Arzobispo
Ricardo Blázquez Pérez

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Carta

Día de la Iglesia Diocesana 2011

13 de noviembre de 2011


Temas: Iglesia (naturaleza y renovación).

Publicado: BOA 2011, 420.


Desde hace años venimos celebrando el Día de la Iglesia Diocesana. Es una oportunidad para profundizar en el sentido de la diócesis, para participar más intensamente en su vida y misión, y para acrecentar la solidaridad con sus necesidades. La Iglesia es al mismo tiempo local y universal; está presente en cada Iglesia particular y se extiende por todo el mundo. Consiguientemente, no podemos prescindir de la diócesis huyendo a una genérica Iglesia universal ni encerrarnos en la diócesis como en una especie de gueto aislado. El verano pasado hemos tenido la gozosa experiencia de compartir la fe en Jesucristo y la pertenencia a la misma Iglesia con cristianos procedentes de unos treinta países. En todos los rincones de la tierra tenemos hermanas y hermanos de la familia de la fe.

El papa, obispo de Roma y Sucesor de Pedro, es el fundamento visible de la unidad de la Iglesia universal; y el obispo en su diócesis, en comunión con el Pastor de la Iglesia universal, es el fundamento visible de la unidad de su Iglesia particular. Por eso, cada obispo representa a su Iglesia local, y todos juntos con el papa representan a toda la Iglesia en el vínculo de la paz, del amor y de la unidad (cf. Lumen gentium, 23) . Nuestra Iglesia de Valladolid está llamada a acrecentar su vida de fe, esperanza y amor; a predicar el Evangelio, celebrar los sacramentos y ejercitar la caridad; a vivir en comunión con las demás Iglesias y particularmente con la Iglesia de Roma presidida por el papa; a promover la transmisión de la fe con un renovado impulso apostólico en nuestra situación concreta.

Benedicto XVI viene insistiendo en que la prioridad pastoral de la Iglesia es hablar de Dios y suscitar la fe. El anuncio de Dios y la respuesta de los hombres por la fe y la conversión constituyen la tarea fundamental de la Iglesia. En el marco del Día de la Iglesia Diocesana, me permito recordar algunos subrayados del Papa en su viaje a Alemania, que son también muy pertinentes para nosotros.

La Iglesia es comunidad de fe, esperanza y caridad constituida en el mundo y existente a lo largo de la historia como una sociedad visible y organizada. Con palabras tomadas del Nuevo Testamento y del Concilio Vaticano II podemos decir que la Iglesia es en medio del mundo el Nuevo Pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo y el Templo del Espíritu Santo. No es una asociación humana entre otras dentro de la sociedad. Procede de Jesucristo, que está presente en ella hasta el fin del mundo y cuya misión salvífica prolonga. El sentido más profundo de la Iglesia consiste en hacer presente a Jesucristo, en abrirnos al encuentro personal y comunitario con Dios, y en sembrar en nosotros la semilla de la vida eterna. José Luis Martín Descalzo escribió que la Iglesia, como las vidrieras de una catedral, debe ser contemplada desde dentro e iluminada por el sol. Las siguientes son palabras del Papa en Alemania: «Con la Iglesia y en la Iglesia podemos anunciar a todos los hombres que Cristo es la fuente de la vida, que Él está presente, que Él es la realidad que buscamos y anhelamos. Quien cree en Jesucristo tiene futuro» (Homilía en Berlín, 22-9-2011) .

Continúa el Papa describiendo la actitud de algunos ante la Iglesia: «miran a la Iglesia quedándose en la apariencia exterior. De este modo, la Iglesia aparece únicamente como una organización más en una sociedad democrática, a tenor de cuyas normas y leyes se la juzga. Si a esto se añade también la experiencia dolorosa de que en la Iglesia hay peces buenos y malos, trigo y cizaña, y si la mirada se fija solo en las cosas negativas, entonces ya no se revela el misterio grande y bello de la Iglesia». Es verdad; en la Iglesia, como en nuestras familias, hay fallos, pero no deja de ser la familia de la fe, la morada especial de Dios, el ámbito de la salvación. Podemos vivir gozosos y serenos en la Iglesia reconociendo que todos nosotros somos pecadores, que la misericordia de Dios no tiene límites, que su Espíritu nos mueve siempre a la renovación. Busquemos la renovación de la Iglesia no según nuestros ideales, sino siguiendo los caminos de Dios. ¡Cuántas veces nuestras insatisfacciones y desencantos proceden del incumplimiento de nuestros proyectos! Participemos en sus trabajos, sufrimientos y esperanzas, con humildad y sin acusarla despiadadamente. Demos gracias a Dios, que continúa teniendo paciencia con todos nosotros. Viviendo y sufriendo con la Iglesia podemos contribuir a su auténtica renovación.

Con gran lucidez dijo el Papa en el Viaje pastoral a su tierra: «La verdadera crisis de la Iglesia en el mundo occidental es una crisis de fe» (Encuentro con el Consejo del Comité Central de los Católicos, 24-9-2011) ; por eso urge ante todo «una renovación que puede llevarse a cabo solamente mediante la disponibilidad a la conversión y una fe renovada» (Homilía en Friburgo de Brisgovia, 25-9-2011) . A esta luz se verá adecuadamente el sentido de una eventual reforma de los elementos organizativos. Solo una honda relación con Dios hace posible la atención al hombre, del mismo modo que sin la atención al prójimo se empobrece la relación con Dios. En la convergencia de estas relaciones se sitúan las obras caritativas de la Iglesia. Ni ensimismamiento egoísta ni alteración por una indebida inserción en el mundo.