Arzobispo
Ricardo Blázquez Pérez

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Catequesis

Año de la fe 2012-2013

«Padeció bajo el poder de Poncio Pilato»

14 de febrero de 2013


Temas: Jesucristo (pasión).

Publicado: BOA 2013, 25.


Continuamos comentando brevemente el Credo apostólico, siguiendo de cerca el Catecismo de la Iglesia Católica , cuyo vigésimo Aniversario celebramos en este Año de la fe . Expone la fe de la Iglesia y la doctrina cristiana por medio de la Sagrada Escritura, la Tradición católica y el Magisterio. Es, consiguientemente, un instrumento autorizado al servicio de la comunión eclesial, y norma segura para la enseñanza de la fe. Es referente obligado para todos los catecismos, y también para la predicación y la enseñanza de la doctrina católica. En el Catecismo, y antes en el Concilio, se expresa la doctrina cristiana a la altura de nuestro tiempo, teniendo en cuenta la renovación bíblica, teológica, pastoral y litúrgica de los decenios precedentes, y apoyados en el discernimiento realizado por el Concilio Vaticano II. En el próximo Encuentro de obispos, vicarios, arciprestes y delegados diocesanos de catequesis de la Iglesia en Castilla, estudiaremos particularmente el Catecismo de la Iglesia Católica en el Año de la fe.

Hoy tratamos la primera parte del artículo cuarto del Credo, a saber, que Jesucristo «padeció bajo el poder de Poncio Pilato», dejando para la próxima ocasión la segunda parte: «Fue crucificado, muerto y sepultado» . En este marco, permitidme algunas breves indicaciones de carácter teológico y espiritual.

a) Llama la atención que muy pronto en la narración evangélica de la actividad pública de Jesús aparezcan, no solo el rechazo y la persecución, sino también la decisión y los intentos de matarlo. Se confabularon contra Jesús, por diversos motivos, los fariseos y los escribas, los sacerdotes y los partidarios de Herodes (cf. Mc 3,6; Lc 2,34; 4,23 ss.; Jn 5,18). Le acusan de pretender perdonar pecados, de interpretar la Ley de Dios de manera singular, de ser un falso profeta e incluso un blasfemo.

En este contexto de persecución se sitúan los anuncios reiterados de Jesús de su subida a Jerusalén, donde será entregado y condenado a muerte, pero resucitará. San Marcos, por ejemplo, relata tres veces una situación semejante. Al primer anuncio de la pasión, Pedro se opone, y Jesús, además de llamarlo tentador, proclama a todos los discípulos las condiciones para seguirlo: perder la vida por el Evangelio (cf. Mc 8,31-38). Después del segundo anuncio, los discípulos discuten entre sí quién será el mayor, y Jesús les señala el camino: “ser el servidor de todos” (cf. Mc 9,30-37). La reacción al tercer anuncio de Jesús aparece en la aspiración de Juan y Santiago a ocupar los primeros puestos en su Reino, con el consiguiente enfado por parte de los demás (cf. Mc 10,32-45). Ante la perspectiva de la persecución y de la cruz, tanto los discípulos de la primera hora como los que hemos venido después nos resistimos a comprender la auténtica condición mesiánica de Jesús y el cumplimiento concreto, pasando por la cruz, de la misión que el Padre le confió (cf. Lc 24,25-27).

b) Cuando está a punto de desencadenarse la pasión con la traición de Judas, Jesús sufre pavor y angustia. Tiembla como hombre y confía como Hijo. En Getsemaní ora diciendo: «¡Abba!, Padre: Tú lo puedes todo, aparta de mí este cáliz. Pero no sea como yo quiero, sino como Tú quieres» (Mc 14,36). La obediencia filial supera en Jesús la resistencia humana a padecer. Cuando nosotros seamos tentados en la fidelidad, confiemos en Dios, que es infinitamente sabio y poderoso, y no deja de ser nuestro Padre en las situaciones oscuras y en las pruebas de la vida. Es comprensible la resistencia instintiva al sufrimiento en toda persona normal; pero, en la cruz, Dios nos sostiene.

c) En su pasión, Jesús no profería amenazas. No respondía a los insultos insultando. El resentimiento y el deseo de venganza no habitaron en su corazón ni se formularon en sus labios. Perdonó a los que lo mataban, poniéndose en manos del que juzga justamente (cf. 1P 2,21-25). Predicó el perdón a los enemigos y perdonó. Como escribió santo Tomás de Aquino, la pasión es una escuela de todas las virtudes. Jesús rechazó toda forma de violencia. Tanto la predicación como las obras y el ejemplo sublime de su pasión revelan al Dios del amor y del perdón. Apelar a la violencia en nombre de Dios significaría olvidar a Dios y tergiversar el Evangelio. El celo por la causa de Dios no debe desembocar en la violencia.

d) En el Credo se menciona a Pilato. Ante el tribunal del procurador de Roma, Jesús “proclamó tan bella confesión de fe” (cf. 1Tm 6,13-14; Jn 18,33-38). Cuando Poncio Pilato interrogó solemne y públicamente, Jesús se reconoció el Mesías y el revelador de la Verdad. No ocultó su condición ante el peligro. Esta confesión de Jesús es un ejemplo y un estímulo para no ocultar nuestra condición de cristianos, ni negar a Jesús, ni desentendernos con una respuesta evasiva y relativista: «¿Qué es la verdad?» (Jn 18,38).

La mención de Pilato en el Credo significa también que Jesucristo es un personaje de la historia, que padeció y fue crucificado en Jerusalén en tiempos de Poncio Pilato. El cristianismo no se pierde en las brumas de la historia. No es un encuentro que comience: “Érase una vez”. Jesús, aunque pasara como hijo de José, es el Hijo de Dios hecho hombre; su muerte no fue la de un malhechor, un revolucionario o un blasfemo; en realidad, murió por nosotros, es decir, por nuestros pecados, a favor nuestro y ocupando el lugar que nosotros merecemos.