer indiferentes ante el sufrimiento de tantas personas, que incluso ven amenazada su propia vida debido a las situaciones que resultan del mantenimiento y el apremio de pago de esa deuda externa contraída por los gobernantes de su país.

    El papa Juan Pablo II, de feliz memoria, insistió en varias ocasiones en la urgencia de condonar total o parcialmente la deuda externa, como un acto de justicia, puesto que son los pobres los que más sufren a causa de la indeterminación y el retraso de las medidas que puedan liberarlos de esa carga4. Y propuso la necesidad de crear una nueva «cultura de la solidaridad»5, una de cuyas acciones, ya emprendidas y apoyadas por la Iglesia, es el objetivo del Milenio, consistente en reducir a la mitad el número de personas que vive en la pobreza para el año 20156.

    Apoyo a la campaña “Sin duda. Sin deuda. Nuestro compromiso con los objetivos del milenio lo exige”

    |<  <  >  >|Notas

    En coherencia con este planteamiento y ante la situación de desamparo y de pobreza creciente, en la que se instalan los países más pobres del Tercer Mundo, las organizaciones de la Iglesia Católica que promovieron la anterior campaña de la condonación de la Deuda han planteado una nueva campaña con el fin de sensibilizar a la opinión pública del grave problema y pedir a los Gobiernos un compromiso más decidido.

    Hoy, día 25 de noviembre, se hace pública, en nuestro país, la campaña “Sin duda. Sin deuda. Nuestro compromiso con los Objetivos del Milenio nos lo exige”, promovida por Manos Unidas, Cáritas, CONFER, Justicia y Paz y REDES7, con el apoyo de numerosas comunidades cristianas y de otras organizaciones e instituciones. Deseamos hacer público de nuevo el apoyo de la Conferencia Episcopal Española a esta campaña.

    Consideramos nuestro deber pronunciarnos, una vez más, solicitando medidas para eliminar la deuda, dado que la condonación de la misma, tanto de forma total como parcial, es una condición previa para que los países más pobres puedan luchar eficazmente contra la miseria y la pobreza.

    Seguimos creyendo que es urgente convertir la obligación de pago en inversión, en programas y proyectos de desarrollo integral: humano, cultural, espiritual, sanitario, agrícola, educativo y promoción de la mujer, entre otros.

    Se impone hoy, con más urgencia que en el pasado, la necesidad de cultivar la conciencia de valores morales universales, para afrontar los problemas del presente, cuya nota común es la dimensión planetaria que van asumiendo8. Lo pedimos en nombre de la justicia y de la solidaridad que une a todos los seres humanos y a todos los pueblos creados por un mismo y único Dios, a su imagen y semejanza y con idéntica dignidad.

    Llamamiento a las autoridades y a las comunidades cristianas

    |<  <Notas

    Elogiamos y estimulamos los pasos que han comenzado a darse para la condonación total o parcial de la deuda externa entre los países acreedores.

    Seguimos insistiendo «en el llamamiento a las Autoridades de nuestro país y a los responsables de las instituciones financieras. Les pedimos que pongan en práctica medidas, objetivamente generosas, que den como resultado, no aparente ni ficticio, el levantamiento del peso de la deuda externa»9. Hay que evitar que esta condonación, total o parcial, revierta en la compra de armamento o en beneficio económico de los gobernantes de los países destinatarios o sea utilizada en obras socialmente innecesarias que persiguen exclusivamente el prestigio y el afianzamiento de estos gobiernos o vayan destinadas a acciones contrarias al orden moral como campañas contra la natalidad; al mismo tiempo habrá que garantizar y controlar su empleo en servicio de la comunidad, especialmente de sus capas económicamente menos favorecidas10. La cooperación «debe expresar un compromiso concreto y tangible de solidaridad, de tal modo que haga de los pobres protagonistas de su desarrollo»11.

    Alentamos a quienes hacen esfuerzos generosos a favor de los más pobres: misioneros que consagran sus vidas a caminar codo a codo con ellos compartiendo sus gozos y sus penas; profesionales y empresarios que dedican parte de su tiempo y de sus bienes a trabajar en proyectos de desarrollo; jóvenes y personas de buena voluntad que preocupados por la suerte de los hermanos del Tercer Mundo dedican parte de su vida a trabajar en organizaciones que favorecen el verdadero desarrollo. Y pedimos a todos los católicos que «pongamos en práctica la manera de hacer de Jesús, que dio de comer a las muchedumbres hambrientas con los panes y peces de la bendición»12, que adoptemos comportamientos de vida sobria, nos comprometamos a favor de los hermanos más necesitados y que nos unamos a los esfuerzos de la campaña que acaba de iniciarse.


    Notas:

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    [1]  Juan Pablo II. Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1998.
    [2]  Cf. Juan Pablo II, Encíclica Sollicitudo rei socialis, 36.
    [3]  La Eucaristía, pan vivo para la paz del mundo; Mensaje Final de la XI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos (22-10-2005), 5 y 17 .
    [4]  Alocución a los impulsores de la campaña Jubileo 2000 (23-9-1999); cf. Llamamiento del presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz, cardenal R. Etchegaray, 18-9-1997.
    [5]  Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2000, 17.
    [6]  Cf. Juan Pablo II, Mensaje al cardenal Renato Raffaele Martino, presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz, para el seminario Pobreza y Globalización (5-7-2004).
    [7]  Red de ONGD de las Congregaciones Religiosas que tienen por objetivo la educación, el desarrollo y la solidaridad con el Tercer Mundo.
    [8]  Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2000, 18.
    [9]  Conferencia Episcopal Española, Declaración acerca de la condonación de la Deuda Externa (26-11-1999).
    [10]  Ibíd.
    [11]  Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2000, 17.
    [12]  Conferencia Episcopal Española, LXXXIII Asamblea Plenaria (2005), La caridad de Cristo nos apremia, 12 .