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Crónica

XXV Semana de la Familia en Valladolid 2009

25 años haciendo historia

9 de febrero de 2009


Publicado: BOA 2009, 17.


  • Crónica
  • 2. Intervención del Arzobispo
  • 3. Intervención del Arzobispo Emérito: Algunos indicadores en el camino de la pastoral familiar de la Archidiócesis de Valladolid

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    A lo largo de los últimos veinticinco años se ha venido celebrando la Semana de la Familia en nuestra Archidiócesis de Valladolid. Fue en 1983 cuando comenzó su andadura con el lema “La familia viva” ; desde entonces, sólo dos años, en 1988 y 1990, no se ha celebrado. Aunque han pasado muchas cosas durante estos años en España y en el mundo, la familia sigue siendo una célula viva en la sociedad y en la Iglesia.

    De ahí que, en esta su vigésimoquinta edición, hemos querido recordar para dar gracias con el lema “25 años haciendo historia”. Un lema que habla del camino recorrido, sin detenernos en nostalgias o lamentos; no nos hemos dejado contaminar por el «cualquier tiempo pasado fue mejor». Sencillamente hemos querido reconocer la herencia valiosa que hemos recibido y continuar el trabajo para conservarla y acrecentarla.

    Sólo el primer día, lunes, 9-2-2009, en la habitual Sala Borja de Valladolid, quisimos conmemorar las veinticinco ediciones de la Semana de la Familia. En la mesa D. José Delicado Baeza, arzobispo hoy emérito, entonces iniciador e impulsor durante muchos años, nos recordó los inicios y las líneas de la pastoral familiar en la Diócesis. El primer delegado de Familia, Carlos Martín Manjarrés, ya fallecido, fue recordado por Gonzalo y Pilar, matrimonio que trabajó con él en los inicios. También estuvieron en la mesa los que fueron delegados de Familia, P. Manuel de la Fuente, O. P., y P. Luis Gaya, O. F. M., que aportaron sus recuerdos. Presidía la mesa D. Braulio Rodríguez Plaza, que dirigió unas palabras de saludo acompañado por el actual delegado de Familia y Vida, Jesús Fernández Lubiano, que presentó esta edición vigésimoquinta, en la que se ha querido conmemorar los cuarenta años de la Encíclica Humanae Vitae de Pablo VI. La sala estaba llena de un público fiel. Después de la proyección de imágenes de estos cinco lustros preparada por la Delegación de Medios de Comunicación, y de la foto de “familia”, dimos por concluido el acto.

    2. Intervención del Arzobispo

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    Saludos muy cordiales para todos.

    Una de las sorpresas agradables de mi llegada a Valladolid desde Salamanca fue encontrarme con una estupenda Semana de la Familia, que organizaba la Delegación diocesana de Familia y Vida, cuyas ponencias o mesas redondas tenían en la Sala Borja una muy aceptable presencia de público y un vivo debate tras las mismas. Había trabajado yo en la CEE en la Subcomisión de Familia y Vida de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar, unos cuantos años, desde 1991, y seguí de cerca los pasos de dicha Subcomisión, puesto que de esa Comisión Episcopal fui seis años Presidente. Ese trabajo me ayudó, como obispo, tanto en Osma-Soria como en Salamanca, no sólo a profundizar en el valor de la familia como tema de reflexión y de acción pastoral, sino también a afrontar unos retos que siguen muy vigentes en el horizonte de la sociedad española y en la pastoral diocesana.

    Hoy damos inicio a esta XXV Semana con este álbum familiar, y, gracias a Dios, nuestra alegría es la alegría de los hermanos que se reúnen, la alegría de la familia, de los distintos miembros del Pueblo de Dios, obispos, sacerdotes, personas consagradas y, sobre todo, fieles laicos, muchos de los cuales sois matrimonios, esposos y esposas, familias, esa célula vital de la Iglesia y de la sociedad.

