Arzobispo
Ricardo Blázquez Pérez

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Alocución

Exposición “Memoria agradecida” en Traspinedo

Inauguración

13 de julio de 2013


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Publicado: BOA 2013, 417.


Conocí bastante a D. José Velicia. La imagen que guardo de él es la de una persona abierta, oxigenada interiormente, generosa, acogedora, alegre, amable, atenta. Lo que escribió su amigo D. José Jiménez Lozano el 21-6-1997 en El Norte de Castilla, dos días después de su muerte, refleja perfectamente el recuerdo que continúa vivo en mí: «Digamos que no era el hombre al uso: a su cultura y curiosidad intelectual unía un talante acogedor, simplicísimo, sin retrancas de ninguna clase, como su espontánea sonrisa; una gran capacidad para acercar contrarios, un admirable sentido del humor y una absoluta disponibilidad». En la homilía del comienzo de mi actividad pastoral en la Diócesis , me salió espontánea y desde dentro la mención a D. José Velicia. Yo me alegro de haberlo conocido y tratado bastante. Hay personas que, cuando se las conoce, producen la impresión de haber tocado un regalo de Dios.

Me alegro de que la Parroquia, animada pastoralmente por D. Antonio da Silva, presbítero, y D. Patricio Fernández, diácono, junto con el Ayuntamiento, hayan preparado este reconocimiento, al cumplirse 25 años de Las Edades del Hombre . Aunque la iniciativa proceda de la Parroquia, del Ayuntamiento y, por supuesto, de la familia, todos nosotros nos hemos unido con gran satisfacción a este homenaje, sencillo, cálido y, como dice el título de la Exposición, “Memoria agradecida”.

Aunque D. José hizo muchas cosas, este sacerdote, siempre feliz de serlo, culto, con sensibilidad por las diversas manifestaciones artísticas, con una inmensa capacidad de comunicación y respeto, y que tuvo diversas tareas pastorales en la Diócesis, cuando fue nombrado delegado episcopal para el Diálogo Fe-Cultura halló su lugar en todos los órdenes. Su nombre está unido a Las Edades del Hombre; fue el animador de esta gran obra religiosocultural. Fue comisario de varias exposiciones; a medida que se han multiplicado, se ha acrecentado también nuestra gratitud, que es como el perfume de la memoria del corazón. Nos sentimos muy a gusto reunidos en esta celebración de homenaje.

El póster anunciador —D. José con su inseparable pipa en la mano derecha— no es publicidad a favor del tabaco, ni aviso frente a un hombre que fuma en pipa. La pipa de Velicia fue de paz; fue hombre de paz, persona de convergencia de voluntades, de proyectos y de sueños para realizar una obra que arrancó del alma, a veces casi adormecida, el reconocimiento interno y el aplauso manifiesto. Las Edades del Hombre fueron una respuesta a una necesidad sentida entonces y posteriormente. Iglesia y arte: ¿“Historia de un desencuentro” o historia de una honda amistad que viene de lejos, larga y fecunda? Aunque existan limitaciones en el cuidado del patrimonio de la Iglesia, surgió en su vida de fe y de piedad una forma de expresarlas bella y popularmente en todos los rincones de nuestra tierra. La tónica dominante ha sido la custodia y promoción del arte religioso, contando con las ayudas y precariedades de cada momento histórico.

D. José Velicia, espoleado por otras realizaciones (cf. Exposición “Thesaurus” de Barcelona), se preguntó por qué no recordar esa amistad en las diócesis de Castilla y León, y por qué no reanimarla con el mismo amor y el mismo espíritu de fe con que nació y fue conservada. Estas preguntas las compartió con otros amigos, y, con el entusiasmo del que estaba dotado, los fue ganando para la causa.

En la Exposición de Valladolid, de la que pronto se cumplirán 25 años, se dieron cita conocedores de la historia, de la cultura y de la antropología, eminentes personas versadas en el arte y en la distribución de los espacios, catequetas, sacerdotes y obispos, y rectores de iglesias y de monasterios, para, unidos y animados por José Velicia, hacer una obra que es sin duda una de las manifestaciones culturales más relevantes de estos 25 últimos años. En Alcazarén, José Velicia y José Jiménez Lozano compartieron inquietudes y gestaron estos proyectos sumamente interesantes y alentadores. D.ª Eloísa García de Wattenberg, D. Pablo Puente, el generoso humanista D. Sebastián Battaner, etc., están en el origen de esta magnífica realidad que son Las Edades del Hombre. Desde el principio, las exposiciones fueron bien valoradas por la crítica; escolares y personas con menor formación cultural las visitaron gustosamente, sintiéndolas cercanas y propias.

Debemos decir sin rubor, sin que la sobriedad y la humildad de los castellanos lo impidan, que se ha alcanzado una cima extraordinaria; es un itinerario largo y brillante. Cada exposición se sitúa a la altura de una cordillera, y se mantienen en un nivel alto —por ejemplo, la última en Arévalo, en la que se unen templos, piezas de la exposición, plazas y calles incorporadas, y guiones ricos y bien articulados—, sobre una tierra rica en pasado, y con un futuro que tiene que ganar diariamente. Estamos convencidos de que la memoria garantiza y sostiene la esperanza.

La presente Exposición, aquí, en su pueblo, donde nació, fue bautizado, se crio y celebró la primera misa solemne, y en el que deseó ser enterrado aguardando la resurrección, ha sido organizada para cultivar la memoria de una persona que nos enorgullece y nos estimula: D. José Velicia.