Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

San Pablo, el que entregó su vida
a la causa de Jesucristo

29 de junio de 2008


Publicado: BOA 2008, 230.


Benedicto XVI ha querido dedicar un año especial —año jubilar— al Apóstol san Pablo; comenzó el 28-6-2008 y llegará hasta el 29-6-2009. El Papa tiene en cuenta los aproximadamente dos mil años del nacimiento del Apóstol, alguien tan importante que ha sido llamado incluso «el primero después del Único» (Jesucristo). A aquellos que visiten en peregrinación la hermosa basílica romana de san Pablo Extramuros, debidamente purificados por la Penitencia y confesión de sus pecados y, alimentados por la Eucaristía, oren según las intenciones del Sumo Pontífice, se les concede indulgencia plenaria de la pena temporal por los pecados para sí o aplicarla por los difuntos. También en las distintas diócesis, con las mismas condiciones, en alguna celebración en honor de san Pablo, sobre todo los días de la inauguración solemne y en la clausura del Año paulino, se puede ganar el Jubileo. Por último, los fieles impedidos por enfermedad u otra causa grave, siempre con el corazón despegado de cualquier pecado y con el propósito de cumplir las condiciones habituales, podrán también ganar la indulgencia plenaria, con tal de que se unan espiritualmente a una celebración jubilar en honor de san Pablo .

Estamos ante la figura de un Apóstol que brilla como una estrella de primera magnitud en la historia de la Iglesia. Hoy sigue siendo «un vaso de elección», instrumento escogido por Dios para cosas grandes. Ciertamente, después de Jesús, san Pablo es el personaje de cuyo origen tenemos más información, en el libro de los Hechos de los Apóstoles y por sus mismas cartas, donde se nos revela su personalidad y su pensamiento. Judío que estudió a fondo la Ley de Dios a los pies del gran rabino Gamaliel, para él fue decisivo conocer a la comunidad de quienes se declaraban discípulos de Jesús, a los que se opuso, pues, en su visión, no ponían en el centro la Ley de Dios, sino la persona de Jesús. Algo inaceptable para él; incluso escandaloso. De ahí que sintiera el deber de perseguir a aquellos discípulos.

Pero «fue alcanzado por Cristo Jesús» (Flp 3,12), es decir, se encontró con el Resucitado, cambiando radicalmente su vida. Porque su conversión no fue el resultado de pensamientos o reflexiones, sino fruto de una intervención divina, de una gracia imprevisible. A partir de ahí, todo lo que antes tenía valor para él se convirtió, paradójicamente, según sus palabras, en pérdida y basura. Desde ese momento puso todas sus energías al servicio exclusivo de Jesucristo y de su Evangelio. Es una lección importantísima para nosotros: lo que cuenta es poner en el centro de nuestra vida a Jesucristo, de manera que nuestra identidad se caracterice por el encuentro, la comunicación con Cristo y su palabra. A su luz, cualquier otro valor se recupera y a la vez se purifica de posibles escorias.

Otra lección fundamental que nos da san Pablo es su pasión por el apostolado, por la misión evangelizadora, porque Cristo sea conocido por todos, sin complejos, sabiendo la grandeza y riqueza que viene sobre el que conoce a Cristo: es “buena noticia” para vivir de otro modo esta vida, sin esclavitudes y con esperanza, porque se sabe cuál es el sentido de la existencia. Quiero pedirle al Apóstol para los católicos españoles actuales, él que, según Rm 15,24, tiene el propósito de llegar hasta España (la Hispania romana), que el Señor nos comunique su pasión por comprender a Cristo y su misterio y nos haga ver la capacidad de la fe cristiana para afrontar la peregrinación de la fe en estos momentos cruciales para nosotros. Que seamos sus imitadores, como él lo es de Cristo (cf. 1Co 11,1).