Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta semanal

Una apuesta por hacer algo
que vale la pena

27 de julio de 2008


Publicado: BOA 2008, 335.


Estamos llegando al mes de agosto. Hemos vivido una semana fuerte en la vida de la Iglesia con la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en Sídney , vivida por algunos en aquella ciudad australiana; otros jóvenes de nuestra Diócesis se unieron a ella en Santiago de Compostela, vía satélite. También ha sucedido igual en distintos lugares de Europa, tan lejos de Australia. Yo he tenido ocasión de acercarme a ese tipo de encuentro de jóvenes en Lourdes, con motivo de nuestra peregrinación de enfermos. Todavía no conozco las palabras del Papa en la Vigilia y en la Eucaristía con los jóvenes. Pero estoy seguro de que serán un acicate para tantos católicos jóvenes que se empeñan en afirmar y vivir que ser joven cristiano, muy al lado de Cristo y de su proyecto salvador, merece la pena.

Sé que para algunos observadores católicos estas manifestaciones masivas de jóvenes significan poco y apenas les dan importancia: piensan que son esfuerzos baldíos de los obispos, y son calificadas en ocasiones de posturas poco evangélicas y más políticas (!). Para estos observadores, estas concentraciones no pasan de ser un espejismo, no una imagen real, una “movida eclesial”, ocasión para viajar; por otro lado, no representan a los jóvenes católicos, pues son un porcentaje exiguo en la masa de los católicos: son simplemente los “selectos”.

A mí, en verdad, estas opiniones no me sorprenden: las llevo oyendo más de veinte años; son observaciones que no pasan de ser puramente sociológicas. Pocas veces han vivido quienes las hacen una JMJ; no pueden percibir lo que suponen. Son, además, contradictorias. Por un lado, se critica su gigantismo; por otro, se dicen que son un porcentaje de selectos. ¿En qué quedamos? Sin embargo, no deseo entrar en discusión. He participado muchas veces en la JMJ desde Santiago en 1989. He estado con los jóvenes día y noche, caminando con ellos y sé lo que se vive allí.

Estoy persuadido de que son muchas las cosas que hay que emprender con jóvenes, de todo tipo, en parroquias, en pequeños grupos, en movimientos, de esta o de aquella manera. Todo menos quedarse lamentándose dando datos estadísticos y criticando sin hacer nada. Los que eso hacen no tienen probablemente ningún joven a quien ayudar. ¡Bendito sea Dios que se organicen todo tipo de iniciativas, de grupos pequeños y grandes grupos! Lo importante es que Jesucristo sea conocido, amado, seguido, con todo tipo de experiencias cristianas: de oración, de misión, de compromiso con los más desfavorecidos. Todo es bueno, si tenemos ganas de vivir la alianza del Señor, el Reino anunciado por Cristo, de transmitir la fe, de ofrecer algo más que “pan y circo”, de ayudar a salir de una situación que muestre sólo un horizonte deshumanizador.

Yo estoy feliz porque se haya celebrado la JMJ de Sídney, porque se celebre en Madrid en el 2011. Estoy feliz porque muchas parroquias hayan ofrecido campamentos en el campo o en la ciudad, porque algunos —Dios quiera que muchos— hayan descubierto lo bello y grande que es ser cristiano o pasen unos días sanos y buenos; estoy feliz por lo que hacen los padres, los educadores cristianos a favor de sus hijos y sus chicos y chicas. Todo menos ser agoreros de males. Estoy cansado de cierto escepticismo, saben ustedes. Comprendo lo difícil que es vivir la vocación cristiana, pero ¡merece la pena!