Consejo Presbiteral

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Acta

Asamblea Plenaria 2/2008

¿Cómo ser, los presbíteros,
discípulos y misioneros?

15 de diciembre de 2008


Publicado: BOA 2008, 510.


El lunes 15-12-2008, a las 10:30 h, se reunió la Asamblea Plenaria del Consejo Presbiteral en el Centro Diocesano de Espiritualidad. Se había convocado por carta a todos los miembros de este Consejo, formado por 40 presbíteros. En la anterior Asamblea, que tuvo lugar el 16-6-2008 , se había constituido este nuevo Consejo y su Comisión Permanente, y se había elegido nuevo Secretario. El verano trajo algún nuevo nombramiento y, por tanto, un nuevo miembro, D. José Bueno Losada, arcipreste de Rondilla-Norte, que sustituye a D. José Francisco Martín Rodríguez. Asistieron 34 miembros, justificándose los ausentes por enfermedad u otras razones personales o pastorales. Por deseo de D. Braulio se notificó por carta a todos los presbíteros de la Diócesis la convocatoria de esta Asamblea, el tema escogido y el orden del día.

La Comisión Permanente del Consejo se había reunido el día 1-10-2008 con el Sr. Arzobispo, determinando el tema para esta Asamblea: “¿Cómo ser, los presbíteros, discípulos y misioneros?” Se planteó una nueva fórmula de trabajo. Un ponente iluminaría la reflexión y orientaría el diálogo, proponiéndose al P. Adrián López, S. J.

Después del reparto de una carpeta con el material para esta Asamblea a todos los asistentes, comenzó el Consejo con unas palabras de saludo de D. Braulio; se rezó la Hora Intermedia y el secretario hizo la lectura del Acta de la anterior Asamblea, celebrada el 16-6-2008, que había redactado y firmado el anterior Secretario, D. Francisco Javier Mínguez Núñez. Aprobada por la Asamblea, el Secretario hizo público el agradecimiento por el trabajo diligente realizado durante los nueve años precedentes por D. Francisco Javier.

D. Braulio dirige a los asistentes unas palabras de presentación para situar el tema escogido en la Comisión Permanente: “¿Cómo ser, los presbíteros, discípulos y misioneros?”. El marco, dice el Arzobispo, es el Plan Pastoral Diocesano 2008-2012 que acabamos de iniciar. Sería muy importante que los presbíteros nos planteáramos cómo ser misioneros en esta sociedad que parece alejada de Dios; ¿somos misioneros o simples administradores de culto? Es muy importante analizar y ofrecernos ayuda para que las relaciones humanas entre los presbíteros sean más cálidas; quizá nos falta tensión espiritual. Para ayudarnos a la reflexión hemos invitado al P. Adrián López, S. J., presbítero que trabaja en Salamanca y ayuda a muchos sacerdotes, religiosos y seminaristas en sus crisis personales. Con otros jesuitas organiza cursos para ayudar a los superiores y formadores de religiosos. D. Braulio insiste al P. Adrián en lo que ya le había indicado cuando le invitó a hablar a este Consejo: que no fuera una conferencia, sino algo que ayude a mover esta tensión espiritual tan necesaria en la vida y misión de los presbíteros. Sería bueno que desde este Consejo se enviara una carta de aliento y ánimo a todos los presbíteros de la Diócesis.

Concluida la presentación de D. Braulio, el Secretario propone a D. Diodoro Sarmentero Martín como moderador de esta reunión; la Asamblea y él aceptaron.

Comienza el P. Adrián su primera intervención con unas claves antropológicas, para ir dando respuesta a la pregunta de esta Asamblea: ¿cómo ser discípulos y misioneros? Esta primera intervención tuvo dos partes.

