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Catequesis

Audiencia General - Año de la Fe 2012-2013

«Creo en la resurrección de la carne»

27 de noviembre de 2013


Temas: muerte.

Web oficial: http://w2.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2013/documents/papa-francesco_20131127_udienza-generale.html

Publicado: BOA 2013, 848.


Queridos hermanos y hermanas:

¡Buenos días y felicidades, porque sois valientes, con este frío en la plaza! ¡Muchas felicidades!

Deseo llevar a término las catequesis sobre el Credo desarrolladas durante el Año de la Fe , que concluyó el domingo pasado . En esta catequesis y en la próxima , quisiera considerar el tema de la resurrección de la carne, tomando los dos aspectos con los que la presenta el Catecismo de la Iglesia Católica , es decir, nuestro morir y nuestro resucitar en Jesucristo. Hoy me centro en el primer aspecto, “morir en Cristo”.

1. Entre nosotros, por lo general, existe un modo erróneo de ver la muerte. La muerte nos atañe a todos, y nos interroga de modo profundo, especialmente cuando nos toca de cerca, o cuando golpea a los pequeños o a los indefensos, lo cual nos resulta “escandaloso”. A mí siempre me han impresionado las preguntas: ¿por qué sufren los niños?, ¿por qué mueren los niños? Si se la entiende como el final de todo, la muerte asusta, aterroriza, se transforma en una amenaza que rompe cualquier sueño, perspectiva o relación, e interrumpe cualquier camino. Esto sucede cuando consideramos nuestra vida como un tiempo encerrado entre dos límites, el nacimiento y la muerte; cuando no creemos en un horizonte que vaya más allá de la vida presente; y cuando vivimos como si Dios no existiera. Esta concepción de la muerte es típica del pensamiento ateo, que interpreta la existencia como un encontrarse casualmente en el mundo y un caminar hacia la nada; pero existe también un ateísmo práctico, que es vivir solo para los intereses propios y para las cosas terrenas. Si nos dejamos llevar por esta visión errónea de la muerte, no tenemos otra opción que la de ocultarla, negarla o banalizarla, para que no nos cause miedo.

2. Pero ante esta falsa visión se rebela el corazón del hombre, el deseo que todos tenemos de infinito, la nostalgia que todos tenemos de lo eterno. Entonces, ¿cuál es el sentido cristiano de la muerte? Si repasamos los momentos más dolorosos de nuestra vida, cuando perdimos a una persona querida —padres, hermanos, cónyuges, hijos, amigos—, nos damos cuenta de que, incluso en el drama de la pérdida, incluso desgarrados por la separación, surge del corazón la convicción de que no puede acabarse todo, de que el bien dado y recibido no fue inútil; hay un instinto poderoso dentro de nosotros que nos dice que nuestra vida no termina con la muerte.

Esta sed de vida encontró su respuesta real y fiable en la resurrección de Jesucristo. La resurrección de Jesús no solo da la certeza sobre la vida más allá de la muerte, sino que también ilumina el misterio mismo de la muerte de cada uno de nosotros. Si vivimos unidos a Jesús, fieles a Él, seremos capaces de afrontar con esperanza y serenidad incluso el paso hacia la muerte. La Iglesia, en efecto, reza en una hermosa oración: «Si nos entristece la certeza de tener que morir, nos consuela la promesa de la inmortalidad futura». Una persona tiende a morir como ha vivido: si mi vida fue un camino con el Señor, un camino de confianza en su inmensa misericordia, estaré preparado para aceptar el último momento de mi vida terrena como un abandono confiado y definitivo en sus acogedoras manos, a la espera de contemplar cara a cara su rostro. Eso es lo más hermoso que nos puede suceder: contemplar cara a cara el rostro maravilloso del Señor; verlo tal y como es, lleno de luz, de amor y de ternura. Ese es nuestro punto de destino: contemplar al Señor.

3. En este horizonte, se comprende la invitación de Jesús a estar siempre preparados, vigilantes, sabiendo que la vida en este mundo se nos ha dado también para preparar la otra vida, la vida con el Padre celestial; por ello, existe una vía segura: prepararse bien para la muerte estando cerca de Jesús. Esta es la seguridad: yo me preparo para la muerte estando cerca de Jesús. ¿Y cómo se está cerca de Jesús? Con la oración, con los sacramentos y también con la práctica de la caridad. Recordemos que Él está presente en los más débiles y necesitados; Él mismo se identifica con ellos en su famosa descripción del Juicio final, cuando dice: «Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme... Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,35-36.40). Por lo tanto, una vía segura es recuperar el sentido de la caridad cristiana y de la participación fraterna, y hacernos cargo de las heridas corporales y espirituales de nuestro prójimo. La solidaridad al compartir el dolor e infundir esperanza es preludio y condición para recibir en herencia el Reino preparado para nosotros. Pensad bien en esto: ¡quien practica la misericordia no teme a la muerte! ¿Estáis de acuerdo? ¿Lo decimos juntos para no olvidarlo? Quien practica la misericordia no teme a la muerte. ¿Por qué no teme a la muerte? Porque la mira a la cara en las heridas de los hermanos, y se sobrepone a ella con el amor de Jesucristo.

Si abrimos las puertas de nuestra vida y de nuestro corazón a los hermanos más pequeños, entonces nuestra muerte se convertirá en una puerta que nos introducirá en el cielo, en la patria bienaventurada, hacia la cual nos dirigimos, anhelando morar para siempre con nuestro Padre Dios, con Jesús, con la Virgen y con los santos.

(Saludo a los peregrinos de lengua española)