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Santo Padre
Benedicto XVI

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Discurso

VI Simposio Europeo de Profesores Universitarios organizado por la Oficina para la Pastoral Universitaria del Vicariato de Roma 2008

Ensanchar los horizontes
de la racionalidad.
Perspectivas para la Filosofía

7 de mayo de 2008


Temas: racionalidad y Filosofía (razón-fe).

Web oficial: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2008/june/documents/hf_ben-xvi_spe_20080607_docenti-univ_sp.html

Publicado: BOA 2008, 259.


Señor Cardenal, venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, ilustres profesores:

Es para mí motivo de profunda alegría encontrarme con vosotros con ocasión del VI Simposio Europeo de Profesores Universitarios sobre el tema “Ensanchar los horizontes de la racionalidad. Perspectivas para la Filosofía”, promovido por los profesores de las universidades de Roma y organizado por la Oficina para la Pastoral Universitaria del Vicariato de Roma, en colaboración con las instituciones regionales, provinciales y del municipio de Roma. Doy las gracias al señor cardenal Camillo Ruini y al profesor Cesare Mirabelli, que se han hecho portavoces de vuestros sentimientos, y doy mi cordial bienvenida a todos los presentes.

En continuidad con el Encuentro Europeo de Profesores Universitarios del año pasado , vuestro simposio afronta un tema de gran relevancia académica y cultural. Deseo expresar mi gratitud al comité organizador por esta elección, que, entre otras cosas, nos permite celebrar el 10º Aniversario de la publicación de la Carta Encíclica Fides et ratio de mi amado predecesor, el papa Juan Pablo II.

En aquella ocasión, cincuenta profesores de filosofía de las universidades de Roma, públicas y pontificias, manifestaron su gratitud al Papa con una declaración en la que se reafirmaba la urgencia de la reactivación del estudio de la Filosofía en las universidades y en las escuelas. Compartiendo dicha preocupación y animando la colaboración fructuosa entre los profesores de los diversos ateneos, romanos y europeos, deseo dirigir a los profesores de filosofía una invitación particular a proseguir con confianza la investigación filosófica, invirtiendo energías intelectuales e implicando a las nuevas generaciones en dicha tarea.

Los acontecimientos ocurridos en los diez años que han pasado desde la publicación de la Encíclica han dibujado con mayor evidencia el escenario histórico y cultural en el que la investigación filosófica está llamada a adentrarse. En efecto, la crisis de la Modernidad no es sinónimo de la decadencia de la Filosofía; al contrario, la Filosofía debe comprometerse en un nuevo itinerario de investigación para comprender la naturaleza real de esa crisis (cf. Discurso durante el I Encuentro Europeo de Profesores Universitarios, 23-6-2007) e identificar nuevas perspectivas hacia las que orientarse.

La Modernidad, bien comprendida, revela una “cuestión antropológica” que se presenta de un modo mucho más complejo y articulado de lo que sucedía en las reflexiones filosóficas de los últimos siglos, sobre todo en Europa. Sin restar importancia a los intentos realizados, queda todavía mucho por investigar y comprender. La Modernidad no es un simple fenómeno cultural históricamente datado; en realidad, implica un nueva conceptualidad, una comprensión más exacta de la naturaleza del hombre. No es difícil captar en los escritos de pensadores contemporáneos autorizados una reflexión honrada sobre las dificultades que impiden la solución de esta prolongada crisis. El crédito que algunos autores atribuyen a las religiones, y en particular al cristianismo, es un signo evidente del deseo sincero de que la reflexión filosófica abandone su autosuficiencia.

Desde el inicio de mi pontificado he escuchado con atención las peticiones que me hacen los hombres y mujeres de nuestro tiempo y, a la luz de esas expectativas, he querido ofrecer una propuesta de investigación que, en mi opinión, puede suscitar interés con vistas a la reactivación de la Filosofía y de su papel insustituible dentro del mundo académico y cultural. Esa propuesta ha sido objeto de vuestra reflexión durante el Simposio: consiste en «ensanchar los horizontes de la racionalidad».