    Nuestro recuerdo agradecido a tantas personas que han trabajado fuerte en la confección y desarrollo de estas Semanas: a don José Delicado Baeza, nuestro arzobispo, emérito, pero con mucho mérito; a los que en estos años habéis trabajado en la Delegación de Familia y Vida (los delegados, y matrimonios de los distintos movimientos familiaristas); a los ponentes. Y a todos los que, año tras año, habéis asistido a las Semanas porque el tema os interesa. Nuestro recuerdo agradecido se dirige también al papa Juan Pablo II: él indicó a la familia como primero y principal camino de la Iglesia, instituyó los Encuentros Mundiales de las Familias, del que se ha celebrado ya el sexto . Tuve la oportunidad de participar activamente en tres de ellos.

    ¿Qué deciros, hermanos, en esta ocasión? Repetir una verdad que, por desgracia, no tienen en cuenta nuestros responsables políticos y sociales como debieran. Unos porque han cometido la torpeza de definir a la familia como «familia tradicional». Huid de esa nomenclatura de los que gustan de enumerar «tipos de familia»: hay trampa en ello. Otros porque parecen tener miedo de seguir defendiendo la familia como realidad indispensable para una sociedad medianamente humanizadora. ¡De cuántos males se puede librar a la sociedad sólo con tener en cuenta sencillamente a esta institución natural para el ser humano, y la verdad que encierra! ¿A qué verdad me refiero? A ésta: la familia es la escuela más eficaz de humanidad y de vida cristiana, que transmite los valores humanos y cristianos, en definitiva, los derechos humanos, según su modo, propio y peculiar. Para ello la familia se basa en el ejemplo y en el testimonio, en la experiencia y en el ejercicio cotidiano, tal vez abandonado por muchas familias hoy. Digo esto porque los valores y las normas no tienen su fuerza en el plano de la teoría (todos somos muy buenos teóricos). Esos valores y normas no valen mucho si son percibidos como una imposición; valores y normas son interiorizados como exigencia de vida personal casi solamente en la familia, y como verdad que hace auténticamente libres, esto es, felices, de modo que se convierten en energías espirituales y virtudes. Quienes desean y defienden esta manera de vivir son tachados de antiguos y reaccionarios.

    Pero tal vez ha llegado el momento en que hemos de vivir las cosas esenciales de la vida humana sin tener en cuenta a la opinión pública, que tantas veces deforma la realidad. Os invito a vivir de una certeza: la familia es un gran bien para la persona y para la sociedad. ¿Que chillan algunos, diciéndonos que hay muchos tipos de familia? «¿Chillan? Luego cabalgamos, Sancho». Ciertamente que desde la fe cristiana —que no es tan diferente de otros modos humanos de ver las cosas— percibimos con una luz especial que la familia es un maravilloso don de Dios, un don que por el error y el pecado de nosotros, hombres y mujeres, frecuentemente oscurecemos y deformamos, pero que la gracia de Cristo cura y renueva continuamente.

    Ahí está nuestra fuerza: en proclamar el evangelio de la Familia, y la familia cristiana como buena noticia; no solamente como un ideal, sino sobre todo como algo real, verificado y verificable en muchos hogares en los que se percibe tangiblemente la presencia de Cristo. No olvidéis que aquella promesa de Jesús, «Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos», se cumple sobre todo en la familia cristiana, reunión de dos o más, donde se entrevé un reflejo de Dios, unidad perfectísima de tres personas, de Dios en su misterio más íntimo.

    Todos somos conscientes, sin embargo, de que la misión formadora de la familia encuentra hoy gravísimas dificultades. Hace poco más de un año que Benedicto XVI, en una carta a la Diócesis de Roma , habló de una «emergencia educativa» y de fractura de generaciones, debido a la confluencia de varias causas, pero sobre todo a la difusión del relativismo que insinúa la duda respecto a la verdad y el bien. Cuando esto sucede, ¿qué pasa? Sencillamente que se minusvaloran las certezas esenciales, se hace difícil transmitir de una generación a otra reglas de comportamiento, objetivos creíbles, en torno a los cuales construir la propia vida. Muchas veces vemos este problema plasmado en la dificultad de transmitir la fe, pero si no se tiene en cuenta que la persona humana es un todo, fomentamos el dualismo y la incapacidad de unir vida y fe, fe y cultura. Lo cual es un desastre.