En la primera, describió la situación espiritual de la vida del presbítero hoy. Se trata de que, en la situación actual, el presbítero pueda vivir su espiritualidad propia, que el papa Juan Pablo II volvió a describir en la Pastores dabo vobis. El presbítero necesita asumir e integrar en su vida esta espiritualidad, sobre todo los rasgos más interpelados por la sociedad. Hay un desajuste entre la oferta y la demanda. Se solicitan a la Iglesia servicios que se convierten en ritos sociales o tradicionales y el presbítero se siente utilizado. Él ofrece una cosa, pero la sociedad le demanda otra. Sabemos que esta situación es una gran fuente de sufrimientos. También es muy cuestionado por la sociedad el celibato. Se hace necesaria una comprensión antropológica y teológica del mismo que ayude a los presbíteros a vivir su sexualidad en su condición célibe de manera gozosa y plena.

Otro aspecto que marca la vivencia de la espiritualidad en la vida de los presbíteros es el trabajo, en algunos, excesivo, que impide el cultivo de la vida interior; en otros, escaso, de forma que su vida queda debilitada, sin alimento. Se hace necesario un equilibrio entre la vida interior y la exterior, entre la contemplación y la acción; redescubrir el sentido de la liturgia de la horas, las prácticas de piedad, la oración, la lectura, la reflexión, la estética, el descanso y el acompañamiento o dirección espiritual. La caridad pastoral que tiene su fuente en la Eucaristía da unidad y armonía a la vida de los presbíteros (cf. Presbyterorum ordinis, 14).

En la segunda parte, apuntó algunas notas para alentar la esperanza. Es necesaria una espiritualidad que pasa del optimismo a la confianza, que no brota del voluntarismo sino de la fe del que espera contra toda esperanza en Cristo, Esperanza de los hombres. Una espiritualidad que pasa del éxito a la fidelidad; el icono de esta espiritualidad es el siervo de Yahvé, Jesús, que aprendió sufriendo a obedecer. Una espiritualidad del servicio, de Cristo siervo que lava los pies y se entrega en la cruz. Una espiritualidad del hacer sosegado: Jesús no pretendió curar a todos los enfermos; no pueden olvidar los presbíteros que no todo depende de ellos. No es la cantidad de cosas que se hacen, sino la calidad, pues la pretensión es transparentar al Señor. Una espiritualidad acompañada que sostenga la autoestima del presbítero; socialmente no es valorado, muchas veces es rechazado, lo cual provoca en él un resentimiento. Necesita una buena relación con la comunidad cristiana, con los otros presbíteros y con el obispo. Una espiritualidad de espacios holgados para equipar la vida interior, dejar tiempo a la oración, a los ejercicios espirituales anuales. Una espiritualidad configurada por la condición célibe que comprende y asume el celibato. Una espiritualidad unificada por la caridad pastoral, que es la misma caridad de Cristo, que fluye como una fuente de la Eucaristía y del ejercicio del ministerio.

Concluida esta primera intervención, se abre un tiempo breve para un diálogo. Se habla de la actividad excesiva: se hace necesario decir en algunas ocasiones “no”. Ha de hacerse una jerarquía en las actuaciones, seleccionar nuestros trabajos. D. Braulio apunta que hay cosas que pueden hacer los laicos o los religiosos, y no necesariamente los presbíteros.

Después de un descanso, el P. Adrián tuvo una segunda intervención sobre la configuración del presbítero con Cristo, que se ha de entender como un proceso humano que tiende a la plenitud, a la plena configuración con Cristo, para lo que deberán tenerse en cuenta algunas claves antropológicas. La Pastores dabo vobis plantea una línea sistemática, el ideal al que hay que tender. Hay que tener en cuenta la condición humana, su fragilidad. Hay que hablar de la estructura de la persona en vocación, tener en cuenta las polaridades de la persona:

1. Una polaridad es lo cronológico frente a lo madurativo. El paso del tiempo no garantiza la madurez de la persona. La madurez se ve en tres dimensiones. La primera es la vida espiritual que se polariza entre la virtud y el pecado. La segunda es la dimensión humana que se polariza entre la normalidad y la patología. En esta hay que tener en cuenta la estabilidad en el trabajo, en las relaciones, en la sexualidad y en la capacidad de autotrascenderse, es decir, salir de sí mismo. Una tercera dimensión es la de los engaños, los afectos desordenados, algo que parece bien y no lo es. Aparecen en esta dimensión tres niveles de motivación humana:

