Arzobispo
Ricardo Blázquez Pérez

Imprimir A4  A4x2  A5  

Carta

Día del Seminario 2014

El Seminario,
escuela de mensajeros de la alegría

16 de marzo de 2014


Temas: Evangelio y alegría (sacerdocio).

Publicado: BOA 2014, 82.


“Evangelio” significa buena noticia, portadora de alegría. En Belén, el Ángel anunció a los pastores «una buena noticia, que será de gran alegría para todo el pueblo» (Lc 2,10). Jesús anunció el Evangelio de la cercanía de Dios (cf. Mc 1,14-15), y los discípulos se llenaron de alegría al ver a Jesús resucitado (cf. Jn 20,20). La predicación, los milagros y la existencia entera de Jesús quedan englobados en la palabra “Evangelio”; Jesús en persona es el Evangelio, ya que es el Hijo de Dios hecho hombre para salvarnos.

Las primeras palabras de la Exhortación Apostólica del papa Francisco Evangelii gaudium (‘La alegría del Evangelio’) son estas: «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús» (n. 1). El Evangelio, que en sí mismo es un mensaje alegre, inunda de gozo a quien lo recibe. Isabel felicita a María: «Dichosa tú porque has creído» (Lc 1,44), y san Pablo desea a los Romanos: «Que el Dios de la esperanza colme de alegría y de paz vuestra fe» (Rm 15,13); “Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. El Señor está cerca” (cf. Flp 4,4-5). La primera comunidad cristiana, «con un mismo espíritu, partía el pan por las casas con alegría y sencillez de corazón» (Hch 2,46); se trata del gozo que acompaña a la fe (cf. Hch 5,41; 8,8-39; 13,48-52; 16,34). La fe en Dios, la acogida del Evangelio y la vida cristiana están impregnadas de alegría; «un santo triste es un triste santo» (santa Teresa de Jesús).

Jesús envía a los Apóstoles, no como profetas de desventuras, sino como mensajeros del Evangelio. Como el Evangelio es una alegre noticia, y como la alegría está unida al dinamismo de la fe cristiana, se comprende que anunciar el Evangelio, difundir la Buena Noticia, ser apóstoles del Señor, sea una misión gozosa. ¡Qué difícilmente se proclama el Evangelio con amargura! Por eso, san Pablo llama a los predicadores de la Palabra de Dios “servidores de la alegría de la fe” (cf. 2Co 1,24; Flp 1,25; cf. Joseph Ratzinger, Servidor de vuestra alegría, Barcelona 1989, p. 37 , libro que ha sido recogido en el vol. XII de las Obras Completas, titulado Predicadores de la palabra y servidores de vuestra alegría, Madrid 2014, pp. 440-508 ; y cf. Walter Kasper, El sacerdote, servidor de la alegría, Salamanca 2008) .

Podemos decir, resumiendo lo anterior:

  • a) El Evangelio, en sí mismo, en su fuente, es Buena Noticia; no amenaza, ni filosofía, ni cuento bello y moralizante, ni reflexión ética.
  • b) El Evangelio siembra gozo y paz cuando es escuchado y recibido con fe.
  • c) El Evangelio no puede ser transmitido con tristeza, ya que el rostro, el corazón y la vida del mensajero deben acreditar que su mensaje procede del corazón de Dios, que tiene proyectos de paz y no de aflicción. El cristiano debe transmitir con obras y palabras lo que recibe de Jesucristo.
  • ¿No suena a ilusión, a broma de mal gusto, o incluso a insulto, hablar en nuestro mundo de alegría? ¿Por qué el Evangelio, el corazón del cristianismo, es fuente de alegría? Me permito ahora indicar dos motivos.

    El primero es este: el Evangelio anuncia la cercanía salvífica de Dios. Ahora bien, para el hombre no es indiferente contar con Dios o prescindir de Dios: la fe en Dios nos sitúa en un horizonte de luz donde todo tiene sentido; hallar el Reino de Dios es encontrar el tesoro (cf. Lc 12,33-34; 18,22); por Dios ha sido creado el hombre y en Dios hallará su descanso definitivo; el hombre está mal al margen y alejado de Dios; Dios y el hombre van unidos. Sin la fe en Dios y sin el reconocimiento de Dios como fundamento, se oscurece la inmensa dignidad del hombre; y entonces la sociedad se atreve a disponer de la vida de los demás, tanto en el seno materno como mediante la eutanasia de menores que acaba de aprobar el Parlamento de Bélgica. Esa aprobación es una amenaza para los niños; los argumentos que se esgrimen, vistos de cerca, suenan a pretextos. Es una pretensión terrible que el hombre se considere señor de la vida y de la muerte de otras personas; por eso, anunciar a Dios es servir a los hombres en la defensa de su dignidad, y apoyar su esperanza. Un sacerdote está llamado a servir a la alegría de los hombres.

    Presento a la reflexión de todos un segundo motivo. El Evangelio es Buena Noticia para los pecadores, los pobres, los “descartados”, ya que anuncia que Dios los perdona, que se acerca a ellos con misericordia, y que invita a todos a los bienes de la tierra y a los dones de su Reino eterno. Las palabras y obras de Jesús, su cercanía y amistad, son una puerta abierta a la esperanza para las personas desalentadas, excluidas, desamparadas. Un cristiano debe asumir como quehacer particular la causa de los pobres, ya que ellos, como dice el papa Francisco, están en el corazón del Evangelio y en el corazón de Dios. Si los discípulos del Señor vivimos consecuentemente, los indigentes nos verán como apoyo de su esperanza y motivo de alegría.

    El lema de la Jornada del Seminario es “La alegría de anunciar el Evangelio”, en sintonía con la Exhortación del Papa, Evangelii gaudium. Necesitamos servidores de la alegría de la fe; es una vocación bella y muy necesaria. Los sacerdotes debemos dar gracias a Dios porque nos ha llamado libre y cordialmente (cf. Mc 3,13); que nuestro agradecimiento se convierta en dedicación incansable, noche y día, en cuerpo y alma. Hay una dicha inmensa escondida en gastar la vida por Dios, por el Evangelio, por los hermanos en la fe y por la humanidad; seamos servidores de su alegría. Esta alegría es pascual, es decir, procede de la victoria de Jesús sobre la muerte, y, consiguientemente, puede unir sin contradicción la abundancia en las pruebas y la sobreabundancia en los gozos (cf. 1P 1,6).

    Agradezco a Dios las vocaciones de nuestra Diócesis, muestro una vez más mi gratitud y confianza a los formadores del Seminario, y pido a los seminaristas fidelidad perseverante y gozosa en la vocación. Pregunto a los jóvenes cristianos: ¿Por qué tú no puedes ser sacerdote? Habla con Jesús acerca de tu vida y tu futuro. Siguiendo a Jesús somos felices, también en medio de las dificultades; dándole la espalda, nos alejamos tristes (cf. Mt 19,22; Mc 10,21-22). Pido a los sacerdotes, catequistas, educadores cristianos y, por supuesto, a los padres de familia que colaboren decididamente en la causa primordial de las vocaciones sacerdotales; necesitamos servidores de la alegría de la fe y de las personas. ¡Danos, Señor, sacerdotes santos!