    ¿Por qué crece el malestar existencial y social entre nosotros? Por las mismas causas: no hay certezas que creen valores por los que luchar. La exigencia, pues, de una educación global, no por partes, se impone, hermanos. Y eso no lo hacen solamente los colegios, aunque sean de la Iglesia, ni solamente la catequesis parroquial, aunque sea tan necesaria. Esa educación parte de lo más íntimo de los niños, muchachos y jóvenes, y ahí llega la familia (sobre todo, los padres) de una manera única e irremplazable.

    ¿No aprovecharemos la oportunidad para hacer emerger entre nuestras familias un intenso deseo de unirnos para ello y hacer frente a esta emergencia educativa? Dios no lo permita, hermanos, porque nosotros no lo permitamos. Tenéis inteligencia, creatividad, amor y perseverancia suficientes como para, confiando en la gracia de Dios y en las exigencias profundas del corazón humano, crear nuevas estructuras que se enfrenten a esa razón secular, que no ve más allá de una vida sin perspectivas, sin horizontes, que sólo puede ofrecer “espectáculo” o sensaciones placenteras transitorias.

    A este modo de vida que no educa, que enreda y no orienta a lo bello, bueno y verdadero, sólo podemos oponernos desde la novedad radical del cristianismo: retornar al centro —no estamos hablando del centro político, vía intermedia entre la izquierda y la derecha—, que es el don mediante el cual el Dios trino se da a sí mismo a través de Cristo en la creación y en la redención, un don que se da hoy en la comunión de la Iglesia, un don que constituye el auténtico significado de toda realidad, de tal forma que reconoce a Jesucristo como “el corazón del mundo”. ¡Vamos a por él!

    3. Intervención del Arzobispo Emérito: Algunos indicadores en el camino de la pastoral familiar de la Archidiócesis de Valladolid

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    En la celebración de las bodas de plata de la Semana de la Familia, cabe destacar los siguientes referentes significativos situándolos cronológicamente:

    Año 1978: “Orientaciones sobre pastoral matrimonial y familiar” (Carta a los sacerdotes, comunidades parroquiales, movimientos apostólicos, Movimiento Familiar Cristiano, etc.)

    1. Problemas de pastoral sacramental: La liturgia es un lugar privilegiado para experimentar y manifestar lo que es la Iglesia, fuente de vida y también campo para la acción catequética y pastoral. En una situación de cambio sociopolítico hacia un contexto de amplias libertades en todos los órdenes, frente a las nuevas exigencias e interrogantes, es menester revisar lo que se viene haciendo en este plano, para ofrecer un servicio evangélico y lúcido en esta función pastoral. Ello plantea el problema de las condiciones y compromiso cristiano que implica la recepción de los sacramentos y su misma celebración... Por eso, estos aspectos afectan tanto a los que los solicitan como a los responsables de la pastoral sacramental, para que esta celebración no sea un gesto banal, carente de sentido, sino una auténtica celebración eclesial con toda la plenitud de significado y la eficacia salvífica que comporta.

    2. El matrimonio y la familia hoy: a) Problemas pastorales; b) Exigencias personales y comunitarias.

    3. Preparación para el matrimonio y pastoral familiar: Cada parroquia debería procurar tener con los contrayentes encuentros personales, encuentros de grupos, cursillo prematrimonial, intento de continuidad en una buena planificación de pastoral familiar. Esta acción prematrimonial ha de tener esa continuidad en un servicio postmatrimonial: reuniones con otros matrimonios, iniciación en equipos matrimoniales, inserción en movimientos apostólicos, participación en actividades parroquiales, responsabilidades concretas de los más capacitados en la formación de nuevos contrayentes, actividades litúrgicas, catequísticas, celebraciones festivas, participación en la escuelas de padres, etc. Para todo ello hay que contar con servicios y responsables en todos los niveles, diocesano, arciprestal-zonal y parroquial.

    4. Por eso se hace necesaria la creación del Centro Diocesano de Pastoral Familiar, que sea el lugar de convergencia de todos los responsables que trabajan en este campo, con irradiación progresiva. Todo ello requiere una buena preparación doctrinal de los diversos agentes y un gran deseo de progresar en la vida cristiana para ofrecer un testimonio gozoso de la misma.