  • nivel psicofisiológico: está en función de cubrir las necesidades primarias (comida, higiene, descanso, vestido...);
  • nivel psicosocial: entran en juego las relaciones con los demás, la valoración del ministerio y la vida del presbítero en la comunidad cristiana y en la sociedad. El presbítero ha de ser un maestro en el arte de la comunicación y la relación con los demás, sabiendo integrar el fracaso o la no aceptación de su misión como parte de la cruz, para no caer en un desequilibrio de la autoestima; y
  • nivel racional-espiritual: la persona trata de conocer la verdad, capta la profundidad de las cosas, puede hacer juicios, buscar la belleza para contemplarla.
  • Estos tres niveles están siempre presentes e interactúan. El primero y el segundo están supeditados al tercero.

    2. Otra polaridad es lo intelectual frente a lo afectivo, la comprensión intelectual de las cosas; por ejemplo, la humildad no supone su integración en lo afectivo, es decir, que se acepte ser humillado.

    3. Otra polaridad es lo espontáneo frente a lo libre. La reacción espontánea es infantil, entendida como un hacer por la simple apetencia. Hay que pasar a un hacer libre que tiende a cumplir un objetivo mayor; en el caso de los presbíteros, la configuración con Cristo, que no es, por tanto, algo espontáneo.

    4. Otra polaridad es un proceso lineal frente a uno quebrado. Para llegar al final hay que pasar por momentos de crisis; la desolación será compañera ocasional de este proceso que ayudará al presbítero a purificarse.

    Estas polaridades nos hablan de un proceso integral. También cabe la posibilidad de una falsa configuración con Cristo. Tal vez podamos tener asumido en qué consiste la configuración con Cristo en una comprensión intelectual, pero en la praxis podemos estar engañados y tener una configuración aparente, que se pone en marcha porque tenemos activado el mecanismo de la autocomplacencia; se busca la gratificación, se evita afrontar los problemas, o sólo se buscan las ventajas económicas; sólo tengo integrados algunos rasgos de la persona de Cristo con los que me identifico más y olvido otros.

    Después de esta intervención se plantea de nuevo un diálogo. Se valora por todos la exposición que ha hecho el P. Adrián, pero nos preguntamos cómo hacerlo llegar a todos los presbíteros de la Diócesis. Porque se percibe entre nosotros la dificultad para ser acompañados en la vida espiritual por el excesivo pudor que tenemos para hablar de estos aspectos más personales. Tal vez somos demasiado autónomos, individualistas. Don Braulio se pregunta cómo motivar en los presbíteros esa tensión espiritual tan necesaria, cómo animar a la participación en la formación permanente, en los retiros y ejercicios espirituales; consciente de las dificultades, cómo acompañar este proceso hacia la configuración verdadera y plena con Cristo, Cabeza y Pastor, Siervo y Esposo de la Iglesia.

    El P. Adrián apunta cuál puede ser la causa y el remedio: se ha perdido el amor primero, la relación con Dios, la praxis de la oración, la lectura espiritual... ya que las preocupaciones y la actividad nos comen el terreno.

