Arzobispo
Ricardo Blázquez Pérez

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Carta

Día del Seminario y Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones 2014

Orar por las vocaciones

16 de abril de 2014


Temas: vocación (sacerdocio y vida consagrada).

Publicado: BOA 2014, 85.


Todos los cristianos hemos recibido la llamada a la fe y al seguimiento de Jesús dentro de la Iglesia, que significa “asamblea” o “convocación”, ya que es la “patria” de todas las vocaciones. La mayor parte de los cristianos reciben la vocación al sacramento del Matrimonio, otros al ministerio sacerdotal, y otros a la vida consagrada. A estas vocaciones especiales, sacerdocio y vida religiosa, me refiero hoy particularmente; quiero unir dos fechas muy significativas que nos ofrecen la oportunidad de orar intensamente por las vocaciones: el Día del Seminario y la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que este año tendrá lugar el 11-5-2014, domingo del Buen Pastor.

En torno a la Fiesta de san José, celebramos la Jornada del Seminario. Entre la Familia de Nazaret y el Seminario se puede establecer una comparación: así como en la casa de Nazaret, llevando una vida escondida, Jesús se preparó para la misión encomendada por el Padre, de modo semejante en el Seminario, a través del trabajo, la oración y la convivencia, se forman los candidatos para recibir el ministerio sacerdotal. Por ese motivo, san José es el patrono de los seminarios.

El Día del Seminario es una preciosa ocasión para apreciar y agradecer a Dios las vocaciones sacerdotales; para manifestar nuestra cercanía al Seminario; y para alegrarnos con los seminaristas que van diciendo “sí” a Dios en el proceso de descubrimiento, de consolidación, de maduración y de ratificación fiel de la vocación a la que el Señor los llama. Una vocación es siempre un regalo de Dios a la Iglesia y a la humanidad; la escasez de vocaciones nos ha ayudado a percibir la gracia inmensa del ministerio de los sacerdotes. Hoy también pasa el Señor llamando, como pasó a orillas del lago de Galilea; toda vocación supone una mirada entrañable de Jesús y es signo de su confianza. Pedimos a Dios que nos bendiga con muchos y santos sacerdotes. El Seminario está en el corazón de la Diócesis y es el centro de nuestras esperanzas, pero, aunque el trabajo por las vocaciones es grande, aunque nos pasamos día y noche bregando, los resultados no siempre coronan los esfuerzos. No podemos olvidar que es Dios quien llama, que debemos pedir incesantemente la gracia de las vocaciones, que debemos unir trabajos pastorales, y que en cada vocación tocamos el misterio de la libertad. La oración humilde y perseverante ensancha nuestro corazón para agradecer los dones de Dios.

La Iglesia, y en concreto nuestra Diócesis, serían inmensamente más pobres y débiles sin la presencia y la actividad de las personas pertenecientes a la vida consagrada, contemplativa y apostólica, en sus variadas formas; por ello, la escasez vocacional de las congregaciones religiosas afecta decisivamente a la vitalidad de la Iglesia.

A mí me produce una honda satisfacción que las familias y las parroquias se sientan encantadas porque Dios las ha bendecido con vocaciones: de entre los fieles cristianos, ha sido llamado alguien que apacentará la grey del Señor con la predicación de la Palabra, con la celebración de los sacramentos y con la animación de la caridad; o ha sido invitado alguien a seguir a Cristo pobre, casto y obediente, anunciando con su forma de vivir y con sus trabajos el Evangelio de Dios, que es el mismo Jesús en persona.

Se oye y sigue la vocación en el trato personal con Jesús. En la oración, que es cultivo de la amistad con el mejor Amigo, va forjándose el discípulo; y con la ayuda de los formadores, va distinguiendo la llamada del Señor. El discípulo, junto a Jesús, aprende a ser misionero, y el amigo se convierte en testigo. Un apóstol no es un espontáneo, sino un enviado por Jesucristo, a quien dice: “Tú eres mi amigo” (cf. Jn 15,15); sin comunicación con Jesús no se escucha su llamada, sin convivir con Él no se persevera, y sin amor al Señor no se toma la decisión. En compañía del Amigo Jesús descansamos, y se derraman en el corazón la paz y el gozo. Al lado de Jesús aprendemos su estilo de vida: no apoyarnos en el poder ni en las riquezas, sino en Dios, que con su fuerza robustece nuestra debilidad. Toda vocación especial manifiesta la vitalidad de la vocación cristiana personal y de la comunidad a la que pertenece, y al mismo tiempo fortalecerá y alimentará esa vitalidad.

El lema del Día del Seminario y el mensaje del Santo Padre para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones están en consonancia con lo que ha repetido a lo largo del año de su ministerio como obispo de Roma y sucesor de Pedro: «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús» (Evangelii gaudium, 1) . El Seminario es una escuela de mensajeros de la alegría; porque Jesús en persona es el Evangelio, la Buena Noticia de Dios, todo sacerdote está llamado a abrir a las personas la puerta del gozo. Nuestro mundo, que está apesadumbrado por muchas inquietudes, espera escuchar aquellas palabras de Jesús: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré» (Mt 11,28). No somos “profetas de desventuras”, sino heraldos de perdón, de misericordia, de gozo y de serenidad. Cuando la esperanza arraiga en el corazón de una persona, su vida se ilumina, se rehace de los cansancios, trabaja sin desmayo por una sociedad edificada sobre el amor y la fraternidad, y brota sin cesar su decisión para sobreponerse a las frustraciones.

Me atrevo a dirigir una pregunta a niños, adolescentes y jóvenes: ¿Por qué tú no puedes ser sacerdote? ¿Por qué tú no puedes ser religioso? Habla con Jesús acerca de tu vida, tus ilusiones y tu vocación. De la amistad con Jesús y de su seguimiento brota una alegría que nadie nos podrá arrebatar; en cambio, si le damos la espalda, nos alejamos tristes (cf. Mc 10,21-22). Pregúntale: “¿Qué quieres que haga con mi vida? ¿A dónde me invitas? Muéstrame tus caminos, Señor”.

La obediencia a la vocación de Dios implica salir de la tierra propia, de los proyectos y de la seguridad, como Abrahán, Moisés, los profetas y los apóstoles. María respondió: «Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38), y nos pide a todos: «Haced lo que Él (Jesús) os diga» (Jn 2,5). Toda vocación es salir, ponerse en camino, seguir al Señor; la fidelidad a la vocación vence la comodidad, la indolencia, la desgana, el miedo y la incertidumbre, porque Jesucristo nos abre el camino y nos acompaña.

Pidamos hoy particularmente por los seminaristas, los postulantes y los novicios; por los que van escuchando el rumor de Dios.