    Año 1979: Pleno del Consejo Presbiteral del 4 y 5-6-1979 ; “Directorio Pastoral de preparación al matrimonio”, aprobado por el Consejo Presbiteral :

    I. Introducción

  • Necesidad de actualización.
  • Tarea de todos (impulsar el perfeccionamiento del matrimonio como comunidad humana y eclesial).
  • Mayor profundización (en la nueva situación sociorreligiosa).
  • El Directorio es una parte de un plan pastoral de conjunto.
  • II. El Matrimonio como realidad humana y cristiana

  • Descubrir los valores de la relación conyugal.
  • Maduración progresiva por el diálogo.
  • El amor de Cristo a su Iglesia (es el matrimonio humano pero vivido en el Señor).
  • El matrimonio, signo visible del amor (alianza desde el bautismo y la gracia de un nuevo sacramento).
  • La comunidad cristiana en actitud de servicio.
  • III. Fe y sacramento del Matrimonio

  • Los sacramentos suponen la fe (necesidad de la conversión y vida cristiana).
  • Tener en cuenta la fe inmadura del adulto (por no asumirla o por rechazarla).
  • Pluralidad de situaciones de fe (en relación con su comportamiento)
  • IV. Actitudes pastorales ante las diversas situaciones de fe

  • Establecimiento de criterios.
  • Condición básica e indispensable.
  • Tres niveles fundamentales (personas de fe viva, adulta y madura; otras de fe ambiental o sociológica; y las que han perdido la fe o ésta no influye en su vida).
  • Personas incapaces para recibir el sacramento.
  • Casos de fe muy dispar entre novios.
  • Respeto ante todas las situaciones sin renunciar a la verdad eclesial.
  • V. Preparación de la celebración del sacramento

  • Tarea de años.
  • Ambiente social adverso.
  • La familia.
  • La Iglesia (itinerario catequístico y sacramental, comunidad acogedora, parroquia, otras instituciones educativas).
  • Preparación próxima (Planificación conjunta, objetivos pastorales, ayudar a los novios a conocer y a vivir con alegría en el compromiso cristiano, incluso el del testimonio).
  • Medios posibles de utilización (Catequesis, cursillos, equipos de novios, grupos de matrimonios, marcos de integración asociativa, etc., en clima de diálogo, sinceridad y amistad).
  • Expediente matrimonial, preparación de la celebración, camino ulterior.
  • Conclusión: para la eficacia de este Directorio, como instrumento pastoral, debe someterse a una revisión periódica.

    Año 1980: “El matrimonio en el próximo Sínodo de los Obispos” . Hago un análisis de perspectivas con nuestra colaboración: en el periodo preparatorio, en la nueva fase con el Instrumentum laboris, tomando conciencia de la situación del matrimonio en una nueva crisis histórica, con la necesaria reflexión apuntando soluciones eclesiales en el contexto de las expectativas y sugerencias, sugiriendo finalmente la necesidad de un “Directorio de Pastoral Familiar”, teniendo en cuenta el magisterio del Papa y de la Conferencia Episcopal, y nuestro trabajo y la situación diocesana en este campo de atención a la familia.

    Los temas del Sínodo sobre la familia en los aspectos más destacados que pudieran incidir en España. Preguntas en una entrevista a la que respondí: «En el aspecto pastoral: En la preparación al matrimonio, remota, próxima e inmediata, con el debido discernimiento; el acompañamiento a la familia para que se haga cada vez más consciente de su misión y asuma sus responsabilidades en la Iglesia y en la sociedad, además de otras aclaraciones doctrinales y estímulos para la familia que quiera ser verdaderamente cristiana y cumplir su misión hoy». Pero el periodista insistió: «¿Puede decirse que algunos aspectos de la reforma política española han traído tan grandes presiones contra la familia española que puedan hacerla desaparecer?» Respondí: «Hacerla desaparecer, por supuesto que no. Es una institución necesaria para el hombre, para el desarrollo biológico, psicológico y moral de la persona humana. El Vaticano II dice que, a pesar de las dificultades y tormentas que ha tenido que sortear, como institución básica, hogar de maduración de la intimidad de las personas en el amor y en la iniciación de la vida de relación, ha podido superar todos los huracanes y sobrevivir a todas las crisis de civilización. Pero determinadas leyes pueden perjudicarla seriamente. En este Sínodo de los Obispos sobre la familia se dijo que el Estado que la lesiona se vulnera a sí mismo» .