    Después de la comida, el P. Adrián continuó la exposición. Esta tercera intervención la enmarca con el pensamiento de san Pablo: «No hago el bien que quiero y hago el mal que no quiero». Esto responde a una división estructural en la persona, entre el yo ideal que la persona quiere llegar a ser y el yo actual. La persona tiene una estructura (esqueleto) y un contenido (musculatura). Los contenidos son dos: por una parte, los valores naturales como la fortaleza, la capacidad de superación, y los trascendentes, como la unión con Dios, el seguimiento de Jesús; y por otra, las necesidades psicológicas. Éstas están en contraste con aquellos. Estas necesidades a veces son inconscientes. Hay dos grandes grupos: un primer grupo, que son disonantes con la vocación, como la agresividad, la dependencia afectiva, el exhibicionismo, el cuidado excesivo de la salud, el apego a la familia; otro grupo, que son necesidades neutrales, dependiendo de cómo se las integre en la vida: por ejemplo, ayudar a los demás puede ser negativo si se hace buscando la recompensa. Otras necesidades son la autoestima, la autoridad, la autonomía, el éxito pastoral que busca la eficacia, etc.

    Después de esta tercera intervención se plantea un trabajo en grupos con tres preguntas, seguido de una puesta en común:

    1. ¿Cuál de las carencias presentadas te parece que incide más en la vida del presbítero y por qué? ¿Puedes añadir otras carencias en nuestra situación actual como discípulos y misioneros? Se percibe que en nuestra vida de presbíteros hay un desequilibrio entre interioridad y exterioridad. Nos volcamos demasiado en lo exterior, en la acción, en detrimento del cultivo de la interioridad. También en la relación con los otros presbíteros prima la relación de trabajo, de lo que hay que hacer o de lo que hacemos, en detrimento de un diálogo más profundo, de la comunicación más personal, del cultivo de la oración en común, etc. Otro aspecto que incide mucho en nuestra vida de presbíteros es el desajuste entre lo que se nos demanda y lo que queremos ofrecer; se valora poco nuestro trabajo, se nos reclama pero se nos utiliza, nos tienen en cuenta pero sólo cuando les interesa, sobre todo porque los actos de culto muchas veces se convierten en actos sociales.

    2. ¿Cuál de los cuatro roles presentados en la relación del presbítero (amigos, hermanos, hijos, colaboradores) te resulta más difícil poder conciliar con otro? Ningún grupo respondió a esta pregunta, ya que no se entendió su formulación.

    3. ¿Qué estás haciendo tú y qué más se puede hacer para mejorar las relaciones del presbítero en esta triple dirección: hacia la comunidad cristiana, hacia la relación fraternal entre los curas y hacia la relación individual y grupal con tu Obispo? En lo que más se incidió fue en la necesidad de potenciar la relación entre los presbíteros, fomentando encuentros de oración, donde se fomente compartir, no tanto la actividad, lo que hacemos, sino nuestra vida personal. Fomentar los encuentros gratuitos, que potencien la convivencia, el estar juntos, sin la pretensión de que todos los encuentros sean de trabajo, programación, etc. Se constata la dificultad del encuentro entre presbíteros, que suplimos por los amigos o la familia. Es muy necesaria la espontaneidad de los encuentros; no todo tiene que ser programado o institucional.

    Para finalizar la Asamblea hubo dos informaciones:

  • Administración diocesana: D. José María Conde, Ecónomo diocesano, informó sobre la situación económica de la Diócesis y las campañas realizadas para informar a los fieles sobre la financiación de la Iglesia católica en España.
  • Centro de Orientación Familiar Diocesano (COF): D.ª Nieves González Rico, Directora, aludió a su inauguración hace mes y medio e informó de su funcionamiento y del servicio que ofrece a la Iglesia y a la sociedad. El COF es un servicio de la Diócesis de Valladolid a las personas y a las familias. Instó a los sacerdotes a ser sus principales divulgadores, y a encontrar en sus profesionales una ayuda en nuestro ministerio pastoral. Después respondió a algunas preguntas.
  • Finalmente se hizo una oración. Se invocó a la Virgen María, en su Inmaculada Concepción, para que vele, proteja y ruegue por todos los hijos e hijas de esta Archidiócesis de Valladolid.

    Con unas palabras de saludo y agradecimiento al P. Adrián y a todos los asistentes, D. Braulio cerró esta Asamblea del Consejo Presbiteral a las 18 h, de lo cual doy fe como Secretario.

    Jesús Fernández Lubiano, Secretario