Esto me permite reflexionar sobre ella con vosotros, como entre amigos que desean realizar un itinerario común de investigación. Parto de una profunda convicción, que he expresado muchas veces: «La fe cristiana optó (...) por el Dios de los filósofos en contra de los dioses de las religiones, es decir, por la verdad del ser mismo en contra del mito de la costumbre» (Joseph Ratzinger, Introducción al cristianismo, I, 5, A). Esta afirmación, que refleja el camino del cristianismo desde sus albores, resulta plenamente actual en el contexto histórico cultural que estamos viviendo. En efecto, sólo a partir de dicha premisa, que es histórica y a la vez teológica, es posible salir al encuentro de las nuevas expectativas de la reflexión filosófica. También hoy es muy concreto el peligro de que la religión, incluso la cristiana, sea instrumentalizada como fenómeno subrepticio.

Pero el cristianismo, como he recordado en la Encíclica Spe salvi , no es sólo un mensaje informativo, sino “performativo” (cf. n. 2). Esto significa que, desde el principio, la fe cristiana no puede estar confinada en el mundo abstracto de las teorías, sino que debe reflejarse en una experiencia histórica concreta que llegue al hombre en la verdad más profunda de su existencia. Esta experiencia, condicionada por las nuevas situaciones culturales e ideológicas, es el lugar que la investigación teológica debe valorar y sobre el cual es urgente entablar un diálogo fecundo con la Filosofía.

La comprensión del cristianismo como transformación real de la existencia del hombre, si por una parte impulsa la reflexión filosófica hacia una nueva aproximación a la religión, por otra la estimula a no perder la confianza en poder conocer la realidad. Por tanto, la propuesta de «ensanchar los horizontes de la racionalidad» no debe simplemente incluirse entre las nuevas líneas de pensamiento teológico y filosófico, sino que debe entenderse como la petición de una nueva apertura hacia la realidad a la que está llamada la persona humana en su uni-totalidad, superando antiguos prejuicios y reduccionismos, para abrirse también así el camino hacia una verdadera comprensión de la Modernidad.

El deseo de plenitud de la humanidad no puede desatenderse: espera propuestas adecuadas. La fe cristiana está llamada a hacerse cargo de esta urgencia histórica, implicando a todos los hombres de buena voluntad en la tarea. El nuevo diálogo entre fe y razón demandado actualmente no puede llevarse a cabo en los términos y modos con que se desarrolló en el pasado. Si no quiere quedarse reducido a un ejercicio intelectual estéril, debe partir de la situación concreta actual del hombre, y desarrollar desde ella una reflexión que recoja su verdad ontológico-metafísica.

Queridos amigos, tenéis ante vosotros un camino muy arduo. Ante todo, es necesario promover centros académicos de perfil elevado, en los que la Filosofía pueda dialogar con las otras disciplinas, en particular con la Teología, favoreciendo nuevas síntesis culturales idóneas para orientar el camino de la sociedad. La dimensión europea de vuestra reunión en Roma —provenís de veintiséis países— puede favorecer una confrontación y un intercambio seguramente fructuosos. Confío en que las instituciones académicas católicas estén dispuestas para crear verdaderos laboratorios culturales. También quiero invitaros a animar a los jóvenes a comprometerse en los estudios filosóficos, favoreciendo oportunas iniciativas de orientación universitaria. Estoy seguro de que las nuevas generaciones, con su entusiasmo, sabrán responder generosamente a las expectativas de la Iglesia y de la sociedad.

Dentro de pocos días tendré la alegría de inaugurar el Año paulino , durante el cual celebraremos al Apóstol de los gentiles; deseo que esta iniciativa singular constituya para todos vosotros una ocasión propicia para redescubrir, tras las huellas del gran Apóstol, la fecundidad histórica del Evangelio y sus extraordinarias potencialidades también para la cultura contemporánea. Con este deseo, imparto a todos mi bendición.