    Año 1981: Exhortación Apostólica Familiaris consortio de Su Santidad Juan Pablo II, sobre la misión de la familia cristiana en el mundo actual (22-10-1981). La Iglesia siempre ha tenido un profundo interés por la familia, y una señal destacada ha sido la celebración de este Sínodo de los Obispos, celebrado en Roma desde el 26-9 hasta el 25-10-1980 . dice al comenzar la exhortación, porque este Sínodo fue una continuación natural de los anteriores: «En efecto, la familia cristiana es la primera comunidad llamada a anunciar el Evangelio a la persona humana en desarrollo y a conducirla a la plena madurez humana y cristiana, mediante una progresiva educación y catequesis».

    Es un verdadero tratado sobre el particular, fruto de este Sínodo en el que me tocó la suerte de haber participado. Hay luces y sombras en la familia de hoy; entre éstas, las rupturas matrimoniales, las uniones civiles de los cristianos bautizados, las uniones libres, la recepción del sacramento del matrimonio sin la conveniente preparación personal, el rechazo de las normas morales, etc. Por eso, nuestra época tiene especial necesidad de sabiduría. Ya había dicho el Vaticano II que «el destino del mundo corre peligro si no se forman hombres instruidos en esta sabiduría». No se trata sólo de estar informados o de saber cosas, sino de una actitud profunda de la persona ante la vida; esto implica el ejercicio de la conciencia moral, la experiencia de Dios y la estima de los valores trascendentes junto a la continua reeducación en el amor con el diálogo como factor de convivencia. Un hogar en donde no reina este amor es más un conglomerado que una comunidad. Todo ello, si ha de tener un sentido cristiano, se deriva, como dice la exhortación, del «sentido sobrenatural de la fe» que alimenta la verdad de Cristo, no siempre coincidente con la opinión de la mayoría.

    No es que se haya de concluir que todo está reglado y obedece a mecanismos fáciles en este campo. No; la vida, además de una fluida y bonancible alegría, es también afrontamiento de riesgos, aventura y, con frecuencia, lucha ardua. Sin estas variantes, se impondría quizá la rutina y la monotonía del deber frío; pero sin la perseverancia en la entrega, no habría alianza verdadera y, en definitiva, amor que trasciende la sensualidad, el sentimiento pasajero y el capricho. Sin esta peripecia y recreación diaria del amor, el matrimonio y la familia no serían el lugar de una verdadera historia y de una esperanza en común; pero con estas actitudes positivas, estimuladas por la gracia, llegan a ser verdaderamente un trozo de la historia de salvación que acontece en el hogar.

    Año 1982: Naturaleza y fines de la Delegación de Pastoral Familiar : Es un sector de la pastoral de la diócesis que reúne a las personas que trabajan al servicio de la familia cristiana, para que ésta, ya en el proceso de su formación y en su constitución (al contraerse el matrimonio), y a lo largo de la vida, pueda responder a su vocación y misión cristiana en el mundo según los designios de Dios. Su finalidad se inspira en la parte IV de la Familiaris consortio, según el principio que se establece en el inicio de este capitulo: «La Iglesia acompaña a la familia cristiana en su camino». Por eso hay que distinguir los tiempos, las estructuras y los agentes de la pastoral familiar (obispo y presbíteros, religiosos y religiosas, laicos especializados, destinatarios y agentes de comunicación social, etc.). Según esta finalidad, habrá que descubrir los objetivos concretos en programas de acción, a fin de que estos servicios sean reales, puedan crecer y perfeccionarse en amplitud y calidad.

    Las asociaciones, movimientos y grupos familiares de diversa índole relacionados de algún modo con el matrimonio y la familia (en nuestra diócesis son muy variados) han de hacerse conscientes de la común vocación y misión para trabajar apostólicamente en este sector. Por eso, conservando cada movimiento su propia identidad, ha de buscarse una plataforma común de coordinación de aspiraciones y esfuerzos, de modo que se pueda enriquecer su propia acción apostólica y hacer más fecunda su presencia en la diócesis al servicio de la familia en las distintas acciones.

    El delegado diocesano de Pastoral Familiar tendrá como misión, en nombre del Arzobispo, promover todos estos servicios con las correspondientes estructuras y personas necesarias, procurando su organización y coordinación, expansión y perfeccionamiento, en un clima de corresponsabilidad y fraternidad apostólicas con los matrimonios y las familias, que son los verdaderos agentes y protagonistas de esta acción pastoral.

    Año 1983: “El nuevo Código de Derecho Canónico y la familia”. En esta carta pastoral recordaba con el Papa que la familia es el lugar donde la persona humana es amada por sí misma. Si el ser humano desde sus primeros momentos tiene tanta necesidad de afecto protector como del aire que respira, ya se vislumbra lo que será un clima contrario de indiferencia y egoísmo: una carencia que dificulta radicalmente la viabilidad armónica de la persona humana. Si la demolición del hogar fuese un objetivo programado intencionadamente, sería el colmo de la perversión.

    Por aquellas fechas podría añadir: «La familia española es todavía, en su conjunto, una de las mejor constituidas en el mundo. No está bien vanagloriarse de nada, porque todo lo humano es frágil y puede estar amenazado. Pero si de algo pudiéramos estar satisfechos los españoles, sería justamente de este legado familiar que nos hicieron nuestros padres». Y añadía, sin embargo, que estos valores se pueden ir debilitando hasta dilapidarse en la atmósfera cultural de los medios de comunicación social y de los poderes políticos y de diversa índole que intentan arrebatárselos. Gran responsabilidad histórica la de quienes hasta estos extremos pueden manipular al pueblo, aunque sea haciendo que se resquebrajen sus convicciones lenta y casi insensiblemente. Pero asimismo, grave ceguera de la misma familia española si no advierte este peligro y no se defiende contra sus depredadores.

    La Iglesia es consciente de esta amenaza que se cierne sobre la familia en todas las partes del mundo. Por eso, en la nueva codificación del Derecho Canónico insiste en la protección eficaz de la familia cristiana: los cánones que se refieren a la preparación del matrimonio suponen uno de los cambios más profundos y significativos de la nueva legislación eclesiástica en este sector. La atención pastoral a los futuros esposos; su formación y preparación (remota, próxima e inmediata); la misma celebración litúrgica y hasta la ayuda permanente a los matrimonios ya constituidos, «para que, manteniendo y defendiendo fielmente la alianza conyugal, lleguen a una vida cada vez más santa y más plena en el ámbito de la propia familia», son valores que se quieren promover, incluso desde una difícil formulación jurídica, por su propia importancia intrínseca y por su repercusión social. Dependerá de las diócesis y de las propias comunidades parroquiales el que estos servicios, que se han de prestar por imperativo de la ley, se comprendan desde una estima personal y con una valoración comunitaria, de manera que sean lo más eficaces posible y progresen en extensión y profundidad. Por eso recordaba en esta carta: «La Delegación Diocesana de Pastoral Familiar ha surgido con este propósito de servicio y coordinación diocesanos, incluso con el deseo de hacer presente en la opinión pública la importancia que tiene para el pueblo, para el crecimiento armónico del individuo y de la convivencia, una familia bien constituida».

    Primera Semana de la Familia en Valladolid. Organizada por la Delegación Diocesana de la Familia, con la colaboración de los movimientos familiares cristianos, se celebró del 7 al 12-11-1983. Los actos comunes tuvieron lugar en la Sala Borja. Junto a la Delegación Diocesana de la Familia han colaborado en la organización los distintos movimientos cristianos matrimoniales de la diócesis: Movimiento Familiar Cristiano, Matrimonios ACIT, Equipos de Nuestra Señora, Encuentro Matrimonial, Centro de Estudios de la Familia (CESFA) y Federación de Asociaciones de Padres y Alumnos. La Semana tenia como lema “La familia viva”. Por eso afirmó el delegado diocesano de la Familia, el canónigo Carlos Martín Manjares, como organizador, que no iba contra nadie, sino, como el titulo indica, a favor de la vida. Los conferenciantes eran personas acreditadas para desarrollar los distintos aspectos de este interesante programa.

    De la acogida dispensada por los vallisoletanos a los actos programados —dice el acta— habla elocuentemente el hecho de que tanto la sala de conferencias como la Catedral Metropolitana se quedaron pequeñas para albergar al público. En algunos casos fue necesario instalar una pantalla gigante de video para que los asistentes pudiesen seguir el desarrollo de los actos desde otro salón.

    Celebré la misa de clausura subrayando lo que decía el Salmo: «El Señor ha estado grande con nosotros... y estamos alegres». E invitaba, como pastor de esta parcela de la Iglesia, a trabajar por una familia ensanchada por el amor fraterno a todos los hijos de Dios, reconciliada hacia dentro y reconciliada hacia fuera, en sintonía con la enseñanza iluminadora del Sínodo recientemente clausurado.

    Por todo ello, recibí de la Santa Sede el siguiente telegrama: «Con motivo de celebrar Archidiócesis de Valladolid Primera Semana de la Familia Cristiana, Santo Padre desea congratularse por esta iniciativa y enviar a Vuestra Excelencia, organizadores, dirigentes y participantes todos un afectuoso saludo. A su vez formula fervientes votos hechos plegaria ante el Señor para que estas jornadas de reflexión constituyan un renovado estímulo a revisar en los hogares conciencia, valores cristianos, basados en comunión de fe y amor, buscando asimismo superación dificultades en decidida actitud de responsabilidad moral y confiada docilidad enseñanzas Iglesia. Con estos deseos e invocando luces divinas sobre semanistas y entero pueblo fiel vallisoletano, impárteles implorada bendición apostólica» (Cardenal Casaroli).

    La excepcional acogida e impacto producido —termina el acta— han estimulado a la Delegación Diocesana de la Familia y demás organizadores a que tenga continuación en años sucesivos. Entre otras actividades, el recuerdo actúa en el Día de la Familia, con diversas consignas anuales y las oportunas catequesis en los medios de comunicación social.

    Año 2000: El papel de la familia . En una encuesta juvenil por estas fechas, el 70% de los jóvenes consideran la familia como el valor más importante en su vida. Valor que, al estar por encima de todos los demás, muestra la persistencia que tiene la familia en el proceso de socialización de los jóvenes. Pero, cuando se ahonda en las motivaciones, no dejan de aparecer éstas: el 50% reconoce que no sale de la casa paterna porque les es más cómodo vivir así; el 69% confiesa que consigue de sus padres casi todo lo que quiere. De ahí surge la sospecha de que esta alta estima del hogar familiar esté muy relacionada con las ventajas utilitarias y hasta con el consumo y el ocio, que alcanzan también altos índices de estima.

    Si todo esto se relaciona con la relativamente reciente encuesta europea sobre valores morales, que concluía: «La familia española, la que menos valores transmite en Europa», ante esa adhesión tan grande por parte de los hijos como ámbito vital preferido, habría que preguntarse también qué clase de socialización educativa es la que transmite la familia. Porque si el resultado que se desprende del Grupo Europeo de Estudio del Sistema de Valores nos habla de esta falta de comunicación de valores, esta situación se puede atribuir, en partes proporcionales, a su propia carencia, a permisividad, o a impotencia de la misma familia, dadas las influencias socializadoras del medio ambiente. La reflexión y las conclusiones a las que se pueda llegar son realmente importantes, por no decir graves.

    Atención más viva a la familia y a la juventud . He aquí una necesidad amplia y profundamente sentida en nuestra comunidad diocesana que han propuesto una vez más los distintos consejos de participación para el Plan Pastoral 2000-2003. Los jóvenes corren el riesgo en nuestra sociedad de ser uno de los sectores más alejados de la comunidad eclesial, no sólo de las prácticas, sino también de la misma estima de los valores religiosos. Y esto no esta en contradicción con la convicción de que la juventud ha de ser una fuerza más necesitada y potencialmente más fuerte de la verdadera renovación de la vida y de la vivificación testimonial de la familia y de los mismos jóvenes. Pero éstos necesitan comunidades de referencia para encontrar a Cristo vivo. Es decir, una formación que tenga experiencias comunitarias compartidas con Jesucristo, para sentir la vida cristiana como llamada suya a la misión y a ser testigos de alegría y esperanza.